sábado, 26 de abril de 2025

LA REALIDAD Y LA ESPERANZA. Domingo II Pascua

27/04/2025 - Domingo II Pascua

La Realidad y la Esperanza

Hch 5, 12-16

Sal 117, 2-4. 22-27a

Ap 1, 9-11a. 12-13. 17-19

Jn 20, 19-31

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Hubo un tiempo en el que los apóstoles obraban prodigios y la gente “se hacía lenguas de ellos”. No quedaba espacio para la indiferencia. En ese contexto resultaba natural adherirse al nuevo grupo. Así lo expresa también Lucas que menciona cómo la gente llegaba desde fuera de Jerusalén buscando sanación y aunque no todos se atrevían, no eran pocos los que daban el paso e ingresaban en la comunidad que se reunía en el pórtico de Salomón y suscitaba reacciones encontradas. Evidentemente, quienes se abrían a esta buena nueva y aceptaban la invitación de este nuevo grupo eran quienes se veían beneficiados por su actuación. ¿Va a ser que llegada la Pascua han pasado ya los motivos para mantener la precaución que Jesús manifestó en vida a realizar curaciones como demostración? ¿O será más bien que lo incontenible se desborda y los apóstoles se descubrieron así como mediación de ese impulso vital irresistible? Sea una u otra, lo cierto es que esta gente se acercaba al pueblo sufriente. Quienes realmente necesitan ese acercamiento lo perciben como benéfico y descubren en él un sentido que les anima a seguir adelante. El salmista insiste en que la nueva piedra angular sobre la que se fundamenta la vida de los sufrientes es aquella desechada por los arquitectos del mundo. Quien viene en nombre del Señor aporta consuelo y sentido.

Sobre todo, sentido, porque con él el consuelo se transforma en esperanza y revitaliza el cuerpo y el alma. Jesús se hace presente entre los suyos deseando la paz. Esta paz no es la mera tranquilidad ni la ausencia de conflictos. Es un nuevo modo de comprender la realidad y de comprenderse a sí mismo en y con ella. Los discípulos reunidos por el miedo estaban tan necesitados de esa paz como lo estaban los sanados por los apóstoles en las calles de Jerusalén. Por eso Jesús les dona el Espíritu. Es ese nuevo ánimo el que les permitirá salir y construir un modo inaudito de ser y de situarse en el mundo. En esa novedad, perdonar o retener los pecados no es solo un acto litúrgico sino el reconocimiento y la aceptación de quienes realmente quieren compartir esta forma de vida. La sanación, decíamos, proporciona, ante todo, sentido y la fidelidad a ese sentido construye una vida nueva en unión a otros. Perdonar o retener es acoger a quienes verdaderamente quieren compartir ese nuevo vivir. El criterio es comunitario; la construcción es colectiva.

Tomás no es especialmente incrédulo; es el discípulo transparente que no esconde sus miedos; si los demás lo tuviesen ya claro no permanecerían encerrados con él. Es así que quien se conoce y no oculta sus temores es llamado a acercarse a las heridas, al sufrimiento humano, y descubrir en él la verdad de la resurrección. Lo que Tomás ve es la destrucción del mal y la restauración del cuerpo, de la salud, de la humanidad. Donde el dolor imperó se imponía ahora la vida y ese descubrimiento llevó a Tomás a la determinación definitiva: la vida se ha impuesto y eso solo puede ser obra de Dios mismo. Bienaventurado quien crea sin ver, dice Jesús; quien pueda hallar lo mismo que Tomás sin desesperar ante el drama del mundo. Frente a la tragedia que se construye desde el cerramiento en sí mismo, el Espíritu y la revelación de Jesús piden que escribamos, que demos testimonio de lo que ocurre y de lo que vendrá; de todo lo que necesita ser sanado y del triunfo definitivo del Viviente que no se impondrá en solitario sino que llevará consigo a toda la humanidad. Realidad y Esperanza van de la mano. 

