sábado, 26 de febrero de 2022

DE DENTRO AFUERA. Domingo VIII Ordinario.

27/02/22

De dentro afuera

Domingo VIII T.O.

Eclo 27, 4-7

Sal 91, 2-3. 13-16

1 Cor 15, 54-58

Lc 6, 39-45

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Cada uno carga con la viga que su propio corazón coloca en sus ojos. Todos estamos convencidos de ver el mundo tal como es, sin asomo alguno de duda. Pensamos que conocemos según vemos, pero no es así sino que, en realidad, vemos según conocemos. Conocer implica siempre un encuentro y exige un acercamiento. Y de este movimiento surge el modo en que vemos, valoramos, la realidad y todo lo que contiene. No nos acercamos a las cosas a pecho descubierto sino que lo hacemos mediatizados por la comprensión que, desde diferentes confluencias, nos vamos forjando de la realidad. Esta comprensión nos sirve de guía y de intérprete por eso nos cuesta tanto desprendernos de ella.

Como estamos convencidos de nuestra razón nos sorprende que los demás no caigan rendidos ante ella. Esto es sólo un fallo de enfoque. Existen tantas perspectivas como personas y es difícil llegar con facilidad a un consenso. Pero, además, las lecturas de hoy nos dicen que existe gente mala. Son aquellos que quieren imponer su visión a los demás. Jesús les llama hipócritas con todas las letras. Al hablar sus palabras les traicionan. Si sólo tuviésemos la primera lectura esta reflexión podría llamarse “elogio de la conversación”. Estamos allí ante la percepción filosófica de la verdad que, en el conjunto del libro, se pondrá en conexión con la duda existencial, con la sabiduría, con el reconocimiento de la intervención de Dios en la historia y con la exigencia de justicia. Jesús da un paso más y afirma que cada uno saca de sí aquello que lleva dentro. Porque hablar, para Dios, es crear desde sí mismo y para nosotros, sustentar nuestra propia acción; dar razón de lo que somos y hacemos; darnos sentido. Es la intención del ser humano la que aflora en la palabra y, sobre todo, en la acción de cada uno. Así, la palabra y la acción muestran la intención. Y la intención revela lo dañada o sana que está la naturaleza de quien la proclama o realiza.

No creo que Jesús afirmase rotundamente que existe gente mala. Pero sí que existen personas heridas en lo más hondo. Normalmente, todos nos empeñamos en mantener esa palabra, esa perspectiva, ese modo de hacer las cosas. Nos hace falta caer en la cuenta de que sólo el bien puede absorber el mal. Estos dos no son una dualidad irresoluble. El mal será vencido cuando las relaciones sociales se transformen según los criterios de Jesús, que nunca lo utilizó como respuesta ni como provocación. Así nos lo dice Pablo. El pecado es el mal producido a los demás. Punto. Es el daño que hacemos buscando nuestro beneficio y amparándonos en la fuerza e la ley; de la lógica humana de acción y reacción. Frente a eso sólo nos queda la respuesta activa y no violenta de Jesús: acepta los riesgos; denuncia y condena con la intención de sanar; interviene proporcionadamente buscando evitar el mal que daña a los inocentes… Silencia tu odio y ora. Dios es amor que habita en ti. No intervendrá milagrosamente desde algún cielo para responder cadenas de oración porque no está ahí arriba esperándolas. Vivimos a la intemperie pero podemos asociarnos con muchos otros  desde nuestro amoroso centro divino y desde ahí exigir justicia como Ben Sirá en el Eclesiástico, como Pablo en sus cartas y como Jesús durante su vida para que todos puedan llegar a gozar en persona la esperanza del salmista.

 

De dentro afuera

 

Por todos los inocentes

sábado, 19 de febrero de 2022

ENTRENANDO. Domingo VII Ordinario.

 20/02/2022

Entrenando

Domingo VII Ordinario

1 Sm 26, 2. 7-9. 12-13. 22-23

Sal 102, 1-4. 8. 10. 12-13

1 Cor 15, 45-49

Lc 6, 27-38

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Leíamos la semana pasada el pasaje de las Bienaventuranzas, celebrando la claridad de Jesús. También aquí es claro: sed compasivos. Como ya sabemos, los autores del Nuevo Testamento escribieron en griego y la palabra que aquí usa Lucas para hablar de compasión es oiktirmós, que hace referencia a una compasión visceral que surge desde las entrañas, muy en consonancia con la expresión hebrea rahamim, que nos haba de las entrañas maternales de Dios. A Dios la compasión le brota desde lo más profundo. Jesús nos dice que busquemos en nuestro fondo más íntimo. En la profundidad más estilizada que solemos llamar alma o corazón o esencia o interioridad, pero también, como insiste el Antiguo Testamento, en ese fondo físico, mucho menos lustroso, que identificamos con órganos, vísceras, tripas o asaduras.

