sábado, 27 de enero de 2024

ELECCIONES. Domingo IV Ordinario

28/01/2024

Elecciones.

Domingo IV T.O.

Dt 18, 15-20

Sal 94, 1-2. 6-9

1 Cor 7, 32-35

Mc 1, 21-28

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La presencia del Señor es abrasadora. Por eso el pueblo pide no escuchar más su voz, ni ver el fuego tras el que él les habla. Lejos de molestarse, Dios comprende que es normal. Es tal la distancia entre él y el ser humano que para ser salvada exige una cantidad de energía que resultará letal para la creatura. Por eso Dios promete suscitar un profeta tan grande como Moisés pero cuyo contacto no dañe a nadie. Él será quien revele la voluntad divina.

Jesús presenta rasgos que hacen pensar a la gente que él debe ser ese profeta esperado. La autoridad de su doctrina llama la atención. Jesús habla en las sinagogas y su palabra se ve reforzada por sus hechos. Predica en un recinto sagrado y actúa extendiendo esa sacralidad fuera del recinto. Hoy le vemos practicando un exorcismo; libera a un hombre de un espíritu que lo domina. Expulsando a esa presencia maléfica el mundo se parece más a la realidad querida por Dios y su reinado se ensancha más allá de los muros de la casa de la asamblea. Es la acción la que confiere autoridad a sus palabras. Lo que dice debe ser cierto, pues hace lo que Dios hace; luego viene de su parte. Destruyendo el mal dilata la sacralidad del mundo. Por su medio, Dios vuelve a invitar al pueblo para que no endurezca el corazón como en los tiempos del desierto. Ellos podrán entonar el canto del salmista como respuesta.

Como Jesús, también Pablo acude a las sinagogas y allí habla. Aunque no todo se reduzca a él, el método tiene su importancia. Para Pablo el fin de los tiempos es inminente y esta circunstancia justifica que se trabaje en exclusividad para acelerar la implantación del reinado de Dios. Como ya hiciera Jesús, ese trabajo se realiza también fuera de las sinagogas. Pablo quiere liberar no solo a los endemoniados de manual, como hemos visto hacer a Jesús, sino a quienes ven lo humano como un impedimento para llegar a Dios. Todas las realidades humanas, institucionalizadas o no, exigen, por su propia dignidad, gran esfuerzo y dedicación. Dios podrá reinar en el mundo a través de ellas cuando se cuiden y cultiven con sinceridad atendiendo desde ellas al bien de las personas, las de dentro y las de fuera. Sin embargo, es posible que haya quien piense que, dedicándose a ellas, se le quita tiempo y entusiasmo a la relación con el Señor. También es posible que haya quien piense que dedicándose a ellas no debe ya ocuparse de nada más. Ambos extremos son desproporcionados. Pablo nos quiere sin preocupaciones en el trato con el Señor, esto es lo principal, y también nos propone una cosa noble: una elección sincera que se realice mirando al propio corazón y valorando las propias capacidades. Este puede ser un tercer criterio para añadir a los dos de la semana pasada. Y gracias a él sanar, liberar al mundo desde el interior de las realidades humanas santificándolas; es decir, separándolas de una concepción privatizante y egoísta para hacerlas plenamente humanas. Es significativo que refiriéndose al matrimonio coloque Pablo en la misma tesitura a hombres y mujeres. No hay distinción posible; en esta institución y en cualquier otra, todos estamos llamados a dar lo mejor de nosotros mismos sin por ello descuidar la relación con el Señor. Necesitamos para ello redescubrir y vivir plenamente lo humano renunciando a enfrentar unos espacios contra otros y promover la libertad para que cada uno y una se injerten dónde y cómo vayan descubriéndose más necesarios y realizados. 

 

James Tissot, El endemoniado de la sinagoga (ca. 1886-1894)

 

sábado, 20 de enero de 2024

PARA EL DISCERNIMIENTO. Domingo III Ordinario

21/01/2024

Para el discernimiento.

Domingo III T.O.

Jon 3, 1-5. 10

Sal 24, 4-5ab. 6-7bc. 8-9

1 Cor 7, 29-3

Mc 1, 14-20

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Se termina la representación de este mundo, dice hoy Pablo. Las cosas van a cambiar. Pero el cambio debe empezar por uno mismo. Así, como hizo Jonás. En la primea lectura de hoy, el profeta aparece obedeciendo el encargo recibido de Dios. Pero la verdad es que este fue el segundo llamamiento; después del primero Jonás echó a correr en dirección opuesta. Así fue como se embarcó rumbo a Tarsis, para ellos el confín del mundo. Sin embargo, los acontecimientos que vivió en su huida le hicieron recapacitar. Estamos hoy ante un profeta renovado. Su experiencia nos dice que Dios no se rinde. Insiste en confiarnos sus planes y pedirnos ayuda, porque sabe que somos los adecuados para ello, aunque nosotros no queramos verlo en un primer momento; algunos tampoco lo vemos en el segundo o en el tercero… tal vez esta insistencia, este volver a escuchar siempre la misma invitación, pueda ser un criterio de discernimiento.