 

Bansky, La esperanza

 

 


 

domingo, 20 de abril de 2025

OJOS NUEVOS. Domingo de Pascua

20/04/2025 – Domingo de Pascua

Ojos nuevos

Hch 10, 34a. 37-43

Sal 117, 1-2. 16ab-17. 22-23

Col 3, 1-4

Secuencia

Jn 20, 1-9

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Comenzamos esta nueva era con un resumen biográfico a la altura de aquel del centurión romano que vio en el Jesús asesinado un hombre justo. En esta ocasión, Pedro afirma de él que “pasó haciendo el bien”. Esta era es nueva porque no existe ya fractura entre lo antiguo y lo actual. Jesús ha resucitado desde lo profundo de la tierra, desde los infiernos. Pero no se ha alzado en solitario. Ha encabezado una auténtica peregrinación desde la profundidad del olvido y la desmemoria hasta el mismísimo trono que Dios prepara para todos. En esta nueva era todo está conectado. Jesús ha pasado pero permanece como elemento de conexión entre todos y todo. Tenemos testigos que pueden afirmar esta verdad. Ya no es una profecía, sino una realidad palpable transmitida por esos testigos. El salmista da gracias a Dios y alaba sus acciones porque ha convertido en fundamental aquello que el mundo había desechado. Todo se inicia de nuevo.

La mañana del primer día de la semana es la clara referencia al comienzo de esa nueva era. Es la recreación de todo lo existente y lo existido. Todo lo nuevo surgirá ya con esta conexión inusitada hasta la fecha. En esa fecha, Magdalena descubre el sepulcro abierto de par en par y corre a pedir ayuda. Pedro y el discípulo amado acuden. Ellos entran; ella queda fuera. Cada uno percibe la realidad a su modo. El insólito hecho no afecta por igual a ninguno de los tres. La conmoción y la necesidad de ver de cada uno de ellos guardan relación, entre otros factores, con la experiencia que tuvieron en vida con Jesús. Del discípulo y de Pedro se dice que al ver creyeron; a María le falta aún el encuentro personal que Juan relata más adelante. Para ellos es suficiente la ausencia del cadáver. María necesita el reencuentro personal. En los próximos días veremos que otros amigos necesitaron otras cosas. Los especialistas hablan de grupos y no de personas. Los relatos pascuales son narraciones de distintas experiencias comunitarias que intentan poner en claro, desde su propia perspectiva e intereses, un mismo descubrimiento. En realidad, eso ahora nos da igual; los grupos están formados por personas.  

A los colosenses se les dice que han resucitado con Cristo. Por esa razón han de aspirar a bienes que no son los terrenos, por todos conocidos. Están ya con Cristo escondidos en Dios pues han encontrado en él el mismo sentido que encontró y guió a Jesús. El sentido de sus vidas no es el que el mundo sigue manifestando. Se han unido a la piedra fundamental y han pasado a ser desechados como ella. Tanto ellos como los tres testigos del episodio joánico de hoy, han despertado; no están ya sujetos a esa realidad en la que lo aparente se toma por verdadero y la certeza pervive mientras dura el estímulo que la provocó. María fue en busca de quien llenó su vida de sentido porque estaba convencida de que el final no podía ser el que había vivido y los dos apóstoles salieron corriendo porque tenían que confirmar lo que sin entender esperaban. Que su buen sentido común les dijese lo contrario no fue freno suficiente. Ese buen sentido habría de acompañarles de aquí en adelante para distinguir lo verdadero de lo fantasioso pero la guía definitiva se encontraba en la nueva visión del mundo, de sí mismos y del resucitado. Todo lo veían con ojos nuevos; despiertos. 

 

¡¡Cristo ha resucitado!!

 

 


 

sábado, 19 de abril de 2025

DESPIERTA Y LEVANTA. Sábado Santo

19/04/2025 – Sábado Santo

Despierta y levanta

Jer 20, 7-18 Jeremías 20:7-18 LBLA - Lamento del profeta - Me persuadiste, - Bible Gateway

Una antigua homilía https://www.vatican.va/spirit/documents/spirit_20010414_omelia-sabato-santo_sp.html

En el día de hoy no hay celebraciones. Estos son los textos que la Iglesia propone en su oficio de lectura. En el día de hoy todo se detiene porque Dios ha muerto. “El rey duerme”, comienza diciendo la antigua homilía. Decir que Dios ha muerto suena fuerte, pero es gráficamente inmejorable. Y conecta mucho mejor con la sensibilidad de nuestros días. La muerte es lo contrario a la vida y Dios es la Vida. Lo opuesto a Dios será entonces la muerte, pero no esta muerte que conocemos. Esta es solo un tránsito. No podemos ir más allá y nos quedamos en la puerta dándole al todo el nombre de la parte. La muerte verdadera es la separación absoluta de Dios.

