viernes, 23 de noviembre de 2018

JESUCRISTO, REY. EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO.


25/11/2018
Jesucristo, Rey. En la tierra como en el cielo.
XXXIV Domingo T.O.
Dn 7, 13-14
Sal 92, 1-2. 5
Ap 1, 5-8
Jn 18, 33b-37
No de aquí. No de este modo. Parece que estas son las dos cosas que Jesús le dice a Pilatos. Y da la impresión de que hemos dado prioridad tan solo a la primera de ellas. No es de aquí, mi reino es de otro mundo, está en otro lugar diferente, ajeno a éste. Creo que no es así. Si nos centramos en este punto de vista acabaremos creyendo en un reino ultra mundano, que es tanto como decir extra terrestre. No acabamos de entender que lo que en realidad define a ese reino diferente no es lugar, sino el modo en el que en su seno se hacen las cosas. Esto lo deja claro Jesús: “Si mi reino fuera de este mundo, los míos habrían luchado para que yo no cayera preso, pero mi reino no es de este mundo”, no es como éste, sino que en él, dice Jesús, no hacemos las cosas como en otros se acostumbra a hacerlas.
Según la costumbre habitual se recurre a la violencia para intentar evitar aquello que nos contradice. Jesús, en cambio, propone renunciar a la violencia, aunque eso signifique que las cosas se pongan mal para ti, pero si a todos amas como a ti mismo ¿Qué papel puede jugar ya la fuerza? Nosotros buscamos tener razón y renunciamos a la verdad porque nos parece imposible encontrarla. Jesús se postula como testigo de la verdad sin detenerse a examinarla, sino poniendo en práctica en su vida aquello que aprende del Padre y que descubre como verdadero pues da sentido a sus días.  Por eso es importante para él saber de dónde surge la pregunta, si eso que dice Pilatos se lo plantea por sí mismo o si sólo repite lo que le han dicho, porque sabe que cualquier buscador honesto de la verdad podrá entenderle. Pero el gobernador tenía ya su lealtad entregada al imperio; él estaba ya con los triunfadores, sólo necesitaba mantenerse allí. Jesús, en cambio, era fiel al Padre sin reserva alguna, hasta el punto de ser primogénito de entre los muertos. Antes de venir entre las nubes descendió hasta el infierno de la incomprensión, del abandono, de la inhumanidad, de la utilización… Afirmamos que la resurrección de Jesús fue la respuesta de Dios a la muerte injusta y violenta de Jesús, con ello decimos también que Dios es tal como Jesús nos lo presentó. Podemos decir también que la muerte de Jesús fue la garantía de que nunca se apartó del corazón de Dios. ¿Por qué lo mataron? Porque fue fiel, porque fue molesto para el poder, porque todos temieron que sus palabras provocasen un vuelco del sistema. Para muchos, Dios estorba siempre.
Para otros es la última esperanza. Es la esperanza de que si sus opresores buscan la verdad con sinceridad podrán descubrirla también viva en su interior. Es la esperanza de que las cosas pueden llegar a ser distintas, de que el Reino ha florecido ya en este mundo y se empieza a construir desde los infiernos humanos, porque es allí donde residen los hijos de Dios que intentan ofrecer al mundo su verdad. Quebrantar la cadena de violencias cotidianas, grandes o pequeñas, aun a costa de la propia vida, es señal de esa esperanza. Es este mundo el que está llamado a ser Reino. Es este mundo el que está llamado a asemejarse al cielo, pues el cielo no es la residencia de Dios, del Amor Original que actúa entre todos los hombres, sino que el cielo crece allí donde ese Amor se hace real; está donde está Dios. Comienza a ser allí donde los hombres se aman como Dios les ha amado. 

En la tierra como en el cielo

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