La misericordia surge desde la profundidad de la naturaleza humana, tal como lo hace desde la divina, y desde allí va desarrollándose. Afirma Pablo que lo primero es lo animal, lo terreno, y después surge lo espiritual que él considera mucho más elevado. Así pues, lo terreno, la animalidad no es mala; es el punto de partida, la condición de posibilidad. El autor del libro de Samuel nos presenta un episodio que claramente evidencia la superación de la escala animal: pese a tener ocasión, David renuncia a matar a su enemigo por respeto a una justicia que él considera, como Pablo, superior. Jesús se sitúa en la misma línea davídica. No sólo hay que procurar el bien, sino que hay que evitar el mal. Pero esto no es automático. Se entrena, se trabaja. Y para desarrollar esa capacidad nos ofrece “ejercicios” concretos que fomenten el hábito de no responder cruentamente. No nos pide que nos transformemos primero en seres de luz para comenzar entonces a ser buenos, sino que nos muestra cómo, siendo buenos, podremos vencer finalmente el impulso más irracional que responde a la violencia con más violencia. Esta actitud conlleva esfuerzo y ese esfuerzo es mérito que nos coloca en otra posición: nos abre las puertas a una nueva percepción de la realidad, de Dios, de los demás y de nosotros mismos. Desarrollando esa nueva percepción nuestro hábito terminará siendo virtud; seremos virtuosos. No al final, sino durante el esfuerzo.

Nuestro premio estará entonces en conocer el mundo tal como Dios lo conoce, aunque sea de poco en poco cada vez. Y Dios conoce el mundo tal como realmente es porque nada escapa a su juicio, a su opinión, a su valoración y su juicio es misericordioso, como nos recuerda el salmista. Amar al enemigo es imposible sin compartir el juicio, la perspectiva, el acto mismo de Dios. Es sintonizar nuestra entraña, nuestras vísceras y corazón en la misma onda que Dios. Ya no tiene sentido actuar esperando un premio. Jesús propone que actuemos desde nuestra igualdad esencial con todos y eso no sirve tan sólo para exigir nuestros derechos sino, sobre todo, para respetar y luchar por los de los demás. Por eso es posible amar al prójimo como uno mismo y esperar que puedan entenderse el amor al enemigo y la entrega gratuita de uno mismo. Las promesas finales de Jesús no son un mero consuelo, sino su promesa personal de que el camino que propone puede liberarnos de cualquier atadura,  corporal o espiritual, para abrirnos al amor universalizado.


Entrenando


sábado, 12 de febrero de 2022

ENRAIZARSE JUNTO AL MANANTIAL. Domingo VI Ordinario

 13/02/2022

Enraizarse junto al manantial

Domingo VI T.O.

Jer 17, 5-8

Sal 1, 1-4. 6

1 Cor 15, 12. 16-20

Lc 6, 17. 20-26

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Jesús se muestra aquí especialmente concreto y no deja ninguna duda sobre a quienes está llamando felices. Donde sí caben las dudas es en las razones de la alegría que predica. Además, el conjunto de las lecturas invita a pensar en que la promesa de reparación por el daño sufrido va a demorarse sine die. Así podría argumentarse si tomamos al pie de la letra la poética lectura de Jeremías llamando a confiar en el Señor por encima de todo. También el salmista insiste en este punto y el pasaje de la carta de Pablo parece remitir a la existencia futura como el ámbito en el que todo se solucionará, presentando la resurrección de Jesús como garantía de restauración definitiva. El evangelio, por su parte, alude nuevamente al futuro sin acotación alguna que permita intuir cuándo ni cómo se cumplirá tal promesa dejando, además,  en pie la misma imprecisión para quienes por ahora escapan a la necesidad. Esta interpretación es propia de una cruel imagen de Dios que le concibe como un ser que permite un sufrimiento real pero transitorio garantizando que lo importante es la bienaventuranza eterna.

Sin embargo, podemos afirmar, viendo en su conjunto la trayectoria y las palabras de Jesús, que él nunca ha defendido el sufrimiento ni el dolor. Todo lo contrario. Su fama de taumaturgo y curandero le viene, precisamente, de procurar la sanación para muchos con los que se encontraba. Esta gratuita sacralización del hambre, la sed, la pobreza y la incomprensión no tienen ningún sentido en él. Tengo para mí que es ésta última, la incomprensión, la que nos puede dar la clave de todo.