El profeta Jeremías comienza recordando su vocación. Fue un impulso irresistible, pero ese ímpetu no ha venido a traerle más que oprobio y pesar. Preferiría no hablar pero tiene en él una  energía incontenible que no le deja callar. Recuerda cómo Dios ha auxiliado a otros y pide por sí mismo pero, mientras tanto, llega a maldecir el día en que nació. Su experiencia es más cercana a la de la muerte pues vive el desamparo absoluto en medio de la persecución.

La homilía patrística recoge la tradición que afirma que Jesús bajó a los infiernos a liberar a Adán que estaba allí confinado. Jesús atravesó los dinteles de la muerte para encontrarse con todos los que no habían podido oír su predicación y anunciarles a todos la misma buena noticia que había proclamado ya en vida. A Adán, a todo el género humano, le dice: “Despierta tú que duermes (…) levántate de entre los muertos” y directamente le lleva a sentarse en el trono. No queda ya pena ni congoja; no afloran más lágrimas que enjugar.

También a nosotros nos dice hoy Jesús que despertemos. Este día de silencio puede ser dedicado a revisar actitudes de muerte que nos alejan de Dios, de la vida, o que alejan a otros. Existe un mundo crucificado, veíamos ayer y, por lo tanto, sumido en el infierno. Somos, como Jeremías, convocados para hablar y no callar. Seguramente esto nos traerá desventuras y podremos desear la muerte como el propio profeta. Sin embargo, Jesús está siempre atento para acompañarnos en nuestro propio infierno. De su mano podremos bajar al infierno de otros para avivarles y gritarles que despierten. “Despierta tú que duermes” es el deseo universal de Dios para todos. “Levántate de entre los muertos” es la voluntad de Dios que quiere que todos tengamos vida; que no quedemos apresados por nuestros propios demonios y nos pongamos en pie con la dignidad de los hijos de Dios.

Del infierno no se escapa. Se sale de él sobre el propio pie y de la mano de Jesús o de quien en su nombre se empeña en sacarnos de él. Se vuelve a la vida acompañado de otro o de otros y acompañando a otros. No es una aventura solitaria ni en beneficio propio; es singladura comunitaria en la que no sobra nadie y todos son necesarios.

Tiempo de sábado.

Tiempo de silencio.

Tiempo para despertar y ponerse en pie.  

Tiempo de despertar y poner en pie a otros.  

 

 

Pieter Brueghel, el viejo, Descenso de Cristo a los infiernos (1563)







viernes, 18 de abril de 2025

LA PASCUA DECISIVA. Viernes Santo

18/04/2025 – Viernes Santo

La Pascua decisiva

Is 52, 13 – 53, 12

Sal 30, 2. 6. 12-13. 15-17. 25

Heb 4, 14-16; 5, 7-9

Jn 18, 1 – 19, 42

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Isaías escribió los cantos del siervo para exaltar la figura de alguien desconocido que por fidelidad a su Señor merece la condena de sus contemporáneos y que, finalmente, sería ensalzado por su lealtad. Es el cuarto de esos cantos el que hoy nos presenta la liturgia. Como es sabido, los primeros cristianos identificaron a Jesús con esta figura anónima, animados por el recuerdo de que Jesús mismo hablase de sí como siervo y no ocultase su previsión de morir sufriendo. Se reconocía así también el valor vicario de su muerte. El salmista expone la actitud del siervo y su confianza absoluta en Dios. Podría ser perfectamente la vivencia de Jesús. 

Jesús era un gran blasfemo que soliviantaba al pueblo y, en último extremo, iba a provocar la ira del imperio y, por ella, el aniquilamiento de la nación. Era preferible que muriese él antes que todo esto ocurriera. Esta era la excusa de la nobleza sacerdotal para acusar a Jesús. Por otro lado, esa nobleza se sentía amenazada por la imagen de Dios transmitida por Jesús que cuestionaba el orden tradicional. Esto ya no lo admitían abiertamente, claro. Podemos deducir de aquí que la cruz no es algo elegido. Lo que Jesús elige, durante toda su vida, es ese modo de vida en el que puede mantener la fidelidad al Padre; por ello vive pendiente de sus preferidos y denuncia todo aquello que los excluye y los  arroja a las cunetas. La cruz es la consecuencia de la vida de Jesús. El autor de la carta a los Hebreos recuerda esta fidelidad, insiste en su inocencia y pone en valor el hecho de que este único sumo sacerdote conoce nuestra debilidad pues él mismo la ha experimentado. Tal como Jesús confiaba plenamente en el Padre nosotros podemos confiar en Jesús; siempre es más sencillo hablarle a un rostro humano.

