sábado, 23 de marzo de 2024

EL CORAZÓN Y LA PIEL. Domingo de Ramos.

24/03/2024

El corazón y la piel.

Domingo de Ramos.

Is 50, 4-7

Sal 21, 8-9. 17-18a. 19-20. 23-24

Flp 2, 6-11

Mc 15, 1-39

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Isaías no concibe la iniciación como un proceso intimista, sino que tiene que ver con estar presente para los demás. Los iniciados tienen una lengua capaz de consolar y un oído atento. Y, sin embargo, frente a esta dedicación la respuesta de otros es violenta. Al discípulo le espera lo peor y su propósito se cifra en mantenerse firme y no perder la confianza. Su labor no es sencilla pero él se sabe acompañado. Mantiene el corazón a la escucha, hace de él un lugar donde encontrarse con el Señor. Así lo expresa el salmista. Junto a esta esponjosidad interior, el discípulo endurece su rosto como el pedernal. Curte su piel para que aguante los embates que van llegando. Se ha dicho que es necesario aprender a ablandar el corazón y robustecer la piel. Normalmente, nuestra sociedad funciona al revés. Se deja llevar por la comodidad, por la facilidad y la sensiblería, pero no deja que nada penetre en su corazón; se aísla en sí misma. Abrirse a los demás requiere esta disposición de dejarse afectar por ellos en lo más hondo y mantenerse en pie ante lo que venga.

¿Por qué viene lo que viene? Por esa dureza de corazón que no permite que nadie sea crítico, que no acepta que nadie cuestione nada. Todo sistema está basado en la vivencia de las personas y en este mundo nuestro unos pocos van apoderándose de todo lo que pueden  con el resultado de privar así a las mayorías de aquello que les es necesario. No es aceptable que venga nadie a cuestionar este mecanismo y que ponga en peligro nuestra comodidad y la tranquilidad de conciencia que expresamos en delicadas formas de solidaridad mal entendida. En realidad, no es un problema de nuestra época. Ha sido así casi desde siempre. Es la forma inversa de funcionar a la que Dios tiene. Dios es amor y eso implica que es pura donación porque el amor es proyección hacia los otros. Dios se mantiene siempre atento, como pide del discípulo y consuela siempre al abatido por cualquier causa, pero sabe también ser duro y exigente con los demás. No solo eso, sino que en ese dinamismo amoroso de constante salida de sí renuncia a ser lo que los humano creemos que es, un dios grandilocuente y espectacular, para llegar a los últimos de cada momento, de cada época, cultura y religión. Así nos lo recuerda Pablo y dice expresamente que esta fue la vida de Jesús, añadiendo además la consecuencia de sus actos: una muerte de cruz.

Marcos, que en su austeridad ha renunciado incluso a las florituras literarias, nos expone los detalles de este “destino” del discípulo. Y lo entrecomilllo porque no es un designio de los hados, sino el fruto de la dureza del corazón humano, que sigue prefiriendo recrearse en amaneceres de whatsapp que permanecer vigilante a las necesidades de los demás. Quien en esto se empeña terminará como terminó Jesús. El recibimiento entre aclamaciones de aquellos que se sintieron escuchados y acogidos por él y gritaban Hossanna (“Ayúdanos”) no impidió que el orden del mundo acabara con la amenaza llamada Jesús . Este año, además, iniciamos la Semana Santa en el día en que conmemoramos a un gran discípulo, mártir como el maestro: Monseñor Romero. Dos mil años después poco han cambiado los mecanismos de exclusión, pero el Señor sigue suscitando discípulos de corazón sensible y piel encallecida que no se amilanan ante las adversidades y mantienen el oído atento y la lengua pronta. 

 

El corazón y la piel

 

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