sábado, 26 de diciembre de 2020

LA SAGRADA FAMILIA

 

27/12/2020

La Sagrada Familia

Si 3, 2-6. 12-14

Sal 127, 1-5

Col 3, 12-21

Lc 2, 22-40

Si quieres ver las lecturas pincha aquí. 

Todos los que somos padres o madres hemos tenido la experiencia de que los hijos nos enseñen nuevos caminos, nuevas formas de estar en el mundo y de hacer la cosas. Aunque nosotros creemos ya saberlo todo muchas veces hemos de reconocer finalmente que sus opciones nos han aportado nuevas perspectivas. Y tenemos también la experiencia de no sentirnos escuchados por ellos y verlos tomar su camino permaneciendo siempre, como aquel padre de la parábola, en una descorazonadora espera. Me voy convenciendo poco a poco de que el verdadero misterio de la encarnación no consiste en cómo tuvo lugar, sino en cómo el ser humano Jesús, Hijo de Dios, cambió el corazón y la perspectiva del Padre. Porque a partir de ese momento en que anduvo físicamente entre nosotros su manera de ver y entender el mundo, al hombre y a sí mismo no pudo ser la misma. La antigua afirmación de que “Uno de los nuestros está inserto en la Trinidad” no puede ser, sin más, un reconocimiento honorífico; es el de las repercusiones que este hecho central tuvo en el corazón de Dios Trino.

La familia es una institución humana que ha tenido una historia variada y muy compleja. La que Jesús conoció en primera persona tiene poco que ver con la proyección que hemos hecho de ella según nuestro propio ideal. Era una familia extensa donde muchos parientes vivían juntos y se hacían espaldas unos con otros. Sus estrechas relaciones son objeto de amonestación en nuestras lecturas de hoy: deben ser respetuosas y, sobre todo, amorosas porque el roce hace el cariño, pero también crea escozores. Ninguna familia es santa por el hecho de caber bajo una definición estandarizada, pero toda familia puede ser una realidad sagrada si en su seno se cultivan relaciones verdaderamente humanas abiertas a la entrega de sí desde la profundidad personal. Y cualquier familia puede, en su sacralidad, servir de modelo para unas relaciones sociales basadas en el amor y opuestas al beneficio egoísta. Una sociedad en la que cualquier relación personal, laboral o social se mida según la imagen que nos ofrecen hoy Pablo y Ben Sirá será una verdadera sociedad familiar.

La de Jesús, además de extensa, fue también una familia humilde, como lo muestra el hecho de que llegado el momento de la purificación ofrecieron la víctima propia de la gente humilde limitada de recursos. Consagraron a Jesús como su primogénito, continuando la tradición de Abraham que rompió con la costumbre de sacrificar al niño para sustituirlo vicariamente por la víctima prescrita. Consagrar al niño es ponerle en camino de que inicie su propia relación con Dios: acompañarlo en sus primeros pasos y dejarlo libre para que él mismo pueda encontrar la gracia y el sentido de esa relación, para que pueda descubrirlo en la vida y sea capaz de transmitir su experiencia a otros, incluso a los adultos. También Jesús tuvo que crecer y aprender porque no nació ya sabiéndolo todo. Lo que Simeón y Ana vieron en él fue la promesa que se revela en todos los niños y que los ancianos saben reconocer especialmente. Siempre hallan parecidos, recuerdan a parientes lejanos, ven gestos y actitudes que predicen lo que cada niño puede llegar a ser. En esta familia extensa llamada humanidad ellos son la memoria y el ojo que ve el futuro. Al hacerse hombre el Hijo, el Padre se volvió un poco abuelo, pero no de los que malcrían disculpándolo todo, sino de los que velan por la paz entre padres e hijos y saben hacer que cada uno saque lo mejor de sí mismo.

 

La Sagrada Familia

 

4 comentarios:

  1. Es un "dejarse hacer" desde la humildad y el convencimiento de que el Amor de Jesús es una orientación hacia Dios...
    Si elijes amar, hay alegría y dolor...
    Feliz Navidad

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    1. Gracias, Carmen.
      Todo amor es una orientación hacia Dios. Gozar o sufrir son caras de una mismaa realidad. Qué bueno que haya quien contribuya a reducir el sufrimento y con quien celebrar la alegría.
      Un abrazo esperanzado.

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  2. El Padre se volvió un poco abuelo al hacerse hombre su Hijo. ¡Verdaderamente hermoso! El Padre más sabio, si cabe, pero no más viejo. Y a mí que me da la impresión de que nos justifica todo: nuestras carencias, la fragilidad, la debilidad, la endeble voluntad... Y al final, cada cual hace lo que buenamente puede y alcanza en función de sus propias circunstancias...

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    1. Gracias, Cierzo.
      No sé si lo justifica todo, pero lo comprende todo; nada se le escapa. Nos conoce en nuestra intimidad más profunda y en ella nos ama como somos.
      Un abrazo esperanzado.

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