En tiempos de Jesús, los maestros no llamaban a sus discípulos. La verdad es que confiere más dignidad eso de esperar que vengan a ti; da prestigio, quieras que no. Sin embargo, Jesús toma la iniciativa y bordeando el lago ve a Simón y Andrés y a Jacob y Juan y les llama. Igual que Elías, el gran profeta al que algunos esperaban ver regresar, llamó a Eliseo; tal como el mismo Dios llamó a Jonás y a muchos otros. Estos nuevos discípulos, además, van tras Jesús sin dudarlo un momento. Lo cierto es que este seguimiento instantáneo es difícil de creer. Mateo lo cuenta del mismo modo y Lucas introduce una pesca milagrosa para convencer a Simón y a sus compañeros. Juan, como vimos la semana pasada, subraya la mediación del bautista. Parece claro que todos los evangelistas quieren subrayar la actitud desprendida y decidida de los discípulos, de los llamados y evitar así las dudas de Jonás. Estos discípulos pueden, desde el primer momento, hacer suyo el salmo de hoy.

Hoy, que ya no hay bautista, Jesús llama para anunciar el evangelio de Dios. Su reino está cerca. Tendremos que entender “reinado”, mejor que “reino”. Lo que se acerca es el momento en el que el mundo vivirá según los designios de Dios; según sus planes. Los ninivitas ingresaron en ese reinado gracias a Jonás; por eso son importantes los discípulos, los enviados que acepten acompañar a la gente en su descubrimiento de ese plan humanizador que es la voluntad de Dios. A esto se le llamó conversión: es un giro, un cambio de actitud; es descubrir que viviendo de otra forma tu vida tiene más sentido y puedes hacer más felices a los que te rodean. De este giro habla Pablo. Estamos, dice él, en un momento apremiante y esa es también nuestra experiencia en estos tiempos. Hacer verdaderamente próximo el reinado de Dios para todos estará en descubrirles que se puede vivir el mundo de otra manera. En ocasiones, lo vivimos como si todo, incluso las relaciones personales, tuviese que ser provechoso para nosotros; nuestra alegría y nuestra tristeza se basan en nuestro beneficio; nuestros negocios no ven más allá de nuestro propio disfrute. Este no es el camino; nuestra conversión estará en vivir de otra manera diferente aunque todos piensen entonces que ni eso son relaciones, ni negocios, ni comprendan nuestra alegría ni nuestra tristeza. La extrañeza de quien no quiere cambiar puede ser otro criterio de discernimiento. 

 

Para el discernimiento

 

sábado, 13 de enero de 2024

OFRECERNOS, ROZARNOS Y CONOCERNOS. Domingo II Ordinario

 14/01/2024

Ofrecernos, rozarnos y conocernos.

Domingo II T.O.

1 Sm 3, 3b-10. 19

Sal 39, 2. 4ab. 7-10

1 Cor 6, 13c-15a. 17-20

Jn 1, 35-42

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La modernidad nos va llevando hacia la virtualidad. Hoy en día todo tiende a hacerse en la distancia: las compras, los estudios, las reuniones, algunos trabajos (parece que afortunados), hasta las relaciones pueden iniciarse tras un escudo protector. Es más cómodo, sin duda. Se ajusta más a nuestro modelo de vida; al que nos ofrecen como mejor: más rápido y aséptico. Y es también más sencillo y menos arriesgado. Sin embargo, las lecturas de hoy vienen a decirnos que no hay nada mejor que el roce. Presenciamos hoy la vocación de Samuel (un clásico del género) que viene a decirnos que el Señor llama, pero cada uno tiene que ponerse en camino y hacerse disponible. “Aquí estoy” no es una simple información; es toda una oferta personal. De la misma opinión es el salmista, que abunda en la insuficiencia de los sacrificios y ofrendas para subrayar la necesidad de dejar que Dios te abra el oído y en la conveniencia de ponerse manos a la obra. Responder es ser responsable. No es decir hoy que sí pero mañana depende de cómo vengan las cosas.