En este rostro humano podemos identificarnos y podemos comprender la cruz del mundo a la luz de la suya. La cruz, hemos dicho, no se elige. Al mundo, o a gran parte de él, se le ha colocado en la cruz. Decimos que la cruz de Jesús es redentora y podemos subrayarlo incluso físicamente. Desde ella, Jesús pidió perdón para sus asesinos; en ella atendió al buen ladrón y le prometió la salvación; asumiéndola como consecuencia de su vida permitió la liberación de aquel bandido, no muy buena persona seguramente, pero Bar-abbas “hijo del padre”, un hombre corriente a fin de cuentas, pecador como tantos otros y otras a los que Jesús dejó ir en paz. La cruz del mundo, en cambio, no es redentora para nadie. Es, al contrario, fruto de la misma motivación que callaba la nobleza sacerdotal de Jerusalén: que no nos muevan el suelo bajo nuestros pies. Como ya se ha dicho muchas veces, el mal del mundo es fruto del egoísmo de unos pocos y, sin embargo, siguen existiendo justificaciones que se lanzan como defensa de la situación actual y del propio estatus. Y la lógica parece hablar por sus bocas, hasta el punto de que convencen. Des-convencerse de estas razones es un proceso personal en el que influyen muchos factores y en el que se asumirán opciones nuevas en favor de los crucificados y en detrimento de la propia comodidad, incluso seguridad. En ese proceso se elige la vida plena para todos, no la cruz, pero se asume la que llega y esa asunción resulta redentora también para el sujeto que la sufre. Este es el conocimiento que, pese a sus dolores,  sacia al justo de Isaías. Una vez entras en esta dinámica el mundo no será ya nunca igual. Este es el paso definitivo, es la Pascua decisiva.  

 

Larry Cole, El amor (2010)   








 

jueves, 17 de abril de 2025

LA SEGUNDA PASCUA. Jueves Santo

17/04/2025 – Jueves Santo

La segunda Pascua

Éx 12, 1-8. 11-14

Sal 115, 12-13. 15-18

1 Cor 11, 23-26

Jn 13, 1-15

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En algún momento cercano a la festividad de la Pascua Jesús se reunió con los suyos en torno a la mesa. En las sociedades agrícolas la cena es el momento del reencuentro de quienes han partido a faenar al campo y quienes han permanecido en el hogar ocupados en diferentes tareas. En la calidez de ese contexto de reunión en un ambiente marcado por la agitación de los últimos días y con el peso de toda la conflictividad que ha rodeado la actividad de Jesús durante su vida pública, el maestro quiere resumir sus palabras y sus obras; quiere dejar claro su mensaje, tal vez porque se tema lo peor o porque vea que entre sus discípulos crecen pretensiones totalmente ajenas a lo que él pretendía.

La fiesta de la Pascua conmemoraba la libración de los antiguos hebreos de la esclavitud en Egipto tal como fue narrada en el relato del Éxodo. En aquella noche La sangre del cordero libró a los esclavos de la atrocidad de la última plaga y les franqueó la salida del reino hacia el desierto, camino de la libertad. Hoy Jesús, gracias a Juan, nos propone otra salida más; un nuevo paso desde la libertad a la fraternidad. La liberación es la garantía del amor fraterno. Jesús lo sabía y por eso pasó su vida liberando a la gente de diferentes esclavitudes. A sus amigos les pide hoy abandonar esa imagen de Señor como alguien poderoso a quien hay que servir. Las dudas de Pedro representan las de todos los demás. Tanto tiempo con Jesús y aún no han aprendido que la clave no está en colocarse por encima de los demás sino en estar siempre atentos a sus necesidades. Ellos mismos siguen sin ser capaces de asumir esta nueva forma de ser porque continúan atenazados por sus miedos, inseguridades y criterios anteriores. Están ya limpios de todo, como dice Jesús, excepto de los pies; necesitan aprender una nueva forma de caminar y de llegar hasta los demás. Necesitan liberarse de sus últimas pretensiones triunfalistas y dejar atrás las concepciones sociales y religiosas que todavía les retienen apresados en lo anterior. Es eso anterior lo que condena a Jesús y a la fraternidad real como un sueño ilusorio, pero cuesta deshacerse de ello y situarse a la intemperie de lo que venga. 

