sábado, 6 de septiembre de 2025

ELECCIONES. Domingo XXIII Ordinario

07/09/2025 – Domingo XXIII T.O.

Elecciones

Sab 9, 13-18

Sal 89, 3-6. 12-14. 17

Flm 9b-10. 12-17

Lc 14, 25-33

Si quieres ver las lecturas pincha aquí 

Pese a su innegable extremismo, el evangelio tan solo nos pide aquello que es razonable. Difícilmente hallaremos límite más alejado que el odio a los propios familiares que  según nos dice Lucas, Jesús pide a quien quiera seguirle. Los exégetas dicen que esta expresión es un semitismo; una formulación propia de las lenguas semitas, como el arameo que Jesús habló. Sin embargo, dicen estos especialistas que hay que entenderlo tal como lo traduce Mateo: “si amas más…” No se trata de odiar, sino de saber elegir. Por eso nuestro texto habla de posponer. Jesús habla también de cruz para que nadie ignore el peligro cierto que tanto sus amigos como él mismo corren: terminar clavados al madero, como así ocurrió. Quiere dejar las cosas claras: “Déjalos a todos y prepárate porque es posible que terminemos de la peor forma posible”. Aunque Jesús sabía que el peligro era cierto, en aquel momento todavía esperaba que el Reino llegase pronto, así que la opción que se planteaba a cada discípulo era real, pero temporal. Hasta aquí el extremismo. Veamos ahora lo razonable. Jesús sabe que no es posible construir una torre sin tener presupuesto para ello del mismo modo que tiene claro que para cualquier rey sería una necedad lanzarse al combate sin las fuerzas suficientes. Jesús lo pide todo, pero con sensatez. Un extremismo sensato es un acto radical porque se hace conscientemente, obedeciendo a un por qué, apoyado en la raíz. No es un arrebato que te toma y te lleva a hacer cualquier locura.

No es fácil encontrar esta razón que nos radicalice porque el mundo, las circunstancias, las necesidades nos oprimen y abruman. Nos envolvemos en una espiral negativa y no vemos la salida. Así nos lo dice hoy el desconocido autor del libro de la sabiduría del que hoy leemos un trozo de la oración de Salomón para pedir la sabiduría de Dios. Aquel famoso rey la pidió porque confiaba en que Dios se la concedería. El salmista está en la misma línea y reconoce la intervención misericordiosa de Dios en nuestra vida. Esa misericordia es la maestra que Dios manda. Así opina también Pablo que pide a Filemón misericordia para Onésimo y sus acompañantes. Aunque Filemón tendría derecho a castigar a Onésimo por haber huido, incluso a denunciar a Pablo por haber encubierto su fuga, Pablo le pide que ponga en juego lo que, a través de él, ha aprendido de Dios y que motivó su conversión. Es decir, que renuncie a cumplir la ley y lo reciba no ya como siervo, sino como hermano. A Filemón y Onésimo les tocó vivir la fe en tiempos extraños; abrieron la puerta a que Jesús entrase y lo transforme todo desde la raíz produciendo frutos que para otros no tenían sentido ni valor; aceptar que la realidad de lo que vivían era tan excepcional que en un momento determinado haría brillar su condición de irrenunciable y podía llevarlos a tener que elegir entre el anonimato y el testimonio, con todas sus consecuencias.

Todo eso no se improvisa; requiere preparación y la preparación necesaria es, para Jesús, la renuncia a los bienes que puedan ser impedimento para aceptar lo que viene, pero esos bienes no son materiales. Jesús habla de personas concretas, cercanas y queridas. Nos pide iniciar un proceso en el que la misericordia nos irá educando en la sabiduría para darnos cuenta de que existen realidades, situaciones y personas a las que habremos de elegir por encima de esas otras que el mundo considera irrenunciables y asumir su incomprensión. 

 

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