sábado, 18 de octubre de 2025

SER OSADOS. Domingo XXIX Orinario

19/10/2025 – Domingo XXIX T.O.

Ser osados

Éx 17, 8-13

Sal 120, 1-8

2 Tim 3, 14 – 4, 2

Lc 18, 1-8

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Las viudas del mundo bíblico son siempre imagen de persona desvalida, solitaria, desamparada y carente de la posibilidad de exigir sus derechos. En esta categoría entraban no solo las mujeres que habían perdido a su marido, como María, por cierto, sino también las que habían sido repudiadas, como la misma María estuvo a punto de serlo, o abandonadas por cualquier causa. Por un lado no eran dignas de presentarse ante la autoridad, pues alguna falta gravitaría sobre ellas como detonante de su desgracia y podría ser, por otro lado y en el peor de los casos, que tampoco tuviesen quien las defendiera ante cualquier abuso. A la viuda de hoy, en la que parece cumplirse también esta segunda circunstancia, no le detiene ninguna convención social y se planta ante el juez inicuo, que no quiere decir que todos lo fuesen. Éste, sí. No sabemos nada de otras condiciones de la mujer: si tenía hijos o familiares a su cargo, o si su exigencia tenía que ver con herencias u otros pleitos… da igual. Ella pide que se le haga justicia porque eso es lo que exige su “simple” condición de persona. Las circunstancias podrán urgir la solución de su problema, pero no darán más peso a su dignidad de ser humano. Al juez injusto poco le importaba nada ni nadie, pero la viuda le cansaba. Surge así la pregunta: si un juez malvado puede hacer justicia para librarse del agobio ¿Qué no hará Dios por amor?

Y nos surge también otra pregunta “extra-evangélica”: ¿Qué hemos de hacer para que Dios haga caso? Porque todo parece indicar que le gusta hacerse de rogar. Lo que pregunta Jesús, en cambio, es ¿Encontrará el Hijo del hombre tanta fe (como ésta de la viuda; la que él aprendió en casa...) cuando venga? El Hijo del hombre era la figura escatológica esencial. Era un ser humano que vendría para colocarlo todo en su sitio, según el plan original de Dios. Con el tiempo, Jesús asumiría esta designación para definirse a sí mismo y la comunidad cristiana esperaría su retorno definitivo y glorioso para que cumpliese por fin esta promesa. Mientras tanto queda la fe para darle sentido y sabor a la espera, pero no es la fe que aguanta y soporta, sino la que se arma de valor y se enfrenta al juez injusto; lo que nos queda es la fe de la viuda. Es la fe que ve en cada ser humano una persona libre y digna, merecedora de respeto y sujeto de dignidad y derechos. Es la fe que mueve a ser osado y llevar a cabo lo inimaginable; la que impulsó a Aarón y Jur a sostener los brazos de Moisés en señal de alabanza al Dios que detenía el sol para que Josué pudiera vencer a Abimelec ¿Qué hemos de hacer? Ser osados y no conformarnos con lo que siempre ha sido o rendirnos ante lo que no parece que pueda cambiarse; confiar en que la palabra del salmista es cierta.

Y, como Timoteo, ser fiel a lo revelado. Tenemos en la Escritura el criterio mismo de Dios. Él se pone siempre del lado de las víctimas sufrientes. No es posible defender otra posición. Toda la Escritura es, pese a que ahora la leamos de un modo triunfalista, el testimonio de la lucha de los últimos; es voz que clama en el desierto, que en su tiempo no fue oída por los poderosos, pero sí conservada por quienes la tuvieron por bandera. Con ella, a imagen del mismo Jesús, enseñaron, arguyeron, corrigieron y educaron en la justicia. Es fidelidad activa que lleva a salir del terruño para bucear en lo profundo de la humano y recorrer lo amplio de su experiencia sin ser ajeno a nada ni a nadie de modo que, a tiempo o a destiempo, todos puedan estar preparados para crear el bien.

 

Ser osados

 

  


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