sábado, 27 de abril de 2024

TODOS JUNTOS. Domingo V Pascua

28/04/2024

Todos juntos.

Domingo V Pascua.

Hch 9, 26-31

Sal 21, 26b-28. 30-32

1 Jn 3, 18-24

Jn 15, 1-8

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Según el testimonio de Lucas la Iglesia se iba construyendo poco a poco, progresando en la fidelidad del Señor y animada por el Espíritu. Seguramente será otra imagen idílica pues en pocas líneas la controversia y el conflicto han precedido a esta afirmación. Los exégetas dudan de que este viaje a Jerusalén fuese real y lo ven como una legitimación de Pablo que ha pasado a ser considerado apóstol pues, aunque aquí no lo diga, ha visto al Señor y predica su Palabra. Que la Iglesia se expandió es evidente, pero no fue un camino sencillo. El ánimo del Espíritu no se recibió en un ambiente sosegado, sino que fue precisamente ese impulso el que, pese a todo lo demás, posibilitó el crecimiento de la asamblea. Pablo es inicialmente rechazado y solo la apuesta personal de Bartolomé parece vencer las resistencias; discute con judíos griegos y, finalmente, tiene que huir.  El salmista, por su parte, expresa la confianza de cada creyente y resalta los frutos de ese amor: los hambrientos se sacian y los que lo buscan vivirán por siempre. Y así en todo el orbe y por todas las generaciones.

De dificultades habla también Juan en su carta. El seno de la comunidad está agitado y las posturas se polarizan. En esta situación la única solución que se percibe es el amor verdadero, el que se ve en las obras. Solo este amor nos garantiza permanecer en la verdad; solo quien así ama puede percibirla. Y esto por encima de los escrúpulos de conciencia. Tú ama, viene a decirnos Juan, Dios conoce hasta tu intimidad más oculta, incluso aquello que ni tú conoces. La tuya y la de todos. Ama y no te preocupes de más. Imitar a Jesús, cumplir sus mandamientos, que nos amemos. No hay más. En este nuevo ecosistema todo cuanto pidamos nos será concedido, porque, desde la autenticidad, pediremos lo mismo que pedía Jesús: que todos seamos uno.

Así permaneceremos en Dios y él permanecerá en nosotros por el Espíritu que nos anima. Jesús permanece en el padre y nosotros, permaneciendo en Jesús, nos unimos al Padre, que es el objetivo final de todo porque en esa unidad esencial estamos todos implicados. Es la imagen de la vid y los sarmientos. El fruto que damos es la gloria de Dios y es la revelación definitiva. Es obra nuestra en colaboración con él y nada tiene que ver con glorificaciones rituales. Está, por el contrario, asentada en la vida, en el seno de la comunidad, el amor entre los hermanos es la gloria de Dios; es la realización de su plan inicial. Es el amor que vence dificultades y alcanza incluso a los que están fuera. No hay frontera que pueda parcelarlo, por eso pierde sentido cualquier división. Es la vida que surge cuando nos dejamos fecundar por el Espíritu que sopla donde quiere. Esto es lo que se nos concede: permanecer unidos en el amor que es Dios. Ser todos juntos. Ser uno como Jesús y el Padre unidos en el Espíritu. El Espíritu no es un ente abstracto que nos adhiere. Es la realidad de la relación que se da entre el Padre y el Hijo y entre Jesús y nosotros y nosotros y Dios; es el aliento de Dios que reposa en la comunidad y la lleva hacia la profundidad de cada uno. Es el vínculo que existe entre propios y ajenos. Es el cuidado por los pequeños y los olvidados. La renuncia a esta invitación solo puede aportar sequedad; pero no es una condena, es una elección personal. La invitación es universal, aceptarla depende de cada uno.

 

Todos juntos


 


 

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