sábado, 16 de noviembre de 2019

TENDRÁS QUE VOLVER: Domingo XXXIII Ordinario


17/11/2019
Tendrás que volver.
Domingo XXXIII T. O.
Ml 3, 19-20a
Sal 97, 5-9
2 Tes 3, 7-12
Lc 21, 5-19
Todo cuanto ves habrá de caer. Y no le des más vueltas. Hay quien opina que 2000 años son bastantes para constituir garantía de permanencia y no ven que nada quedará en pie. Lucas es en este punto menos polémico que Juan y presenta como profecía lo que en aquél era una muy dura controversia. Todo se quebrará y el mundo entero convulsionará sin que podamos hacer otra cosa que vivir en profundidad la circunstancia del momento y convertir en manantial el abismo. La confianza es la actitud que nos salvará. Confianza en Jesús el Cristo, el hombre que traspasó el mal señalando el camino y anunció que cuando el mundo echase a perder la sal todo se precipitaría en el caos… y sin embargo, ni un cabello de nuestra cabeza se perderá. Aquello que para nosotros es nada lo representa todo para él. Cuanto más aquello que hemos amado, aquellos por quienes cada día madrugamos, con quienes compartimos la vida, esos que nos quitan el sueño, todos aquellos con quienes vamos trazando surcos y trayectos. Nuestro amor es la única herramienta que puede levantar un mundo nuevo.
No cabe desesperanza alguna, no queda hueco para la pasividad ni hay resquicio por el que escabullirse. Que este orden colapsará es indudable pero hasta ese momento nadie tiene excusa para no trabajar, ni siquiera los servidores de la comunidad. Muy acostumbrados están algunos a excluirse de este mundo para dedicarse a  salvar almas cuando a nadie le está permitido ahorrar esfuerzos para que este mundo sea un lugar mejor, más humano, más justo y seguro para todos. Y es que incluso la noche antes de morir somos convocados a plantar un árbol que pueda ofrecer sombra y sustento. Es posible que en el pasado hubiera quien  se creyera con derecho a ser alimentado a cambio de conseguir beneficios espirituales para el pueblo, pero ya esos tiempos pasaron  y si alguno pretende desviar la mirada hacia otro sitio, que no coma, así nos lo dice Pablo sin reparo alguno. Trabajar por el Reinado de Dios es trabajar por el bien del hombre y de la mujer concretos: estos de aquí, justo los que tienes ahora en frente, o presentes en tu corazón, y de forma preferente por aquellos que no encuentran hueco ni transporte en corazón alguno.
El apocalipsis ha llegado ya para muchos y para todos ellos la única esperanza es que nosotros seamos capaces de acercarnos a ellos convencidos de la imperiosidad de trabajar tal  como Jesús el Cristo, primogénito del pueblo nuevo, trabajó por todos; aceptando su envío y su misma suerte. La gran ventaja que nuestro mundo no duda explotar es que la sal se adultere por sí sola; que nos perdamos en laberintos que no llevan a ninguna parte. Fue el buen obispo Agustín quien pidió unidad en lo fundamental y ¿qué puede haber más fundamental que la vida de quienes Jesús llamó los preferidos del Padre? Y libertad en lo secundario, prosigue Agustín, así, después de trabajar unidos en mejorar tantas vidas, que cada uno elija aquello que más le inspire en su camino espiritual. Y en todo, caridad, concluye Agustín, cuando la palabra no tenía aún la mala prensa de hoy; en todo amor, diríamos hoy. En todo amor, para no tener que dilatar la justicia hasta que vuelva el Señor.  Y tendrá que volver porque no entendemos nada. 

J. Kirk Richards. Christ Portrait VII (2019)

2 comentarios:

  1. Todo ya está cayendo. Y no le doy más vueltas. Espero. Confío. Y en todo cuanto se puede y se sabe, amor de justos. Tendrá que volver, sí, porque no entendemos nada. Las relaciones del Hombre con el Hombre y con la Naturaleza son ya herrumbre de caos. Un desastre. Será cuestión de intentar ser lo menos desastre posible para el hermano y para la Naturaleza. Me decían el otro día que a pesar de todo, mientras caen ciudades en un punto, en otro lugar brilla la luna y las estrellas al mismo tiempo. Perduran. Paraíso presente que habla constantemente. Sólo hay que levantar los ojos.

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    1. Levantar los ojos desde el ombligo hasta la luna y más allá. Y en ese arco ensanchar el corazón y acoger el Epíritu que nos permita reconocer lo que viene como actualización de todas las promesas y creación conjunta, nuestra y suya... suya a través nuestro.
      Gracias.

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