Pablo retoma el significado de la sangre y subraya el del pan. Relata el gesto de Jesús del que no fue testigo, pero que le llegó por tradición y es, paradojas de la vida, el primero en ponerlo por escrito. El pan se pone en referencia al cuerpo y el vino a la sangre. La sangre llena ahora la copa de la nueva alianza. Es un gesto arriesgado el de Jesús, dada la repulsión de los judíos a la sangre. Para ellos, es en la sangre donde se encuentra la vida. Derramarla es terminar con esa vida, pero consumirla es introducir esa misma vida en ellos. Beber la copa de esta nueva alianza es hacer propia la vida misma de Jesús. Los discípulos deben vencer el tabú que rodea a la sangre que no es menor que el tabú de dejarse lavar los pies. La invitación de Jesús en esta tarde es a superar nuestras propias barreras y liberarnos de forma que podamos efectivamente liberar a los demás. El amor fraterno pide libertad. La libertad es el primer paso. Si queremos de verdad amar fraternalmente necesitamos superar las limitaciones materiales, sociales y religiosas que nos mantienen sujetos a lo antiguo y nos incapacitan para amar como Jesús amó. La segunda Pascua, la nueva Alianza, pone el acento en las nuevas relaciones entre los seres humanos que Jesús presenta como queridas por Dios y esto era una blasfemia.

 

L
Yongsung Kim, El siervo (2016)

 
 
 

 
 


 

sábado, 12 de abril de 2025

SOBRE LA AUTENTICIDAD. Domingo de Ramos

13/04/2025 – Domingo de Ramos

Sobre la autenticidad

Is 50, 4-17

Sal 21, 2a. 8-9. 17-18a. 19-20. 23-24

Flp 2, 6-11

Lc 22,14 – 23,56 

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Posiblemente, habrá pocos resúmenes mejores para mostrar el valor de una vida humana como el que nos ofrece el evangelio de hoy: “Realmente, este hombre era justo”. La justicia de este ser humano del que se habla es la justicia misma de Dios. Si hubiese sido una justicia humana en algún rincón hubiese encontrado amparo. Sin embargo no fue así. El discípulo, nos dice Isaías, tiene una forma de escuchar distinta a la de los demás. Escucha a Dios que le va indicando dónde y cómo utilizar su lengua de iniciado. Habla lo que solo él y Dios conocen y lo hace en el momento preciso y ante la persona que lo necesita. Sabe también que su labor le traerá dificultades, pero no retrocede ante ellas; al contrario, endurece su piel como el pedernal. Sufrimientos llegarán, pero no le harán retroceder. Así lo certifica el salmista.

Los especialistas discuten acerca de la identidad de este justo. Los primeros cristianos, de forma muy temprana, lo identificaron con Jesús. Su vida fue un continuo transmitir el consuelo de Dios a quien lo necesitase y con ello reveló definitivamente el amor expansivo del Padre. Dios no es ese ser justiciero hasta el sadismo con el que algunos tenían acogotado al pueblo. Así, ocurrió que el poder religioso vio tambalearse sus cimientos y recurrió a la autoridad del político para socavar esa nueva revelación. La política suele ser descreída hasta la indolencia, pero es cobarde por naturaleza. También en el caso de Jesús lo fue y su condena obedeció a ese básico principio de supervivencia de la cosa pública: “Que no vengan a decirme que no he defendido lo correcto”; “Que no puedan achacarme falta alguna que perjudique mi carrera”. Cuando la religión se ve reducida a la búsqueda de seguridades que se logran con el cumplimiento escrupuloso y la política llega a ser un intercambio de favores que olvida el bien común para centrarse en un astuto cálculo de beneficios, ambas realidades se transforman en poder que busca imponerse sobre lo demás. Jesús, este justo, fue víctima de una forzada alianza entre ambos poderes.

Jesús, este justo, siguió el principio divino de actuación. Pablo nos habla del vaciamiento que protagonizó. Fue un acto personal que le llevó mucho más allá de lo particular. Siendo un buen hombre, incluso un hombre heroico, fiel a sus principios, Jesús no habría llegado a donde llegó. Vivió permitiendo manifestarse al Dios que en su interior le hacía ser mientras descubría esa identidad única. Dejando ser a Dios en y desde él se dejó ser a sí mismo alcanzando la fidelidad absoluta a lo que era. Las mujeres en el camino, el malhechor ajusticiado y el soldado extranjero captan esa autenticidad que para los demás pasa desapercibida. En cambio, quienes le recibieron entre palmas y cantos de alabanza han quedado atrás seguramente porque se decantaron por alguno de los otros dos poderes; no por este de la fidelidad que te hace ser lo que en verdad eres. El ser humano auténtico no se deja poseer por seguros tranquilizadores ni busca medrar por delante de los demás; muy al contrario, comprende que la relación con Dios le lanza hacia los demás sin protección y le induce a la alianza con quienes buscan el bien para todos. Renuncia a la exclusividad en favor de la comunitariedad reparadora que se construye para acoger a todos y para el acompañamiento mutuo en el camino hacia la globalización de la plenitud colectiva.  

