sábado, 15 de noviembre de 2025

LA BELLEZA DE LOS CAMBIOS. Domingo XXXIII Ordinario

16/11/2025 – Domingo XXXIII T.O.

La belleza de los cambios

Mlq 3, 19-20a

Sal 97, 5-9

2 Tes 3, 7-12

Lc 21, 5-19

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Nos acercamos al final del año. Las lecturas tienen un tono apocalíptico; nos sitúan en el final de los tiempos. Esto se acaba, pero no es el vacío lo que se avecina. Lo que llega es un tiempo nuevo. Malaquias es el último profeta del Antiguo Testamento; sus palabras advierten sobre la suerte de los orgullosos y los malhechores, pero para quienes temen el nombre del Señor todo tiene continuidad gracias a la intervención del sol de justicia. El salmista deja claro que ese sol de justicia, identificado ahora con el Señor mismo, está en camino y su intención es regir la tierra con justicia y rectitud. Es cierto que existen cambios; la vida es una incesante evolución. De hecho, lo que le da valor es esa permanente pujanza que la lleva a prosperar permanentemente. Si la vida se terminase o estuviese abocada a perecer en esas catástrofes tan del gusto de ciertos predicadores y películas ¿Qué sentido tendría? Nuestra esperanza cristiana nos dice que la realidad celeste, sea ciudad o Reino, terminará instaurándose en este mundo conocido. Habrá que seguir profundizando en esto todo lo que sea necesario para llegar a entenderlo bien porque aún se nos escapa, pero de momento podemos quedarnos con que el valor de esta realidad es que dará de sí una nueva, distinta, pero en continuidad.

Jesús nos pone en guardia contra esos que atribuyéndose identidad y autoridad divina (“Yo soy”) afirman que todo se acaba. Ocurrirán muchas cosas y no todas buenas. Jesús habla de grandes desastres, incluso naturales porque tampoco él escapaba a la mentalidad de su tiempo, pero la mayoría de ellos provocados por el ser humano y su peculiar forma de entender la convivencia y de priorizar unos criterios u otros. Son principios ajenos a los que él propone, pero, oye, triunfan. Y su victoria es la derrota de los pequeños. Ahí es donde Jesús nos avisa de que vamos a pasarlo mal porque él entiende que vamos a estar con quienes él estuvo, con esos pequeños y no con los que provocan su daño. Que ¿nos van a dar para el pelo, y para otros sitios? Sí, porque incordiamos; porque denunciamos; porque no nos quedamos en casa rendidos ante lo inevitable y molestamos; porque a ningún malvado le gusta que le desenmascaren y todos buscan maquillar sus acciones. Jesús nos propone continuar sus pasos porque confía en nosotros y nos sabe capaces de seguir adelante. Por eso mismo nos dice que no nos entreguemos al pánico; porque él va a estar pendiente de todo. Las cosas no nos irán mejor que a él, pero terminaremos triunfando como él. Lo que termina es un orden determinado; una manera de entender el mundo, de interpretarlo, de construirlo a nuestra imagen y para nuestra comodidad, pero lo que es se desarrolla según lo que es y lo conoceremos como un nuevo orden; una manera nueva de ser y vivir. Todo final, mientras no  llegue la recapitulación definitiva, conlleva un nuevo principio.

El autor de la segunda carta a los tesalonicenses era un hombre práctico y trae a la memoria el recuerdo de Pablo y sus compañeros, quienes, frente a los que, con la excusa del final inminente, pretendían pasar el día sin hacer nada convirtiéndose en una carga para los demás, afirmaron con su vida el valor de ponerse manos a la obra porque este mundo agradecerá que se le eche una mano para ir afianzando los cambios. No vemos peligro en los cambios, al contrario, los reconocemos como avance siempre que impliquen humanizar la realidad, acompañar a los preferidos de Dios. Porque su celo nos devora. 

 

La belleza de los cambios  

 

 


 

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