sábado, 11 de enero de 2025

PARA EL CAMINO. Bautismo de Jesús

12/01/2025 – Bautismo de Jesús

Para el camino

Is 42, 1-4. 6-7

Sal 28, 1-4. 9b-10

Hech 10, 34-38

Lc 3, 15-16. 21-22

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El bautismo de Juan, como todos los movimientos bautistas de su época, tenía un marcado valor penitencial. Juan, además, acompañaba esta práctica con un mensaje ético que, desde la simplicidad, buscaba una importante renovación mientras anunciaba al que había de venir. Jesús baja al Jordán, como uno más, a bautizarse por Juan. También él estaba buscando esta renovación pero Dios le llevó más lejos de la comprensión de Juan. En el río Jesús recibió su propia unción y con ella, como había sido habitual a lo largo de la historia bíblica, su propia misión. Él es el Hijo, el amado. El buen hijo no desdeña aquello que su padre le enseñó, sino que lo actualiza y lo pone al servicio de la nueva situación. Cada tiempo tiene su sed y cada sed requiere formas y sabores nuevos en la misma agua. La complacencia que expresa la voz del cielo se debe al reconocimiento del Padre en la intención del Hijo. Ve claro su propósito y conoce su determinación. Sabe que lo dará todo. El bautismo de Jesús es empeño en darle la vuelta al mundo recalando en las cosas que no van bien; en las personas concretas a las que hay que sanar; en tanta sed que sigue gritando.

Así lo confirma Pedro en la voz de Lucas: Jesús pasó haciendo el bien. Ratifica así y pone al alcance de todos lo que algunos experimentaron en vida y Dios sabía ya, tal vez desde el principio, pero sin duda desde el momento de la unción; de ahí su alabanza. Digamos llanamente que hacer el bien es dar vida. No hay más. A esto se refería Isaías: a ese enviado a quien Dios mismo formó cogiéndole de la mano le enseñó a practicar su justicia para que él hiciera lo mismo y él, dejándose guiar por el Espíritu, curó cegueras y liberó cautivos como expresión de esa justicia y contenido esencial de la alianza con el pueblo. Así es como Dios prueba su fidelidad y muestra la conveniencia de suscribir con él el pacto que propone. Jesús mismo, el bien que es y obra, es el contenido del acuerdo. Jesús ni gritó, ni quebró, ni apagó, sino que a todos los puso en pie y a todo lo puso en marcha. Y como Dios, dice también Pedro, no hace acepción de personas, de todas espera lo mismo. De los de aquí y de los de allí. Por eso el salmista afirma que todos los hijos de Dios aclaman a Dios. No habrá liturgia completa, ni vida verdadera, mientras no sea unánime el grito de Gloria.

Así pues, retomando la fiesta y el símbolo del bautismo habrá que decir que va llegando el momento de darle al sacramento el valor que Jesús le dio e ir dejando atrás el concepto de Juan. Deberá ser más expresión consciente de adhesión y de compromiso real en la transfiguración de la realidad inmediata y cercana que acto pasivo por el que se nos limpian manchas de las que no somos conscientes. Debería pesar más la salvación que Jesús obró ya que el pecado que nos liga a un pasado desconocido pero transformado en lastre que, ese sí, quiebra y apaga. Sin negar la gracia, el amor, que se recibe, sino justamente por ella, el bautismo es punto de salida para un camino que iniciamos de la mano de Jesús y en el que todos nos acompañamos mutuamente; no es un recorrido para hacer en intimidad privativa. Es camino del pueblo, para el pueblo y con el pueblo. No hay que esperar a estar limpio. Hay que salir de casa para entrar en la de Dios de la mano de todos los compañeros.  Es personal porque cada uno elegimos, o deberíamos, ejercitando nuestra libertad, pero es comunitario, sinodal, porque todos estamos invitados a pasar haciendo el bien.

 

Andrea del Verrocchio y Leonardo da Vinci, Bautismo de Cristo (ca. 1470-1475)

 


 

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