Hoy, de nuevo, Jesús pasa y su pasar es significativo. Provoca que otros quieran acercarse a él y Jesús les invita a no quedarse lejos. “Venid y veréis”. Conocer dónde vive Jesús es conocer dónde reposa, dónde apoya sus esperanzas, dónde nutre su fe, desde dónde ve realidad. La casa de Jesús no es un castillo inexpugnable, sino el trampolín desde el que sale al mundo y para conocerla hay que ir y quedarse, tal como hicieron Andrés y el otro discípulo de Juan.  Lo que allí vieron les convirtió en testigos que pudieron  contar a los demás que habían encontrado al Mesías y llevarlos a él. Para Pablo esta cercanía es tan estrecha que el Espíritu mismo habita en los creyentes transformando su realidad por completo. Todas las dimensiones de la persona son santas; incluyendo el cuerpo, totalmente despreciable para las culturas circundantes. Esta santidad corporal motiva un comportamiento acorde también en las coordenadas físicas. El que nuestras biblias modernas traducen por fornicación era el término común usado para hablar de prostitución y la prostitución en el mundo bíblico se relacionaba con la idolatría, cuestión especialmente candente en Corinto donde aún existían meretrices sagradas relacionadas con algunos cultos paganos. Así, existían las mujeres honorables y las que no lo eran. Estas segundas incluían a prostitutas (sagradas o no), esclavas y cualquier otra que no pudiese probar  su respetabilidad. Cualquier relación con ellas era impura, pero socialmente aceptable. Esto es lo que Pablo rechaza, pues todo cuerpo es sagrado.

Nuestro cuerpo es santo no solo por la inhabitación del Espíritu, sino porque nos permite acercarnos a los demás; nos permite pasar por su vida y verlos. Igual que los discípulos se acercaron y vieron, Jesús se acercaba a todos y veía, conocía su situación. Nosotros también podemos ofrecernos, aprojimarnos y conocer. Cualquier acercamiento a los demás debería cumplir estas tres condiciones y eso supone un respeto religioso por la totalidad del otro ser humano. En cambio, acercarse a los demás esperando obtener beneficios es prostituir esa relación, sea físicamente o no pues la sacralidad es real en ambos contextos. Nuestro mundo virtual pide un roce respetuoso de la dignidad de todo ser humano.


Ofrecernos, rozarnos y conocernos


domingo, 7 de enero de 2024

PASAR HACIENDO EL BIEN. Bautismo del Señor

07/01/2024

Pasar haciendo el Bien. Bautismo del Señor.

Is 42, 1-4. 6-7

Sal 28, 1a. 2. 3ac-4. 3b. 9b-10

Hech 10, 34-38

Mc 1, 7-11

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El niño que crecía en sabiduría, estatura y gracia se nos ha hecho mayor. Llegamos al final de las fiestas de Navidad para encontrar a un hombre adulto que se presenta ante el auditorio y recibe, además, la aprobación divina a sus intenciones. En cierto modo se parece a esas historias medievales en las que el heredero vuelve a casa de su padre tras haber pasado tiempo educándose con un sabio maestro, o con nodrizas adiestradas que le protegiesen de alguna amenaza… ¿Quién es este que llega?¿Quién es su padre? ¿Qué misión se propone llevar a cabo?

Isaías se va a centrar en esta última pregunta: su misión es darle la vuelta al mundo, porque esto que tenemos, aunque nos proporcione trazas de felicidad, no es normal. No es lo que Dios esperaba para nosotros. Ningún padre sano quiere que sus hijos sufran y él tampoco; no creó el mundo para probarnos ni para purificarnos, sino para que fuéramos realmente felices, para que fuese escenario y medio que nos permitiese descubrir nuestra verdadera naturaleza. Sin embargo, generación tras generación hemos hecho de él otra cosa distinta. La misión de su elegido, sobre quien ha puesto su Espíritu, a quien ha tomado de la mano y formado para ello, será establecer una nueva justicia empezando por los últimos.  El salmista desliza la idea de que todos somos hijos de Dios. En combinación con Isaías, de este mensaje surge la convicción de que escuchando a ese enviado nos vamos constituyendo en hijos, descubrimos el verdadero ser que, según florece, nos sitúa de modo diferente en este mundo. 

