domingo, 1 de octubre de 2017

Domingo XXVI Ordinario




01/09/2017
Domingo XXVI T.O.
Ez 18, 25-28
Sal 24, 4bc-9
Flp 2, 1-11
Mt 21, 28-32
Aspirar a ser como uno de tantos. No hay más consigna que esta de hacerse uno con todos los demás. El mundo no necesita más salvadores. Está, por el contrario, sediento de gentes que puedan trabajar en conjunto y sean capaces de renunciar a construir su propia grandeza para acoger y potenciar la que surge del pueblo unido, de la comunidad que se esfuerza en construir un mundo más habitable, olvidando las urgencias personales que siempre estrangulan la comunión.
Siendo como uno de tantos podremos entender los sentimientos de Jesús el Cristo; entenderlos y compartirlos, experimentarlos como propios. Y seremos, como él, constituidos por Dios, señores; señores, en primer lugar, de nuestra vida y de nuestra muerte, a imagen suya; dueños de entregar la una y acoger la otra libremente y, por último, responsables, capaces de responder, a la invitación del Padre. Trabajaremos en la viña aunque parezcamos no hacerlo, aunque otros opinen lo contrario, porque lo definitivo es mantenerse unánimes y concordes con un mismo amor y un mismo sentir, volcados siempre en hacer de la tierra agreste una viña que de fruto y cobijo para todos.
Esto lo entendieron las prostitutas y los publicanos, pero no aquellos que se tenían por justos. Los pecadores habían renunciado ya a ser otra cosa al sentirse condenados por quienes encarnaban la ira de Dios, pero supieron reconocer la verdadera justicia en la vida y la palabra de Juan, a quien todos los demás despreciaron. Juan, que fue al desierto para vaciarse de sí mismo y hacerse silencio en el que pudiese resonar la voz de Dios llamando a todos a sumergirse en una vida nueva. Para los justos no fue suficiente testimonio la transformación de los pecadores en un pueblo nuevo que se enraizaba en las cloacas de su acomodada posición.
A este pueblo nuevo le fue otorgado el regalo de la libertad, la capacidad de elegir una vida u otra lejos del temor y de la vigilancia constante del despiadado dios del sistema. La justicia de Juan les abrió camino al amor del Padre expresado en la vida  de Jesús. Convertirse de la maldad es olvidar los criterios antiguos que arrinconan a quienes no se pliegan a la norma y comprender que lo definitivo en la vida no es que nadie sea oficialmente reconocido como publicano, prostituta o santo, sino que cada uno abra su corazón a la misericordia de Dios y viva con todos según el derecho y la justicia que conduce y procede del Amor.

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