sábado, 17 de junio de 2023

PASTORES. Domingo XI Ordinario

18/06/2023

PASTORES. Domingo XI T.O.

Éx 19, 2-6a

Sal 99, 2-3. 5

Rm 5, 6-11

Mt 9, 36 – 10, 8

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El pueblo de Israel tenía la conciencia de ser especial. Se sabía elegido, preferido, apartado por Dios de entre todos los pueblos de la tierra. Es verdad que esta percepción puede ser peligrosa y dar lugar a malos entendidos, pero también pone de manifiesto los afectos de Dios que se elige un pueblo de esclavos, y no una élite de ningún tipo. Decir esclavos es decir oprimidos, víctimas puestas por otros en el peor de los lugares; allí donde nadie se pertenece a sí mismo, sino que se cuenta entre las posesiones de cualquier otro u otra. A esta población ninguneada, Dios le propone transformarse en nación santa; en pueblo de sacerdotes, mediante la pedagogía que les muestra a través de su alianza y de la voz que le hace llegar mediante sus enviados. Esta conciencia popular es la que expresa el salmista. Como ya hemos dicho alguna vez, sacerdote es quien pone a los hombres en contacto con Dios; no quien realiza ritos y ceremonias. Que en este pueblo elegido surgiese un sacerdocio similar al sacerdocio al uso en su época ente los demás pueblos no quiere decir que con él se agotara esa realidad sacerdotal.

Jesús se eligió doce discípulos como imagen del nuevo pueblo elegido. Este nuevo pueblo es reunido entre la multitud que no encuentra guía ni consuelo en aquellos antiguos sacerdotes que, con el paso del tiempo, habían venido a ser los gobernantes del pueblo. A estos doce los envía a que recuperen las ovejas descarriadas de Israel. Tengo que reconocer que llevo mal esta exclusividad pero, tal vez, hable Jesús de ella para hacer patente que entre esa nación santa, de la que las vicisitudes del tiempo y la historia habían apartado a los samaritanos y que, desde luego, no se podía identificar con los gentiles, se daban también situaciones que habían propiciado ese descarrío. En el seno de aquel pueblo elegido se habían reproducido condiciones que condenaban a la esclavitud a hombres y mujeres que era preciso recuperar. Esas ovejas deben escuchar el mensaje decisivo: está cerca el reino de los cielos. Los mensajeros mismos están tomados de entre esas ovejas y ellos han sido ya sanados, liberados de espíritus inmundos, resucitados para una vida nueva, y alimentados con el pan definitivo. Todo esto que ellos han recibido gratis, por pura misericordia, deben entregarlo del mismo modo. Deben sanar como ellos han sido sanados, alimentar como ellos mismos han sido alimentados, des-leprar tal como ellos mismo lo han sido. 

Pablo ahonda en esta cuestión subrayando que Cristo murió por nosotros sin que lo mereciésemos en absoluto. Si esa muerte, según Pablo, nos mereció la reconciliación, ¡con cuánta más razón, -dice- estando ya reconciliados, seremos salvos por su vida! La vida de Jesús es la que salva; sanar, alimentar, liberar como él hizo y como él nos pide hacer es la raíz de la salvación. Para todos aquellos a los que somos enviados porque descubrirán que no están abandonados a su suerte; para nosotros porque nuestra vida cobrará propósito. Para ellos y para nosotros porque juntos le encontraremos sentido a esta realidad que tantas veces se nos antoja compleja y desnortada. Esta es la nueva alianza; se nos llama para ser pastores y no un rebaño adocenado. No para vivir dependiente de rabadanes, sino para convertir el propio don en báculo y salir al mundo para liberar, sanar y alimentar. Somos salvados, no para nuestra propia salvación, sino para la de los demás. 

Pastores



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