viernes, 14 de diciembre de 2018

LA HEROICIDAD COTIDIANA. Domingo III Adviento


16/12/2018
La heroicidad cotidiana
Domingo III Adviento
Sof 3, 14-18a
Is 12, 2-3. 4bed. 5-6
Flp 4, 4-7
Lc 3, 10-18
Seguimos recibiendo exhortaciones a la alegría. Me resulta muy llamativo que Juan comience a pedir a la gente lo mismo que, un tiempo después, Jesús animará a la gente a hacer para celebrar la llegada del Reino. La buena noticia, dirá Jesús, es que Dios ha llegado y se ha puesto de parte del ser humano, con una especial predilección por los olvidados, los perdedores y desheredados. No nos ha olvidado, conoce nuestra realidad y naturaleza y la asume como propia para sanarla y realzarla. Pero mientas él llega, Juan nos dice que el mismo comportamiento agiliza la germinación del Reino. La semilla está ya puesta en el alma de cada persona. Sólo es necesario sentarse a escuchar, darle prioridad y dejarla aflorar.
Es un compromiso personal, por eso a cada uno se le pide aquello que puede dar y que dignifica su oficio o condición. Frente a tantas abstracciones y misticismos nos deja boquiabiertos tamaña simplicidad: Desempeñad bien vuestra ocupación y haced el bien a todos. Algunos podrán decir que es una ética de mínimos. No. Es una ética fundamental. En la base de todo está la humanidad que compartimos. Juan primero, coronando una larga tradición profética y Jesús después de él hablaron un lenguaje perfectamente comprensible para quienes les escucharon. Por eso no dejó indiferente a nadie. Es un hecho que tan sólo el sediento sabe valorar las virtudes del agua. Es un hecho que todos los sedientos de su época buscaban agua y que la que encontraron sigue paliando hoy la sed de muchos otros. Porque la profecía por tanto tiempo esperada se cumplió al fin, porque descubrieron el agua que sabía apelar a sus corazones  tanto como a sus estómagos, porque con ella no había ya necesidad alguna. Sin la eliminación de cualquier clase de sed es imposible la fiesta prometida.
Y el cristianismo, precisamente, promete una fiesta permanente. Mucho antes que ritos y doctrinas, somos portadores de un mensaje de liberación. Cualquier opresión, angustia o peso que impida a cualquiera ser humano, sencilla y simplemente humano, debe ser neutralizado. Ser humano en plenitud es ser consciente de sí mismo y capaz de relacionarse, desde esa consciencia, con el propio entorno y con todos los demás vinculándonos a ellos en una relación equitativa y solidaria. A partir de aquí ya será posible ritualizar las vivencias y definir las certezas con la flexibilidad propia de lo perecedero, de lo que surge sabiéndose llamado a la extinción, a dejar paso a nuevas expresiones y a nuevas formulaciones. En la base de todo está el bien concreto de cada hombre y mujer que no puede difuminarse entre inciensos y cumplimientos. Y este bien concreto y personal es siempre lo prioritario, sin él todo lo demás carece de sentido. Así lo predijo Juan y lo confirmó Jesús y su mensaje llegó a sus vecinos como una inesperada invitación a un banquete de bodas que habría de poner fin a toda angustia y dolor. Es la fiesta que sólo puede surgir de la espera activa, desde el compromiso con el descubrimiento de la propia realidad y de las propias capacidades para transformarla, desde el empeño en hacer de uno mismo un mundo nuevo a semejanza de Dios, abierto a todos los demás, un hogar plenamente acogedor que hable a todos de tú y pueda cimentar nuevas relaciones basadas en esa ética de la esencia, de la heroicidad cotidiana, pero no mínima. 

La heroicidad cotidiana

6 comentarios:

  1. Domingo alegre, adviento alegre; alegría implementada en la vida cotidiana transformado el sayo del mendigo en héroe envuelto de universo.

    Y el Niño que llega y el Niño que llega.

    Encarnación amable, Encarnación amante, Encarnación eterna.

    Exultante la Palabra que nace y llena.

    ¡Qué emocionante!

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    1. La alegría de la espera proviene de la certeza del cumplimiento. Antes o después todo reverdecerá. La emocion se va amontonando, tan sólo es necesaria una gota más que la desborde e inunde la relidad.
      Gracias.

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