jueves, 15 de noviembre de 2018

LAS SEÑALES SE VAN CUMPLIENDO. Domingo XXXIII Ordinario.


18/11/2018
Las señales se van cumpliendo.
Domingo XXXIII T.O.
Dn 12, 1-3
Sal 15, 5. 8-11
Heb 10, 11-14. 18
Mc 13, 24-32
Cerca del fin de año, Jesús anuncia su regreso definitivo en medio de fenómenos espectaculares. Llegado el momento, el sol y la luna se apagarán y las estrellas caerán. Ya no habrá nada conocido que alumbre el mundo, cualquier luz cesará y tan sólo será perceptible la iluminación que provenga del Hijo del hombre, visible ya para todos. Se presenta a sí mismo como el cumplimiento de las antiguas tradiciones de su pueblo y se identifica con la figura prometida por Daniel para gobernar el mundo, pero los pueblos ya no le son entregados, es él mismo quien los reúne reagrupando a los suyos desde los cuatro rincones del mundo, venciendo incluso a la muerte, el gran enemigo. “Miguel” es la personalización de la pregunta que lleva por nombre: “¿Quién como Dios?” Nadie, tan sólo él podría haberlo logrado. Para todos se hará evidente que Jesús y Dios deben estar relacionados de algún modo íntimo y personal. Los suyos son los sabios, aquellos que aceptaron la sabiduría de Dios y despreciaron la mundana y ya brillaron para muchos como estrellas. Ellos serán los guías que iluminen de ahora en adelante. Todos ellos van llegando ya para unirse a él y ésta es la señal definitiva. Se acerca el verano, la preeminencia del nuevo sol, la recolección de las cosechas. A todo hombre y mujer se le ofrece el perdón y en su mano está aceptarlo o no. En la siega se espera recoger personas que acepten este perdón definitivo y no vivan ya obsesionadas por sus pecados y por su reparación.
Una persona sabia es quien acoge el perdón gratuito de Dios que Jesús obtiene para él por su sacerdocio único y se propone vivir sin que sus fallos marquen su camino, sin la obsesión de purificarse una y otra vez, abierto al don de Dios y embarcado en el mar de la fraternidad. Lo es también quien viniendo de otros horizontes se ha liberado ya de la culpa y vive en su propia tradición libre de sacrificios y rituales impersonales y de violencias estériles, abierto a la comunión con todos y centrado en buscar en su interior y en los demás la verdad que le humaniza y le pone en relación con Dios, le llame como le llame. También lo es quien en medio de su pobreza sabe reconocer el rostro del Dios que tiene predilección por él y sabe unirse a sus compañeros para perseguir juntos la justicia y la paz a la que tienen derecho como hijos de Dios.
Los sabios se van reuniendo ya. En el seno de nuestra tradición cristiana surgen vientos de cambio, un Ruah incontenible que va dejando atrás capillismos y sacristías para colocarse en el centro del mundo, en el ágora de nuestro tiempo, superando antiguas tentaciones de replegarse al interior de sepulcros vacíos. Se unen a gentes de todas las otras tradiciones que también dejan atrás sus sepulcros para buscar juntos la verdad sobre el nuevo sol, para derribar muros y construir una ciudad nueva. Y, especialmente estos días, se les unen también caravanas de desheredados y flotas de pateras que  llevadas por el mismo Ruah han decidido ponerse en pie para decir basta y caminar o navegar hasta la frontera de su mundo para llamar allí a la puerta de un imperio que pretende dejarlos fuera. Incluso en el seno de ese imperio van surgiendo también focos de resistencia donde los empobrecidos son tratados como seres humanos capaces de construir su propio futuro y preguntar por la dignidad arrebatada. 

Las señales se van cumpliendo.

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