jueves, 18 de julio de 2024

HACIA LA UNIDAD.Domingo XVI Ordinatio

21/07/2024

Hacia la unidad.

Domingo XVI T.O.

Jer 23, 1-6

Sal 22, 1-6

Ef 2, 13-18

Mc 6, 30-34

Si quieres ver las lecturas pincha aquí 

La justicia tiene dos aspectos fundamentales: por un lado recrimina la mala acción y procura que el sujeto no se vaya de rositas; por otro, socorre a la víctima y la coloca en una nueva situación. Jeremías nos dice hoy que todos los damnificados podrán llamar a Dios “nuestra justicia”. Sin embargo, en sus palabras tienen un lugar especial los más vulnerables que han sufrido por culpa de quienes debían velar por ellos. El profeta denuncia las idolatrías de Judá y las consecuencias que la impiedad de esos malos pastores tiene para los más débiles. Ellos son las ovejas que se han dispersado por la corrupción de los pastores. Dios mismo las diseminó por los reinos vecinos antes de que los rabadanes pusieran causarles más daño. Pero llegará el momento en que un vástago de David le dé la vuelta a todo y haga justicia. El salmista expresa la confianza de quien se deja pastorear por el Señor. Le siguió para ponerse a salvo y vuelve a escucharle ahora cuando le convoca a su propia casa; es hora de regresar.

Marcos también nos habla de ovejas. En esta ocasión Dios las guía en forma de necesidad hacia Jesús y los suyos. Los apóstoles acaban de volver de esa misión hacia la que les vimos partir la semana pasada y todos esperan descansar para poder conocer los detalles y logros de cada pareja. Mas la gente se lo pone difícil; ni comer les dejan. Deciden poner mar por medio, pero o eran muy lentos o no fueron lejos porque los buscadores se les adelantaron. Así es el hambre. Hay muchas hambres que saciar y muchas formas de alimentarse. Por eso diría Jesús que la suya era hacer la voluntad del Padre y así se lo enseña a los suyos.

Años después, el autor de la cata a los efesios  deja claro que Jesús rompió todas las divisiones y extendió esa justicia que Jeremías esperaba para los habitantes de Judea. La justicia de Dios tiene ya alcance universal. Dios está con todas las víctimas y a todos los victimarios les pide cuentas. Jesús reunió a todas las ovejas derribando el muro que las separaba. Todas son ya un único pueblo. La semana pasada leíamos un pasaje anterior de esta misma carta en la que el autor hablaba de nosotros y vosotros, pero en la nueva situación que se estrena gracias a la justicia de Dios que Jesús pone en práctica, ya no hay vosotros ni nosotros; ya no tiene sentido ser de lejos o de cerca. Todos somos, en Jesús, una única y nueva humanidad. El don de Jesús es la paz y la paz no puede darse sin la justicia ni puede equipararse al mero reposo, por cansado que estés. Al contrario, no hay reposo posible mientras esa paz no sea real. No es que no se pueda descansar, sino que no podemos buscar espacios de aislamiento para recrearnos en lo bien que lo hemos hecho. Todo se vive con todos porque vivimos con todos; nos hemos hecho uno con ellos y ya no somos nosotros ni vosotros. Esta es la dinámica e la encarnación que Dios llevó a cabo en Jesús para mostrarnos que está también haciéndose uno con todos. Nos corresponde a cada uno descubrir que en esa unidad que vivimos con Dios estamos llamados a encontrarnos con los demás porque es el mismo Dios el que habita en todos ellos. Esa fue la oración de Jesús: “Que sean uno”. No existe dualidad a la que tengamos que seguir alimentando; ni entre pueblos, ni entre nosotros y Dios, ni entre cada uno y su vecino. Todos somos uno y estamos llamados a actualizar esa unidad. 

 

Hacia la unidad.

 

 


Con un fuerte abrazo para Chito y familia.

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