sábado, 27 de julio de 2024

MADURANDO. Domingo XVII Ordinario

28/07/2024

Madurando.

Domingo XVII T.O.

2 R 4, 42-44

Sal 144, 10-11. 15-18

Ef 4, 1-6

Jn 6, 1-15

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En algún momento, a casi todos nos llega la madurez. A cada uno a su tiempo, eso sí. Lo que nos presentan las lecturas de hoy es el proceso para conseguirla. Al principio todos esperamos que nos alimenten. Acogemos lo que llega sin preocuparnos de mucho más y lo devoramos. Con este público tuvo que vérselas Eliseo. En un segundo paso va creciendo nuestra consciencia y podemos agradecer lo recibido, así como fomentar la esperanza. Es el contexto que presenta el salmista; el despuntar de la aurora. El tercer momento nos llega de la mano de Jesús. Ahora lo decisivo no está ya en alimentarse, sino en alimentar; en hacerse cargo de la realidad que nos sale al paso y de los que en ella se encuentran. Esta asunción es una responsabilidad que se concreta en cuestiones cotidianas y simples como la humildad, la amabilidad, la comprensión y el esfuerzo por alcanzar la unidad centrándose en que todo aquello que creíamos propio: fe, bautismo, Dios pueda ser acogido por todos. Cristianamente hablando, la madurez es pasar del recibir al entregar. De receptores a transmisores de lo recibido; creadores de comunión.

Hasta aquí, el esquema esencial en Jesús podemos ver otros síntomas de estar aproximándonos a la madurez. En primer lugar, ser capaz de salir en busca de los otros. Él fue a buscar a extraños que no participaban de las fiestas en el templo. Es una invitación a no quedarse en lo conocido, sino a salir y cruzar el lago; a ir siempre más allá. No importa que no todos los consideren dignos. Quien está en búsqueda revela una necesidad que no ha podido ser sanada aún. Para eso estamos aquí. Otro síntoma: Dejar protagonismo a los demás; plantear desafíos en vez de dar soluciones infantilizantes, cuidando de que nadie se vea abrumado. Hay que respetar la iniciativa de los demás y dejarles crecer. La realidad se cambia en comunidad. Tercer síntoma: Aceptar lo que la vida te ofrece, dar gracias y ser creativo con ello. No lamentarse sino poner los recursos a trabajar; ofrecer lo que se tiene y compartirlo con sencillez sin tirar la toalla ni resignarse frente a lo de siempre. Cuarto síntoma: que nada se desperdicie. Parece que los comensales de Eliseo comieron sin mucha preocupación, como si mañana fuese a haber de nuevo maná a espuertas; los de Jesús sabían lo que costaba conseguir recursos; Dios provee lo necesario y más aún, pero no para dilapidarlo sin contemplaciones. Todo es don pero la realidad no es un saco sin fondo. Finalmente: no dejarse embolicar aceptando elogios y dignidades que nos aparten de la llamada inicial y nos coloquen en lugares desde los que ya no nos sea posible caminar hacia y con los demás. Dorar la píldora e integrar en el sistema son ya estrategias bien conocidas.

Esta madurez requiere esfuerzo porque no se consigue antes de empezar a caminar, sino que solo se alcanza en el sendero. No hay otro método. Es en la travesía donde se puede mantener de forma efectiva la unidad en la Ruah vinculándonos mutuamente con la paz que surge del ánimo y determinación de ser un solo cuerpo y encontrar a Dios. No al nuestro ni al de los otros, sino a Dios, con mayúscula; el que lo trasciende todo y se nos escapa siempre, porque es indomesticable, pero al que encontramos siempre allá donde vayamos y con quien estemos, porque lo penetra todo y nada ni nadie le es ajeno. 

 

Francesco Fatatis - Panes y Peces (2008)








 

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