sábado, 15 de febrero de 2025

JUNTO AL MANANTIAL. Domingo VI Ordinario

16/02/2025 – Domingo VI T.O.

Junto al manantial

Jer 17, 5-8

Sal 1, 1-4. 6

1 Cor 15, 12. 16-20

Lc 6, 17. 20-26

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En nuestras lecturas de hoy comienza Jeremías presentando con crudeza una alternativa que hoy puede resultarnos, por lo menos, chocante. A quien confía en el Señor se le compara con ese árbol que, enraizado junto al manantial, dispone de agua y nutrientes; no sufrirá los rigores del estío ni se apurará en la sequía y podrá dar fruto. Pero quien confía en el hombre no verá llegar el bien; será tan inútil como un cardo. El salmista recupera la imagen del árbol y detalla qué actitudes provocan esa esterilidad: la impiedad, el pecado y el cinismo. Lo importante, en ambos textos, es dar fruto. Esa es una idea central en la literatura profética. El ser humano no está puesto en el mundo para simplemente estar. Estar, están también los cardos pero esa estancia no parece muy provechosa. Ya desde los primeros tiempos el hombre y la mujer fueron colocados aquí para hacer de la tierra un hogar; una realidad provechosa para todos. El salmista tiene hoy el mérito de aclararnos que no todos los hombres son malos, tal como Jeremías parecía dar a entender. El ser humano es, en palabras del mismo Dios, “muy bueno” pero existe quien se empeña en no aceptar su propia bondad y se sitúa al margen. Existen el bien y el mal porque existen Dios y su ausencia, su negación. El mal no tiene entidad en sí mismo. Es el rechazo de Dios. Y eso es lo que profeta y salmista condenan.

Si recapacitamos por un momento en la advertencia del salmista podemos ver que la piedad habla tanto de la compasión como de la devoción. En el consejo de los impíos se han olvidado ambas cosas. Se han alejado tanto de Dios como de los hermanos. Solo el propio interés merece contemplación y esfuerzo. Su senda es la de los pecadores, la de quienes no se detienen ante el dolor causado a otros y se reúnen cínicamente para ponderar su vida honesta pues, en este mundo que vamos construyendo, suele irles mucho mejor que a otros. Contra este orden social habla Jesús y manifiesta con claridad que las víctimas, los pobres, los hambrientos y los que lloran serán privilegiados sobre sus victimarios. Pero hay que subrayar que ese futuro no está lejano. El reino de Dios no es un lugar escatológico; se vive ya en la comunidad que ha puesto su confianza en el Señor. La esperanza definitiva es para quienes viven en esa comunión que se ha plantado junto al manantial y en la que no hay lugar para el hambre, el llanto, ni el sufrimiento. Será perseguida y condenada pero podrá vencer cualquier adversidad, incluso a la muerte, tal como Jesús la venció.

Como el resucitó resucitaremos nosotros, dice Pablo. Esa resurrección se dará en la misma medida en que confiando en el Señor vivamos como él y no nos amilanemos por las consecuencias que esa nueva vida nos traiga. A los profetas siempre se les ha perseguido, ergo, sin persecución no hay profetas. ¿Cuál es la actualización de la advertencia del salmista? Ten cuidado, no sea que estés sentado ya en el consejo de los cínicos que no son capaces de ver a qué conduce y a quién perjudica su forma de vida. De todos ellos, de los ricos, de los saciados, de los que ahora ríen se nos dice, como se le dijo también a Epulón, que ya han recibido su paga. No es revancha; es respetar la elección de unos y desagraviar a otros. Los lujos terminarán reducidos a oropeles y esa ausencia de Dios terminará por revelar su verdadera dimensión maligna. Aunque no lo parezca, el infierno se vive hoy en medio de la comodidad, pero terminará por no vivirse en modo alguno.

 

Junto al manantial

 

 


 

 


 

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