sábado, 9 de marzo de 2024

CON LO QUE YO TE QUIERO... Domingo IV Cuaresma

10/03/2024

Domingo IV Cuaresma

Con lo que yo te quiero…

2 Cro 36, 14-16. 19-23

Sal 136, 1-6

Ef 2, 4-10

Jn 3, 14-21

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Todas las vicisitudes vividas por el pueblo de Israel ayudaron a confirmar su identidad y a aposentar su experiencia religiosa. Dios les había hablado y elegido pero ellos eran difíciles. Eran un pueblo en busca de sí mismo y querían ser como todos los pueblos. Era más sencillo eso que criarse según la voluntad que Dios les iba revelando. Por esta razón buscaban siempre atajos y se servían de otros modelos. Erraban el tiro. Este es el significado de la palabra “pecado” en los textos bíblicos. Y tras el yerro, Dios intervenía. A este pueblo impulsivo la sanción le servía siempre para reflexionar. Esta es la experiencia que recuerda hoy el salmista. Y junto a esa nostalgia viene también el anhelo de futuro, la determinación de un cambio que, pese a presentarse con marchamo decisivo, terminaría por hacer aguas más pronto que tarde. Con este vaivén el pueblo iba aprendiendo y Dios terminaba por mostrar siempre su misericordia. Así nos lo relata el segundo libro de las crónicas. El destierro en Babilonia fue vivido como el castigo merecido que concluyó con la llegada del Mesías Ciro, enviado por Dios para liberar a su pueblo. El emperador persa extendió sus fronteras liberando a pueblos dominados por otros gobernantes y al derrotar a Nabonides permitió a los judíos volver libres a su tierra. Dios actuaba en la vida de su pueblo mediante la intervención de otros.

Hasta que llegó el momento en que decidió actuar en persona; en persona humana. Jesús tiene conciencia de ser enviado del Padre pero no para ser un libertador político como Ciro o Moisés, sino para mostrar cuál es el error de cada uno. Este error, desde la noche de los tiempos, era inducido por la serpiente. La serpiente es un ser real. Es un habitante del mundo; no es un tentador inmaterial. Esta naturaleza viene a decirnos que nuestra tentación es siempre real y concreta y que seguirla será gratificante. A nadie le tienta un “espíritu”. Jesús nos dice que será izado como la serpiente en el desierto a la que todo mordido debía mirar para ser sanado; que su actitud y su vida concreta será un espejo en el que podamos contrastar la nuestra y ver en qué fallamos. Esta es la iluminación definitiva que pondrá al descubierto la maldad o la bondad de cada acto; de cada persona. El famoso juicio final consiste en que cada uno elija entre muerte y vida y tiene lugar cada momento, cada día. Se da en cada elección que lleva a la vida plena para el mundo, para todos, para los prójimos y para mí mismo, o no; es la acogida o el rechazo de esta luz decisiva que Dios envía.    

Y la envía por pura misericordia; porque él es eso mismo. Y por su misericordia estamos ya, según pudieron escuchar los efesios, resucitados y sentados junto a Cristo Jesús. Estamos ya resucitados pero no terminamos de reconocer la luz que somos y vivimos todavía como si tuviéramos que conquistar ese lugar en el corazón del Padre cuando él no se cansa de decirnos: “Con lo que yo te quiero ¿cómo te voy a dejar fuera?” Posiblemente, el día que nos creamos merecedores de ese amor incondicional podremos aceptar que todo es gracia y que no tenemos que hacer nada para conquistar a quien ya nos ama rendidamente. Ese mismo día comenzaremos a vivir lo que ya somos de cara al exterior y ¿qué podremos ser entonces si no el amor mismo que nos habita? Ese mismo día el Reino crecerá lo suficiente para acogernos junto a todos aquellos a los que nos aprojimamos.


Con lo que yo te quiero...




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