sábado, 11 de abril de 2020

DESPIERTA Y SAL. Sábado Santo.


11/04/2020
Despierta y sal.
Sábado Santo.
Hb 4,1-13
“Despierta tú que duermes”
No existen celebraciones litúrgicas para el día de hoy. Pero la Iglesia sigue orando y en su Oficio de lecturas propone estos dos textos como marco. El primero de ellos es un capítulo de la carta a los Hebreos que comenta y explica lo escrito en el capítulo anterior con una metodología exegética típicamente judía. Habla del descanso de Dios en la creación como el destino final de todos los creyentes. Muchos en Israel no pudieron acceder pues, desengañados de la promesa de Dios, se perdieron en querellas y provocaciones. Sin embargo, afirma también, la Palabra de Dios es viva y eficaz, cortante como espada de dos filos. Jesús es identificado con esta Palabra. Por eso, en esta nueva alianza, nuestra respuesta ante su invitación a seguirle es lo que nos define ante ese Dios que nos convoca a su descanso.
Sin embargo, Jesús yace ahora muerto sobre una losa.
El segundo texto que hemos titulado “Despierta tú que duermes” es una antigua homilía anónima de los primeros siglos del cristianismo. Puedes leerla aquí. En esta homilía Dios, dormido en la carne de Jesús, se presenta en el inframundo para buscar a Adán y a Eva, a la humanidad entera que fue creada a su imagen y semejanza para decirle: despierta, tú que duermes… pues vengo a liberar a los encadenados, a iluminar a los que viven en tinieblas y a levantar a los dormidos. Juntos, la humanidad y Dios forman “una sola e indivisible persona”. En cada Adán y en cada Eva habita Dios en unidad inseparable con él y en ese interior habita en forma humana; compartiendo todo lo común que la humanidad comparte entre sí y con Dios. ¿Qué nos une a Dios? La humanidad ¿Qué nos une al resto de hombres y mujeres? Dios ¿Cuál es nuestro destino final? El trono de los querubines. Saboreemos todos los detalles reconociendo en ellos el gusto de las imágenes antiguas; no hagamos de ellos un dogma de fe, sino quedémonos con lo esencial. Primero, a unidad de Dios y la humanidad es también la unidad de cada persona con Dios y con todas las demás y, segundo, fuimos creados para la eternidad, para compartir el descanso de Dios, no para la muerte, que no pasa de ser un sueño; una estación de tránsito. Aquí reside la dignidad de toda persona.
En esta Semana Santa que vamos viviendo en la intimidad de nuestras casas, recogidos por la amenaza del virus podremos reconocer que nuestros hogares se parecen a una tumba por fuera: cerrada y limitante. Pero también, en la gran mayoría, podremos ver parecido también por dentro, pues en ellos existe la vida y se comparte la intimidad entre nuestra familia y Dios pues la unidad, recordemos, se da en la humanidad. Aunque sea una humanidad no confesante. Creer en la humanidad y vivir en consecuencia es ya una creencia y una forma de vida religiosa pues reconoce en ella aquello que es motivo de unidad y que la eleva por encima del simple hecho de existir. Hay una orientación hacia la trascendencia.  
El sentido de nuestras celebraciones caseras es explicitar esa intimidad e identificar esa trascendencia. Es necesario para nosotros pero puede no serlo para otros ¿Para qué rezar y celebrar aun estando distanciados unos de otros? Para vivir activamente la espera de una resurrección que podrá no coincidir con nuestra salida al exterior, del mismo modo que la resurrección de todos los difuntos se ha producido ya, aunque los veamos aún presos tras las losas, pero podrá producir en nosotros una transformación real. Estar aquí confinados, como ya nos lo han dicho miles de mensajes de Whatsapp, es una metáfora del verdadero volverse hacia el interior de cada uno y de nuestras familias y comunidades. Este año se nos hace más consciente este profundizar en nuestra propia realidad y descubrir en ella esa humanidad que nos une a todo. Detectar en ella lo que todavía queda por sanar, por avivar, y ponerlo en funcionamiento. Eso es despertar. Y podemos ir viviendo ya esa transformación, en nosotros o en quien está junto a nosotros, aunque aún no podamos corretear libremente como hacen ya quienes nos precedieron en el sueño.

"Despierta y sal"
Detalle de un díptico anónimo de la Pasión (ca. 1325) Louvre OA 7274


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