sábado, 9 de noviembre de 2019

NOMADEAR. Domingo XXXII Ordinario


10/11/2019
Nomadear.
Domingo XXXII T. O.
2 Mac 7, 1-2. 9-14
Sal 16, 1. 5-6. 8. 15
2 Tes 2, 16 – 3, 5
Lc 20, 27-38
La pregunta va con malicia. Con esa intención de llevar cualquier planteamiento hasta el absurdo para mostrar su falsedad. Es una estratagema de filósofos poco imaginativos, o de políticos mediocres, ahora que estamos en el día… Los saduceos quieren negar la posibilidad de la resurrección partiendo de un argumento que sostiene que todo en ese supuesto mundo nuevo habría de ser como era en el suyo. Pero en ese mundo que pretenden vetar lo primero que desaparece es la desigualdad entre los seres humanos. Allí no habrá ya que casarse porque ni las mujeres tendrán la necesidad de ser esposas de nadie para poder, simplemente, vivir ni los hombres la de engendrar hijos para proyectarse en ellos y ser recordados, tal como ocurría en el suyo y todavía en el nuestro, a veces. Allí todos seremos quienes somos, sin más. Y las relaciones que se den, sean las que sean, estarán guiadas por el amor que sabe despojarse de sí para vestir al otro. Dios es Dios de vivos, afirma Jesús, y ya no tendrá ningún sentido etiquetar a nadie por su rol o su procedencia. Nada habrá en ese mundo futuro que pueda recordar a éste si no es, precisamente, el amor que nos tuvimos. Nada funcionará allí como aquí pues el mundo que hemos construido aquí está diseñado a medida de unos pocos, de esos que dicen querer conocer pero se niegan a despojarse de lo que ya ven, tomándolo como cierto. Nada puede ser revelado a quien no se descalza tal como Moisés lo hizo al ver la zarza.
La segunda carta a los de Tesalónica nos aclara que la fe no es de todos. Creer es confiar. Así lo deja entrever también la serenidad del salmista que se presenta ante un Señor conocido, pudiendo afirmar con franqueza que siempre ha caminado por sus sendas y que le invoca habiendo saboreado su fidelidad. Le pide justicia tal como los hermanos Macabeos confiaron en Dios frente a su adversidad. La fe habla más de confianza y de fidelidad mutua que de creencia en lo invisible, pero este terreno no es practicable para quien pretende afianzar sus posiciones sobre las demás, y menos aún si lo hace violentamente. Puede que algunos malvados no usen la fuerza, pero todos ellos comparten la misma cerrazón ante los demás; todos persiguen perpetuar su situación ventajosa, ya sea la de dominador de un pueblo conquistado o  la de opresor de pobres viudas desde altares recién incensados.
Poder civil y poder religioso. No hay nada que liquide con tanta velocidad y eficacia la raíz personal. Es imposible reconocerse a uno mismo y a Dios en el acercamiento al otro si tan sólo ansías dominarlo. Si en el centro de su interés cualquiera de esos poderes no coloca a la persona concreta, con preferencia por las viudas, los huérfanos, los extranjeros, los trabajadores, los reclusos, los enfermos, los ancianos, los sin techo… los mindundis de este mundo, nunca jamás podrá resucitar ni, por supuesto, transfigurar su medio. Cualquiera de nosotros puede también caer en este juego y arruinar toda su potencialidad aferrándose a lo que considera irrenunciable o a esa herencia que cultiva como algo fundamental. La Vida de la que habla Jesús pasa por la sencillez de Abraham y de sus hijos, que dejaron su tierra conocida para nomadear por el corazón de Dios y desheredarse de un mundo que olvidaba sus propios márgenes, sus periferias, y aceptaron pactar por una tierra nueva. 

Nomadear

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