viernes, 10 de abril de 2020

EN TUS MANOS ABIERTAS. Viernes Santo


10/04/2020
En tus manos abiertas
Viernes Santo                                            Si quieres ver las lecturas pincha aquí
Is 52, 13–53, 12
Sal 30, 2. 6. 12-13. 15-17. 25
Heb 4, 14-16; 5,7-9
Jn 18, 1–19, 42
Era un riesgo, sí, pero seguro que aquel pequeño grupo no creyó que su pequeña pero vital aventura terminara así. Pequeña porque en el fondo no eran más que un insignificante grupo de hombres y mujeres procedentes de Galilea; campesinos, pescadores y artesanos que iniciaron un camino fascinados por aquel hombre que terminó suspendido de un madero como un malhechor cualquiera. Vital porque esa fascinación nacía de un encuentro que había movilizado todo su ser. Fue para todos un auténtico choque encontrarse con él. Un enamoramiento absoluto. Se jugaban en esto el sentido de sus vidas; junto a él todo cobraba una dimensión nueva y diferente. Ahora, en cambio, ya nada tenía sentido alguno.
Tan diferente y tan nuevo era que el mundo lo ha expulsado, incapaz de digerirlo. Les llegan ahora los ecos de los profetas, de los que tanto les había hablado él, sobre todo en los últimos meses. Pero todo eso tan antiguo no parece tener ya ningún valor. Nada podrá volver a ser como antes porque eso de antes es donde se amparan sus verdugos. Más aún, eso de antes es lo que él decía haber venido a completar y ha muerto afirmando haberlo cumplido todo. Él ha muerto hoy. Ha llevado la peor parte, sin duda, pero algo muy hondo ha muerto también en ellos. La llama que prendió en sus corazones es a esta hora un rescoldo apenas humeante. Lo antiguo ha quedado desenmascarado y lo que había surgido se ha extinguido como un pábilo vacilante ahogado por un matacandelas. No queda ya nada más que el hueco que acoge su cuerpo…
Sin embargo, aquellos hombres y mujeres aprendieron con el tiempo a leer con ojos nuevos los mismos textos que se les habían quedado vaciados de sentido y así encontraron que a ese siervo sufriente se le está augurando un fututo dichoso: “Tendrá éxito, subirá y crecerá mucho…”. Recuerdan que, por encima de todo, confió siempre en el Señor, de quien sabía que haría brillar su rostro sobre él y por eso no dijo nunca nada a escondidas, ni al pueblo ni a las autoridades y, aunque deseaba vivir no rehuyó beber el cáliz que el Padre le acercaba.
Andando los años nosotros hemos comprendido que existen dos formas de llegar a la cruz. Que te la impongan desde el poder establecido sobre su poltrona o que tú la aceptes como consecuencia de elegir compartir la suerte de los abandonados. Esta segunda fue la manera en que le llegó a Jesús. No fue una imposición de un dios sediento de reparación. Al contrario, el Dios de la vida, es el que nos llama para compartir la nuestra con aquellos a quienes es arrebatada por cualquier causa y en cualquier parte. Cualquier otra dificultad, circunstancia o adversidad no es una cruz, pero puede ser aceptada y vivida como si lo fuera. La cruz es siempre lugar de encuentro; con Dios y con los demás. En la cruz se revela la verdad de cada uno: del que sufre y del que le acompaña, del que hace sufrir y del que se evade y la verdad de Dios que acompaña y sostiene. Pero aceptarla no significa callar ni resignarse ¿Qué denuncia más fuerte que la del propio Jesús muriendo como cualquier esclavo o reo político? ¿Qué revelación más clara de la naturaleza y verdad de Dios? Ante la realidad feroz sólo nos queda ponernos en las manos abiertas de quien se hace indefensión absoluta.

En tus manos abiertas

1 comentario:

  1. Manos abiertas pues la vida en Dios es abierta, es libertad liberación, atados sólo a él...
    Dios matricial, que nos lleva en sus entrañas
    Su esperanza somos
    Esperanza de lo Real

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