 


Domingo de Ramos    





 

sábado, 5 de abril de 2025

NUEVOS CAMINOS. Domingo V Cuaresma

06/04/2025 – Domingo V Cuaresma

Nuevos caminos

Is 43, 16-21

Sal 125, 1-6

Flp 3, 8-14

Jn 8, 1-11

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Lo nuevo va llegando. Así lo presiente el alma que ve desmoronarse lo caduco. Tal fue ya la intuición de Isaías que recordaba las hazañas de Dios en favor del pueblo y encontraba en esa evocación la esperanza para continuar sin someterse al desaliento. En este erial el Señor volverá a abrir camino. El pueblo no se quedará sin motivos por los que alabarle. El salmista expresa bien la consolación de los cautivos que, finalmente, regresan trayendo las gavillas entre risas y cantares. El retorno, la historia lo dirá, alumbra una nueva realidad. El pasado no vuelve nunca porque pudo estar bien cuando fue, pero esto que ahora es necesita algo distinto.

La mayor novedad viene de la depuración de lo antiguo. Así nos lo  dice Jesús hoy. Pese a lo que muchos piensan, la ley de Moisés referida al adulterio mandaba lapidar a la pareja infractora, no solo a la mujer. Los hombres se salvaban por, digamos, corporatividad. Para que un pecado tuyo pueda disculpar otro ajeno debería ser, por lo menos, similar. Así pues, tenemos, en primer lugar, que lo que Jesús viene a decir es: “¿Acaso tú no has caído otras veces en lo mismo y sigues aquí de pie? ¿Acaso no deberías morir como ella? ¿O como otras que ya murieron mientras tú te libraste? Si no es así, ejecuta tu ley injusta”. La verdad desarma. Por otro lado, pocas veces vemos a Jesús actuando de forma tan parecida a la de Dios mismo. Calla y deja plena libertad al ser humano mientras él escribe en silencio sobre la arena tal como Dios escribiera sobre la piedra. No sabemos qué se escribe ahora. Las almas más rígidas podrán pensar que con este gesto escenifica y denuncia el maltrato del ser humano a la Ley, que convierte en volátiles las sólidas palabras divinas. Otros, sin embargo, pensamos que Dios mismo, transformado por su experiencia humana, rehace  aquella ley antigua y abre la puerta al perdón. “¿Nadie te condena? Tampoco yo”. El mal atenta contra el ser humano, no contra Dios. Si aquel renuncia a sancionar, tampoco este lo hará. He aquí la novedad. Mucho mejor es que cada uno se haga cargo de su realidad y comprenda que no tiene más razones para reprobar a los demás que a sí mismo. La Ley misma pasa a un segundo plano pues lo que Dios busca es ese mutuo dejarse afectar por los demás, incluso por los malvados, que termine haciendo inútil cualquier legislación, precisamente, por la ausencia de delitos. Así, se hace preciso encontrar una forma de absolver que haga saber al malo que es indultado por ser amado no por una debilidad que de alas a la impunidad. Todos somos, en vistas a esta renovación, convocados a una transformación definitiva: “No peques más”.

Pablo nos subraya este carácter novedoso de la realidad vista desde Cristo Jesús. Todo lo anterior carece de sentido; no tiene ya valor. La fe que ahora se descubre como definitiva es la que procede de la propia fe de Jesús. El pueblo está llamado a ejercer esa misma fe de Jesús que llegó a morir perdonando. Este es el comienzo de la resurrección que se va intuyendo en el horizonte. Vivimos, como Pablo, en camino, en proceso; nos queda aún un trecho largo, pero estamos ya orientados. Despertamos de la somnolienta convicción de estar perdiéndolo todo y descubrimos que para lo que falta no nos sirven ya los aparejos del pasado. Para eso nuevo que llega; para esos caminos inéditos no nos sirve lo que conocíamos. 

 

Caminos nuevos