12/10/2025 – Domingo XXVIII Ordinario
Centrifuguemos
2 R 5, 14-17
Sal 97, 1-4
2 Tim 2, 8-13
Lc 17, 11-19
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En ocasiones nos vamos encerrando en nuestra propia y particular verdad y vamos dejando fuera mucho trozo de la realidad que estamos llamados a transfigurar. Nuestra naturaleza nos pide avanzar paso a paso; nos vamos construyendo a la vez que edificamos. Sin embargo, como ya le pasó ya al pueblo de Israel, tendemos a ser centrípetos, en lugar de centrífugos. En tiempos de Eliseo, Naamán el sirio era llamado extranjero, porque quedaba lejos de la órbita de acción de Dios; en tiempos de Jesús, el extranjero era el samaritano porque la historia y la vida habían reducido esa órbita considerablemente, plegándose sobre la exclusiva imagen de Dios que Israel tenía en propiedad. Curiosamente, hay que decir, Samaria fue la tierra natal de Eliseo. Así, iba Israel centrándose cada vez más sobre su peculiar vivencia religiosa, dejando a todos fuera. Jesús recoge la tradición de Eliseo y tantos otros profetas y exporta esa vivencia arrasando con cualquier frontera.
Naamán se llevó tierra del país, probablemente, para plantar sobre ella un altar a Dios en su pueblo. Para Jesús no es cuestión de tierra, sino de actitud. Manda a los leprosos a presentarse ante los sacerdotes, pero antes de que lleguen a ellos, asentados sobre tierra sagrada, estando aún de camino, hoyando cualquier otra tierra, se descubren ya sanados. Aquí se espera que su actitud cambie. Dios sana pero no siempre el ser humano es capaz de percibir su intervención en esta sanación. A fin de cuentas, se han curado “sin completar el tratamiento”; no ha hecho falta hacer lo que Jesús les dijo; no perciben la relación porque no pueden dejar de darle valor a la tierra. Esta fijación con la tierra es particularmente significativa hoy en la que todavía hay quien, aunque sea solo como justificación, sigue defendiendo su derecho sobre una tierra considerada santa, apartada, reservada solo para ellos. Y puede también extenderse esta obsesión a los lugares a los que se les asigna un significado especial por la función a la que están dedicados; sagrados y reservados, acotados para ciertos usos, incluso para personas selectas. Y lo mismo podría decirse de los ritos y ceremonias… nos vamos hundiendo en nuestra propia visión de Dios.
El salmista, en cambio, grita para ser oído en los confines de la tierra. Es cierto que Dios ha apoyado siempre a Israel, pero no para que se encierre en sí mismo. Israel es el que pasa de luchar contra Dios para hacerlo a su lado. Es el vencido que se abre a lo nuevo y se pliega a la voluntad de Dios. Es como el discípulo que, según se le recuerda a Timoteo, no se avergüenza de su maestro, sino que se rinde ante él y muriendo a sí mismo en primer lugar sabe morir también a todo lo demás y alcanza así la vida misma de Jesús; su perseverancia es la evidencia de su confianza y su garantía de alcanzar el Reino. Si, pese a todo y por cualquier motivo, negase al maestro tampoco éste le incomodará más, pero ante esta infidelidad, falta de confianza en el original, Jesús se mantiene fiel y renueva su confianza en él, porque no puede negarse a sí mismo. No puede no esperar que quien se ha sentido sanado termine reconociéndole, hallándole presente en su vida y alcance así la salvación definitiva; el sentido que dé valor a toda su vida. No puede dejar de decirnos: desde tu imagen de Dios, centrifuga y sal al encuentro con todos. Dios espera en cada corazón humano; no se atrinchera en la particularidad ni en ninguna de sus sagradas expresiones.
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Centrifuguemos. |
Estoy aquí para ti
como pilar; no como sumidero.
Soy levantando, sosteniendo
y proyectando;
soy congregando, no adocenando.
Quiero, desde ti mismo,misma,
unirte a mi y
enlazarte con todas y todos.
Estoy porque soy.
Desde ti misma, mismo, quiero llamarte a ser
en plenitud.
Sin que dejes a nadie fuera
pues en ese abandono
me expulsas también a mi.
Te convido a ser lo que eres,
lo que soy en ti:
pilar universal.
Para ti que has llegado a leer estas reflexiones. Seamos juntos.
Y, especialmente, para mi propio Pilar. Gracias mil por todo y por tanto.
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