sábado, 28 de marzo de 2020

SI HUBIERAS ESTADO AQUÍ. Domingo V de Cuaresma.


29/06/2020
Si hubieras estado aquí
Domingo V Cuaresma                                                      Para ver las lecturas pincha aquí
Ez 37, 12-14
Sal 129, 1-4. 6-8
Rm 8, 8-11
Jn 11, 3-7. 17. 20-27. 33b-45
“Si hubieras estado aquí…” Esta frase se oirá repetidamente en estos días tan inciertos. Es la expresión de la impotencia. Cuando ya no queda nada más que podamos hacer comienza ese espacio en el que toda persona queda confiada al cuidado de Dios, o al de nadie, depende. El amor por su hermano lleva a Marta a expresarle esta convicción a Jesús, posiblemente con un fuerte componente de reproche por su tardanza. El amor por los nuestros mueve también nuestros corazones hacia el reproche. Pero mira: sólo es capaz de un reproche auténtico, enrabietado y visceral, quien tenía confianza en aquel que le ha fallado. Marta creía en Jesús como el mesías definitivo, el Cristo. Esta confesión que nos pasa aquí casi desapercibida, escondida tras el telón del milagro que todo lo devora, constituye en los tres sinópticos el punto crucial de inflexión que todo lo transforma. A partir de ahí Jesús comienza su viaje final a Jerusalén. Como nosotros, Marta cree en Jesús desde antes del desenlace al que nos acercamos, pero la muerte de su hermano la coloca frente a la fragilidad propia del ser humano y proyecta su fe hasta ese futuro incierto que es “el fin de los tiempos”.  Jesús le muestra que no existen los futuros utópicos; existe el presente. En Dios todo es un eterno presente y Lázaro vive ya en ese atemporal seno amoroso. El umbral de la muerte abre una vía de dirección única hacia la Vida.
Lo había profetizado ya Ezequiel. Dios nos dará su Espíritu y nos colocará en la tierra definitiva. Ningún sepulcro devorará a quien sea depositado en él. Pablo intenta decir lo mismo en diálogo con la filosofía griega pero sus palabras nos dejan el regusto de una dualidad que terminará por condenar al mundo y lo carnal y a nuestra sensibilidad moderna le repelen estas afirmaciones. Hay que hacer un esfuerzo por explicar que no es lo malo el cuerpo, sino aquello que lo esclaviza y lo ata, como atado estaba el pobre Lázaro. Es la inmovilidad lo que gangrena los miembros y el Dios Padre del que nos habla Jesús se ha decidido a no dejar nada quieto, a inocular su Espíritu en todo ser humano. El Espíritu es el dinamismo de Dios. Dios no ama; Dios es amor. Y el amor es salir permanentemente de sí para ir hacia el otro.
La resurrección de Lázaro es el anticipo de todas las resurrecciones. Lo que Marta y su hermana María comprendieron es que su idea de la muerte estaba equivocada y que Lázaro, sin ataduras, era ya perfectamente libre. ¿Qué podremos decir ante la desesperación de quien ve traicionada su confianza? Nada, salvo mostrarles nuestro propio amor como sacramento del que ahora niegan y dejarles ver que desde la hondura de donde nace su grito puede también volver a brotar la esperanza.
Volvamos por unas pocas líneas a las palabras de Pablo porque  sí que nos sirven para comprender qué podemos colocar en el fondo de nuestra alma para no desesperar: el espíritu de Jesús. Él se puso a disposición de Dios,  amó como Dios ama: prestando especial atención a los más pequeños y no con irenista imparcialidad. Podemos, como él, acompañar a quienes no pudieron ni decir adiós para decirles que todo su dolor no solo surge, precisamente, desde el amor sino que es también amor y que el mismo amor que sostiene ahora a quienes se fueron les sostiene también a ellos. 

Si hubieras estado aquí

Para Alfredo, Loles y toda la familia
y para tantos otros...

No hay comentarios:

Publicar un comentario