viernes, 5 de diciembre de 2025

PREPARAD EL CORAZÓN. Domingo II Adviento

07/12/2025 – Domingo II Adviento

Preparad el corazón

Is 11, 1-10

Sal 71, 1-2. 7-8. 12-13. 17

Rm 15, 4-9

Mt 3, 1-12

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Se anuncia la llegada de un mundo nuevo que será conocido por sus frutos. No hablamos e etiquetas, sino de realidades. Lo que antes valía ya no va a tener lugar. La novedad podrá constatarse sin que sea posible albergar dudas sobre ella. El factor de cambio, nos dice Isaías, será el brote de un renuevo en el tronco de Jesé que inaugure la justicia y haga de la rectitud la moneda habitual. Quienes vivían en la pobreza y en el desamparo estaban en esa situación porque sobre ellos gravitaban fuerzas e intereses muy alejados de estas dos fuerzas a estrenar. No obstante, la lealtad de Dios no permitirá que nada se pierda, pues Él, que en los tiempos antiguos hizo una alianza con los errantes y los esclavos mantiene su inclinación por los últimos y no les dejará en el desamparo. Esta es su naturaleza profunda: comprometerse con los desheredados y acompañarles en sus desiertos. Y está cercano el día en que todo el país se llene de esta ciencia divina tan aprojimada que, en su presencia, a nada ni nadie le será posible permanecer como era hasta ahora. La realidad está llamada a una transfiguración que solo puede definirse con idílicas imágenes que anuncian el final de cualquier violencia, incluso de aquella que es inherente al funcionamiento del mundo natural. Todos los pueblos buscarán la raíz de Jesé porque, se entiende, serán testigos de esta transformación y comprenderán que es la única posibilidad real de cambio reparador, incluso de supervivencia. Esta es también la intuición del salmista que ahonda en la misma convicción: el rey que viene será el libertador definitivo de toda opresión y la paz será el fruto de su labor.

Juan Bautista se sitúa en la misma tradición y grita que se acerca ya el reino de los cielos. Debe ser de allí, porque no funciona como ningún otro reino de la tierra. Hay que preparar el camino al Señor. Su testimonio destila tanta autenticidad que incluso las “víboras” vienen a bautizarse. En la mentalidad judía del momento la austeridad y la penitencia eran un buen remedio para las propias faltas y, a fin de cuentas, tampoco era tan costoso dejarse sumergir en el rio. Sin embargo, el símbolo vaciado de contenido e intención pierde cualquier efectividad. Lo mismo pasa hoy en día entre nosotros, que hay quien practica ritos esperando que su cumpli-miento amortigüe sus culpas y valide una vida centrada en sus propios intereses y ajena a la compasión por los demás según esa ley de la selva de la que Isaías anunciaba ya el final; merece la pena intentar blanquearse. Mas aquellas víboras no consiguieron engañar a Juan y tampoco las de hoy lo harían. Quien viene trae un bautismo nuevo en Espíritu y fuego.

Para Pablo es necesario mantener esa unidad que asegura la paz y el criterio de unión es Jesucristo. Él es el rey que está siempre llegando y siempre presente. Ejerció la fidelidad de Dios al hacerse servidor de los judíos y acogió a todos los gentiles como práctica concreta de misericordia. Misericordia y justicia son inseparables. La paz verdadera que promete no es la que amenaza con caernos encima en estas fiestas próximas: esa tan estética y tan conformada, tan exterior y tan poco transformadora, que confía solo en el azar del sorteo y muy poco en la Palabra sincera que espera ser vivida por muchos tras su inauguración por Jesús y unos pocos seguidores. Esperamos otra cosa distinta a festejos tan iluminados que al deslumbrarnos nos  impiden percibir la llama interior que nos une a todos y hay que ir desbrozando el corazón para que la paz, la justicia y la prosperidad sean, por sin, reales para todos.

 

Preparad el corazón