Marcos presenta al bautista, que ha avanzado mucho en ese justiciero camino de autoconocimiento y de revelación a los demás, diciendo que vine otro detrás de él que traerá el bautismo definitivo. Él todavía bautizaba con agua. La conversión que predicaba era elemental; partía de elementos naturales que simbólicamente escenificaban lo que estaba por venir. Sin embargo, el nuevo bautismo es en el Espíritu. Jesús de Nazaret se deja llenar y guiar por el Espíritu; por Dios mismo haciéndose presente en su realidad. Así, él descubre que es también Dios que obra en el mundo como un ser humano normal, porque solo estos seres creados pueden transformar efectivamente la realidad en la que viven. En el bautismo de Jesús, la Palabra creadora se habilita para ser eficaz desde el interior del mundo. Jesús es el Hijo amado y predilecto, el primogénito de muchos otros hijos y hermanos que van descubriendo que su verdadero ser es ser como los profetas anunciaban y Jesús es.

Lucas nos lo resume en labios de Pedro: Dios acepta a todo aquel que quiere acogerle y se ofrece a dejarle nacer en su interior, descubriendo así su verdadera condición. Todo se centra en pasar haciendo el bien renunciando a la artificiosidad de un mundo edificado sobre el egocentramiento y la búsqueda del propio interés. No es posible mayor simplicidad ni mayor complejidad. Lo simple es ser como uno es, tal como hacen los animales o las plantas, grandes maestros para quien quiera escucharlos, pero con la capacidad humana de transformación. Lo complejo es vencer el orden social y eclesial que nos hemos dado y prestar más atención a esa realidad interior que nos revela dónde está el bien y dónde no. Suele estar en los caminos menos trillados; en las propuestas alternativas y en lo sorprendente, porque solo Dios es permanentemente nuevo y eternamente creativo.


Pasar haciendo el bien. Ilustración maronita del Bautismo del Señor


viernes, 5 de enero de 2024

EPIFANÍA

06/01/2024

EPIFANÍA

Is 60, 1-6

Sal 71, 1-2. 7-8. 10-13

Ef 3, 2-3a. 5-6

Mt 2, 1-12

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La liturgia nos presenta en primer lugar el pasaje de Isaías  que sirvió de inspiración a los detalles de la visita de los magos al niño. Nos habla de oro y de incienso y de camellos y dromedarios. Todos van a Jerusalén atraídos por el resplandor de la gloria del Señor. Jerusalén es la ciudad santa; representa a la totalidad de Israel y, cuando, como hoy, aparece radiante simboliza a toda la humanidad reunida por el Señor sorteando la oscuridad que cubre el resto de la tierra. El mensaje es claro: aceptando la invitación del Señor, él nos reunirá en su morada: Jerusalén, la ciudad de la paz. El salmista pide buen juicio para el rey que gobierna la ciudad y aporta el detalle de que los demás reyes vendrán a postrarse ante él. Tal vez algunos tomen de aquí el empeño en coronar a los magos. En cualquier caso, lo decisivo es que los humildes, los pobres, los afligidos e indigentes serán los beneficiarios de este nuevo orden mundial. Falta tanto para esto como para que el nombre de Jerusalén no sea una cruel ironía.

Mateo nos dice que no es en Jerusalén donde se localiza ese rey, sino en Belén, la cuna de David, el gran rey, unificador político y constructor del Templo. De su linaje habría de salir el rey definitivo, o por lo menos, el legítimo. No como el usurpador Herodes. Según algunas tradiciones filosóficas y creencias populares, todo ser humano tenía una estrella que lo identificaba. La estrella que identifica al joven rey atrae la atención de unos magos. Estos magos eran sabios, hombres de ciencia de la época, versados en astronomía, física, teología y otras ciencias. Pero eran, además, extranjeros. Así pues, el nacimiento del nuevo rey ha pasado desapercibido para quien vive asegurando su supervivencia en la corte del falso rey, servidor del poder imperial invasor, pero no para quienes, a pesar de la distancia, estudian las escrituras y la naturaleza. Esos son los dos lenguajes en los que Dios se comunica con quien quiere buscarle. El oro de los magos identifica al niño como soberano, el esperado; el incienso lo reconoce como Dios y la mirra recuerda que es un ser humano; es decir, débil y mortal.   

