miércoles, 31 de diciembre de 2025

TRES PROPÓSITOS. Año Nuevo. María, madre de Dios.

01/01/2026 – Sta. María, madre de Dios

Tres propósitos

Núm 6, 22-27

Sal 66, 2-8

Gál 4, 4-7

Lc 2, 16-21

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Para muchos es costumbre terminar el año haciendo balance de lo ocurrido y lo vivido, de lo bueno y de lo malo. También es frecuente formular buenos propósitos para el año que llega. En ambientes creyentes estos análisis y proyectos se acompañan con una acción de gracias. La liturgia de hoy retoma nuestras raíces judías y nos propone comenzar el año con una bendición. Con ella deseamos a quien la recibe que el Señor le bendiga, le guarde, tenga misericordia con él y le conceda la paz. Cuatro acciones concretas por las que Dios da a conocer su rostro. Es él quien provee de lo necesario, protege, favorece y restituye; él brinda reposo y sustento, te cuida, te conoce lo bastante para mirarte siempre con bondad y pone a tu alcance aquello que otros te niegan. Esta es la famosa bendición sacerdotal del libro de Números, pero no lo es por ser exclusiva de los sacerdotes, sino por ser propia de un pueblo llamado a ser, en conjunto, para todos los demás, camino hacia Dios. El salmista explicita este carácter mediador. Todo el pueblo es destinatario y pronunciador y, en cuanto tal, actor que procura para los demás aquello que les desea.

Dios mismo quiso ejercer su papel tutelar en primera persona y se decidió a hacerse hombre. Posiblemente ese era su plan desde el principio. No se hizo humano por rendición ni desesperación, sino por amor. Dios ama pródigamente. Se niega tanto a sí mismo que se hace uno como nosotros, pero para poder serlo necesita tener una madre. Los judíos, que no entendían que alguien fuese judío si no procedía de una madre judía, nos transmitieron a los cristianos este valor decisivo de la maternidad de María. Es madre de Dios que se hace hombre, porque sin ella no sería hombre verdadero. Es cierto, sin embargo, que, fuera de los primeros momentos, el papel da poco protagonismo a aquella buena aldeana que, de momento, lo guardaba todo en su corazón. Es allí, en el centro del ser, donde se pondera la vida y desde allí surge el Dios hombre que María pone a nuestro alcance. Ella le hace presente. También nosotros estamos llamados a hacerlo presente. A ser madres, a dar a luz a Dios, en definitiva. A poner nuestra humanidad como tierra fecunda en la que él pueda hacerse local en coordenadas concretas; en la que pueda florecer y hacerse accesible para todos.

Dios nació bajo la ley, no podía ser de otro modo, se encontró sometido a los mismos condicionantes que todos y de todos ellos se liberó. Dirán algunos que esto fue posible porque era Dios, pero lo cierto es que lo hizo siendo humano y poniéndose en diálogo con el Padre. Nos mostró un camino. Fue Dios-con-Nosotros siendo plenamente hombre. Si no habría sido una aparición, mera ilusión. Por todo esto no somos herederos de una gloria futura sino de la experiencia vital del pueblo de Israel, de la de María y de la del mismo Dios hecho carne mortal. Israel, aunque fuese en la piel de individuos concretos, sabios y profetas, muchos de ellos anónimos, superó su exclusivismo y se abrió a todos los pueblos; María quiso y supo criar a Dios y, a pesar de las restricciones que su tiempo imponía a las mujeres, hizo de él un varón equilibrado y amoroso y Dios, pese a que la Ley hablase tanto del peso del pecado, vivió en Jesús la grandeza de la humanidad a la que llevó, creemos nosotros, a su máxima expresión. Estamos lanzados hacia una humanidad que espera una bendición real, efectiva, que derribe fronteras, que borre barreras y acompañe en la profundización de lo humano.

 

Madre de Dios de Yakhrom (Vladimir, Rusia)

 

 


 

Que en este año que comienza sembremos paz para todos.

 

 

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