sábado, 5 de octubre de 2019

DE RAMILLETES Y BARRICAS. Domingo XXVII Ordinario.


06/10/2019
De ramilletes y barricas.
Domingo XXVII T.O.
Hab 1, 2-3; 2, 2-4
Sal 94, 1-2. 6-9
2 Tim 1, 6-8. 13-14
Lc 17, 5-10
Llevamos años preguntándonos qué es eso de la fe, porque no encontramos explicación que nos serene. Y Jesús sale hoy de nuevo en nuestra ayuda. No se trata tanto de definir como de hacer fructificar. Nunca podremos saber qué es si no la ponemos a funcionar. Pero ¿cómo hacer que lo desconocido dé de sí hasta que alumbre una realidad diferente? Un ramillete de pistas nos ofrecen las lecturas de hoy.
Confianza en Dios, en la Vida que se nos regala derramándose sobre nosotros incluso en las peores situaciones. No somos nuestros problemas ni nuestras circunstancias. Tras esa maleza que la vida siembra a nuestro alrededor podríamos encontrar siempre el amor de Dios si cambiáramos la perspectiva. Nos dice el profeta: frente a todo mal existe la visión en la que podemos esperar y ésta es siempre más grande que aquél pues se alimenta con la savia que circula por las venas de Dios. Escribe tu visión, tu esperanza, para poder compartirla con los demás, para que pueda iluminar vidas oscurecidas y dé ánimo para continuar adelante con la cabeza alta.
Erguidos y sin tentar a Dios ni querellarse contra él. Que la confianza se exprese también en nuestra actitud ante la vida. Que la dificultad no nos haga maldecir nuestra suerte, que tras la liberación no añoremos la seguridad de la esclavitud, que el desierto no endurezca nuestro corazón y escuchemos siempre la voz de la Vida que continuamente viene hacia nosotros.
Viviendo en plenitud el don de Dios, sin cobardía alguna. Reinventando siempre cada día con la fortaleza, el amor y la templanza que Jesús en persona nos transmitió. Su testimonio fue su vida; la actualización diaria de su ser más profundo descubierto y ofrecido sin reserva alguna. Toda tradición espiritual es, en primer lugar, la cadena de transmisión de la Vida que se encuentra en la historia de quienes nos precedieron y, en segundo, el cultivo de uno mismo para que esa Vida encuentre en nosotros su propia y personal manifestación.
Y, finalmente, diremos que la fe es el reconocimiento de que todo lo va haciendo Dios en y por nosotros. Dejando a un lado la vanagloria descubriremos que hemos hecho lo que teníamos que hacer porque lo hemos descubierto en lo más profundo de nuestra intimidad. Porque lo sembrado allí es lo que va dando sentido a nuestra vida al crecer y exportarlo fuera. Desprendidos del miedo; empeñados en vivir nuestra dignidad con responsabilidad, sin buscar culpables ni plegándonos ante el mal; guardando la fidelidad a lo que se nos entregó y buscando siempre cómo hacerlo florecer de forma nueva cada día descubrimos que la vida no tiene, pese a los grises, nada de gris. Entre el blanco y el negro se abre un mundo irisado en mil matices que lleva en sí la semilla de una nueva realidad que se va imponiendo  como reflejo de aquella que se nos revela en nuestro interior, envejeciendo en la barrica de nuestro corazón.
Construimos este mundo a nuestra imagen y semejanza, pero sólo nos podrán pedir cuentas de los ladrillos que coloquemos o de los que dejemos a un lado. La fe es esa actitud que identificamos en primer término con la confianza y que expresamos dejándola crecer y transformarnos mientras transformamos el mundo. 

De ramilletes y barricas

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