Incomprensión es la cara visible de la cerrazón en el mal. Quien mantiene en beneficio propio estructuras malignas que dañan a otros, porque en eso consiste el mal, ni comprende ni consiente que sus acciones sean criticadas o contestadas en modo alguno y la respuesta que valoran como más eficaz es un buen ataque. En el polo opuesto, quien denuncia las situaciones injustas está auto-condenándose a cargar con esas represalias y terminará sufriendo con los que lloran y pasan hambre o sed. El mal gratuito ni trae la felicidad, ni es querido por Dios. Sin embargo, la felicidad que produce la realización de una acción congruente con la propia fe es capaz de aceptar el mal que le sobreviene como consecuencia sin verse empañada por ello. Jesús ha bajado de la montaña al llano para hablar el lenguaje del hijo del hombre. Dios ha escapado del refugio místico en el que le recluimos y se hace uno como nosotros. De primera mano conoce el sufrimiento de los suyos y promete un sentido para la vida de todos los que no se olvidan de los últimos a la vez que amonesta a quienes han edificado su vida sobre tanta pasión. Son aquellos quienes han resucitado ya con Jesús y han entrado en una nueva forma de comprender el mundo, de concebir la historia y de relacionarse con Dios y con los demás. Son ellos los árboles que se enraízan junto al manantial y confían en el Señor. Son quienes ponen vida a la esperanza cristiana que no está reservada para una vida ultraterrena, sino que se empieza a vivir ya aquí, aunque todavía no en forma plena. Y es una esperanza abierta a todos; también a quienes no comprenden que esta nueva felicidad sea superior a la comodidad y seguridad que ellos entronizan. El cambio es tan sencillo como complicado.


Enraizarse junto al manantial


viernes, 4 de febrero de 2022

EL MÉTODO JESÚS. Domingo V Ordinario.

 06/02/2022

El método Jesús

Domingo V T.O.

Is 6, 1-2a. 3-8

Sal 137

1 Cor 15, 1-11

Lc 5, 1-11

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A Isaías le llegó la vocación profética en medio de una visión de ángeles que purificaron su boca a fin de disponerle para la labor que Dios tenía pensado encomendarle. Es una imagen que expresa que el profeta no va a hablar con sus propias palabras, sino que acoge como propio el mensaje que Dios le propone transmitir. Por eso, cuando el propio Dios pregunta a quién podría enviar, él se ofrece instantáneamente. Es una decisión libre que podría explicarse con las palabras del salmo. No fue escrito por Isaías, ni siquiera pertenece a una época cercana, sino que, posiblemente, el profeta era deudor de lo que había leído en éste y otros salmos. Interpreta el mundo según esa tradición y valora y agradece que Dios no se detenga frente a su pobreza, el pecado, sino que, muy al contrario, pasa por encima de ello y lo purifica, lo perdona, restañando en sus labios cualquier herida de su alma porque es precisamente la palabra la que expresa la calidad de corazón. Por eso Isaías permanece en su visión cantando, como el salmista, y se ofrece voluntario porque ya no queda nada en su profundidad que le impida dar el paso mismo de Dios: negarse a sí mismo y salir al exterior. En eso consiste la trascendencia; en salir de uno mismo para encontrarse con el mundo, en un primer momento, con los otros en el segundo y, finalmente, con Dios a quien se descubre impulsando y acogiendo en un mismo dinamismo.

Jesús se comporta de modo similar con Pedro. Primero se distancia con él y sus amigos para hacer visible para todos tanto la distancia como el camino a recorrer y luego les lleva a ellos mucho más allá que a los demás para mostrarles que con él pueden pescar más, o implemente pescar, porque la ciencia de Pedro y sus compañeros no se había mostrado muy efectiva. Así, una vez que Pedro ha reconocido que su autosuficiencia no le lleva a ningún sitio, Jesús le hace también su propio encargo. Ser pescador de hombres es mostrarle al mundo que el “Método Jesús” es más positivo y eficaz para todos. No consiste en adoctrinar ni en reclutar sino en transmitir que saliendo al exterior somos más fieles a la semilla que albergamos que anclándonos inamovibles en el mismo sitio de siempre. Y para eso no sólo sirve Pedro, sino todos nosotros.

Pablo insistirá en la absoluta trascendencia que va implícita en la vocación cristiana que ya percibió, como Isaías, según su propia experiencia: “por la gracia de Dios soy lo que soy y su gracia para conmigo no se ha frustrado en mi”. Estamos llamados a la trascendencia absoluta, a la misma resurrección de Cristo. De alguna manera, estamos ya resucitados en la medida en que optamos por un estilo de vida que apuesta por la vida y lleva en sí mismo una promesa de infinitud. Así podemos intuirlo en el testimonio de tantas vidas que nos han dejado ya. En su trascendencia personal para acercarse a todo y a todos, incluidos nosotros mismos, dieron rienda suelta, como los testigos que ya murieron de los que habla Pablo, al impulso que la gracia insuflaba en ellos y construyeron una porción en absoluto pequeña del Reino de Dios. Con su partida dejaron en nosotros un hueco que estamos llamados a transformar  en ofrenda personal para todos los demás y convertir su ausencia en posibilidad, en semilla de una nueva realidad, del Reino.


El método Jesús

Para Oscar, Charo, Alicia, Noelia y familia.
Para Juan, Isabel y familia.
Para Marta y familia.