A este ser humano el autor de la carta a los efesios lo presenta como el Cristo. Él es portador de la promesa divina y convoca a todos a un nuevo modo de vivir. Las lecturas de hoy han insistido en la procedencia extranjera de los que llegan y a los efesios se les recuerda que también ellos, gentiles, son coherederos de la promesa y miembros del mismo cuerpo, de la misma realidad. No cabe ninguna restricción, pero sí preferencias. Dios no emplaza a la gente para que le adoren con alabanzas superfluas como hacían los antiguos dioses. Al contrario, persigue la creación de una verdadera ciudad de paz para todos en la que las necesidades de los abandonados y apartados de otros sitios, tengan prioridad sobre todo lo demás y para construirla verdaderamente urge la colaboración de todos, sean de donde sean.  Se precisa que cada ser humano sea recibido con oro, incienso y mirra. Somos reyes, encargados por Dios de la construcción del mundo nuevo; divinos, cuando nos dejamos llevar por el Espíritu abriendo caminos alternativos y somos, finalmente, humanos que terminaremos retornando al seno de Dios, pero no solos, sino de la mano de muchas hermanas y hermanos, manifestando así la verdad última de quien nos convoca y de nosotros mismos. La epifanía de Jesús es su revelación al mundo a través del reconocimiento de los magos. Nuestra epifanía es revelación a partir de la construcción de lo que está por venir.


Epifanía. Representación de los 3 magos en un manuscrito armenio del s. XIV


lunes, 1 de enero de 2024

AÑO NUEVO

01/01/2024

Año Nuevo.

Nm 6, 22-27

Sal 66, 2-3. 5. 6. 8

Gál 4, 4-7

Lc 2, 16-21

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Llega el momento de los buenos deseos y de los proyectos. Como creyentes este día trae aparejados dos deseos y la celebración de un proyecto que echa a andar. El primer deseo es la extensión de la paz en el mundo. Hoy, jornada mundial de la paz, instituida por Pablo VI como iniciativa eclesial y ofrecida a todo el que quisiera adherirse a ella, la liturgia abre con la bendición del libro de los Números, porque sembrar la paz es bendecir. No cabe pedir la paz y sentarse a esperar que llegue. Bendecir es desear el bien de corazón; es no albergar rencor ni dar tregua a la malicia; es potenciar una relación amorosa con el otro en la que no quede sombra alguna. La bendición, quizá extraña para nosotros hoy por su sabor añejo, es la práctica diaria de invocar a Dios para que esté con el otro y le acompañe. No se puede bendecir sin desear la paz. No es posible pedir la paz sin bendecir al enemigo. Si no amas a quien bendices será tarea inútil. Que la paz crezca es trabajo nuestro. El salmista pide la bendición de Dios sobre su pueblo para transformarlo en mediador que dé a conocer a los otros pueblos su justicia y por ella le teman. Del mismo modo, siglos después, este mensaje será actualizado por el discípulo que exclame: “Mirad como se aman”, haciendo así, según la voluntad del maestro, de la paz comunitaria un valor universal, al alcance de todos.

El segundo deseo es la maternidad de todos. El único momento en el que Pablo habla de María es este fragmento que leemos hoy de la carta a los Gálatas: “…nacido de mujer”. Es afirmación de la humanidad de Jesús que nos hizo a todos herederos del Reino. Hoy es festividad mariana que recuerda la estrechísima unión entre el Verbo y Jesús desde antes de su nacimiento en el espacio cedido por aquella joven campesina. Es propuesta para que todos descubramos nuestra propia unión con Dios y la transmitamos a los demás. Se nos pide ser espacio de encuentro; ser madres del hombre nuevo que trae consigo la paz en una relación nueva con todos los demás. El triunfo del trabajo por la paz depende en gran medida de nuestra propia conversión; del descubrimiento de que nuestra filiación nos hace no solo hijos, sino también hermanos, pero no solo de los amigos, correligionarios o compatriotas, sino de la humanidad entera, que está capacitada por igual para acoger a Dios, transformarse a su imagen y bendecir a buenos y malos.

Y llegamos así a nuestra celebración: Dios hecho carne presente entre nosotros. En-Manu-El. No es una llegada desde fuera, sino que surge desde nuestro propio interior. El hueco en el que Dios se hace uno como nosotros es idéntico en todos. Nosotros podremos tener el privilegio de haber sido informados de esta realidad, pero Dios nace en todo hombre de buena voluntad que lo busca de corazón, aunque su tradición tenga otra perspectiva. Ser conocedores de este hecho no nos autoriza a imponer nada a nadie, pero nos exige ser clave de interpretación que dé a conocer esta realidad, que la dé a luz y haga caer en la cuenta de su alcance universal y fomente la paz. Esta paz es el rostro de Dios que anida en todas las culturas, tradiciones y personas. Construir la paz es buscar su rostro, hacerlo presente entre todos de forma que todos aporten aquello que a otros nos es desconocido. La llegada de Jesús nos desveló este camino, pero queda un buen trecho que recorrer. En este día, bendecimos,  alumbramos y celebramos. Todos juntos avanzamos.


Año Nuevo