sábado, 14 de octubre de 2023

EL REINO ESTÁ EN EL CAMINO. Domingo XXVIII Ordinario

15/10/2023

El Reino está en el camino.

Domingo XXVIII Ordinario.

Is 25, 6-10a

Sal 22, 1-6

Flp 4, 12-14. 19-20

Mt 22, 1-14

Si quieres leer las lecturas pincha aquí.

Es difícil percibir el Reino como un banquete si no estás hambriento. Todos los saciados encontrarán que esto es una ordinariez y encontrarán más provechoso emplear el tiempo en sus negocios o en el cuidado de sus tierras. Es difícil aceptar que lo que ya se posee tiene algo que ver con aquello que se desea. Infravaloramos lo que tenemos porque su uso (o abuso) no nos da la satisfacción que le suponemos a aquello que esperamos. El valor de las palabras de Isaías está precisamente en que son dirigidas a un pueblo hambriento. Precisamente cuando el pueblo necesita amparo recibe la invitación de Dios. Está preparando un festín para todos y el velo que cubre los pueblos será eliminado; ya no habrá separación alguna, la muerte será vencida y no quedará lágrima alguna. Separación, muerte, dolor… son realidades destinadas a desaparecer por la intervención de Dios en la historia. Pero Dios no interviene más que por medio de enviados. Son estos a quienes se les encarga terminar con el mal y anunciar el banquete definitivo. Somos nosotros los enviados a los cruces de los caminos.

Al ser más concurridos que los propios caminos, estos cruces no tenían nada de aburrido; se reunían en ellos pobladores de lo más variado: viajeros en tránsito, pequeños comerciantes, prostitutas, salteadores eligiendo clientes y buhoneros esperando tratos beneficiosos. Todos ellos, en realidad, estaban allí en un proceso de búsqueda, cada uno lo suyo, pero todos esperaban encontrar algo, completarse de alguna manera, saciar cualquier necesidad. Tenemos que aprender a distinguir estas búsquedas, estas hambres, de la instalación en la que viven quienes dijeron que no a la primera invitación. El rey de la parábola invita a todos, pero el mensaje solo llega a quien tiene un hueco que llenar. Es ese hueco el que permite que la llamada resuene y les haga vibrar. No son aquellos cuya saciedad les impide advertir su propia sed, sino estos otros cuya necesidad no les permite detenerse quienes se ponen en marcha. Por este motivo pueden apreciar la invitación a la boda. El salmista nos trae hoy la actitud del caminante que confía en el Señor. Esta confianza es el vestido de fiesta que el rey de la parábola echa en falta en aquel invitado que termina siendo desalojado ¿Quién va a un festín con su propia comida? ¿Quién acude para no mezclarse con los demás convidados? Es el alimento que allí se da el que debe compartirse entre todos.

Es este ajustarse a lo recibido lo que Pablo identifica como la capacidad de vivir en pobreza o abundancia. Es una actitud que se fortalece personalmente, pero los demás pueden apoyarnos cuando sea necesario; esa fue siempre el gesto de los filipenses para con Pablo. Ellos fueron, para Pablo, prueba de que la confianza que él ponía en Dios no era infundada. Somos llamados a anunciar, a convocar y a sostener. El Reino del que habla la parábola no es un destino final, sino una realidad que crece en la historia conforme nos cuidamos unos a otros. El consuelo definitivo es hacerse presente; compartir la tribulación. Isaías nos anunciaba que Dios enjugaría toda lágrima, pero su intervención se da a través nuestro. Es en ese compartir donde el otro encuentra consuelo, y allí mismo nosotros encontramos sentido, porque todos somos buscadores y en el mismo abrazo cada uno encuentra lo que busca. 


El Reino está en el camino. Cruce Shibuya (Tokio - Japón)


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