sábado, 13 de enero de 2024

OFRECERNOS, ROZARNOS Y CONOCERNOS. Domingo II Ordinario

 14/01/2024

Ofrecernos, rozarnos y conocernos.

Domingo II T.O.

1 Sm 3, 3b-10. 19

Sal 39, 2. 4ab. 7-10

1 Cor 6, 13c-15a. 17-20

Jn 1, 35-42

Si quieres ver las lecturas pincha aquí

La modernidad nos va llevando hacia la virtualidad. Hoy en día todo tiende a hacerse en la distancia: las compras, los estudios, las reuniones, algunos trabajos (parece que afortunados), hasta las relaciones pueden iniciarse tras un escudo protector. Es más cómodo, sin duda. Se ajusta más a nuestro modelo de vida; al que nos ofrecen como mejor: más rápido y aséptico. Y es también más sencillo y menos arriesgado. Sin embargo, las lecturas de hoy vienen a decirnos que no hay nada mejor que el roce. Presenciamos hoy la vocación de Samuel (un clásico del género) que viene a decirnos que el Señor llama, pero cada uno tiene que ponerse en camino y hacerse disponible. “Aquí estoy” no es una simple información; es toda una oferta personal. De la misma opinión es el salmista, que abunda en la insuficiencia de los sacrificios y ofrendas para subrayar la necesidad de dejar que Dios te abra el oído y en la conveniencia de ponerse manos a la obra. Responder es ser responsable. No es decir hoy que sí pero mañana depende de cómo vengan las cosas.

Hoy, de nuevo, Jesús pasa y su pasar es significativo. Provoca que otros quieran acercarse a él y Jesús les invita a no quedarse lejos. “Venid y veréis”. Conocer dónde vive Jesús es conocer dónde reposa, dónde apoya sus esperanzas, dónde nutre su fe, desde dónde ve realidad. La casa de Jesús no es un castillo inexpugnable, sino el trampolín desde el que sale al mundo y para conocerla hay que ir y quedarse, tal como hicieron Andrés y el otro discípulo de Juan.  Lo que allí vieron les convirtió en testigos que pudieron  contar a los demás que habían encontrado al Mesías y llevarlos a él. Para Pablo esta cercanía es tan estrecha que el Espíritu mismo habita en los creyentes transformando su realidad por completo. Todas las dimensiones de la persona son santas; incluyendo el cuerpo, totalmente despreciable para las culturas circundantes. Esta santidad corporal motiva un comportamiento acorde también en las coordenadas físicas. El que nuestras biblias modernas traducen por fornicación era el término común usado para hablar de prostitución y la prostitución en el mundo bíblico se relacionaba con la idolatría, cuestión especialmente candente en Corinto donde aún existían meretrices sagradas relacionadas con algunos cultos paganos. Así, existían las mujeres honorables y las que no lo eran. Estas segundas incluían a prostitutas (sagradas o no), esclavas y cualquier otra que no pudiese probar  su respetabilidad. Cualquier relación con ellas era impura, pero socialmente aceptable. Esto es lo que Pablo rechaza, pues todo cuerpo es sagrado.

Nuestro cuerpo es santo no solo por la inhabitación del Espíritu, sino porque nos permite acercarnos a los demás; nos permite pasar por su vida y verlos. Igual que los discípulos se acercaron y vieron, Jesús se acercaba a todos y veía, conocía su situación. Nosotros también podemos ofrecernos, aprojimarnos y conocer. Cualquier acercamiento a los demás debería cumplir estas tres condiciones y eso supone un respeto religioso por la totalidad del otro ser humano. En cambio, acercarse a los demás esperando obtener beneficios es prostituir esa relación, sea físicamente o no pues la sacralidad es real en ambos contextos. Nuestro mundo virtual pide un roce respetuoso de la dignidad de todo ser humano.


Ofrecernos, rozarnos y conocernos


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