sábado, 13 de septiembre de 2025

RESPIRACIÓN. Domingo XXIV Ordinario - Exaltación de la Santa Cruz

14/09/2025

Exaltación de la Santa Cruz.

Nm 21,4b-9

Sal 77, 1-2. 34-38

Flp 2, 6-11

Jn 3, 13-17

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Domingo XXIV T.O.

Ex 32, 7-11. 13-14

Sal 50, 3-4. 12-13. 17 y 19

1 Tm 1, 12-17

Lc 15, 1-32

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Respiración

En este domingo se celebra la fiesta fija de la Exaltación de la Santa Cruz, que tiene sus lecturas propias (columna izquierda) que prevalecen sobre las previstas para el Domingo XXIV (columna derecha). El primer grupo de lecturas se inicia con el episodio en el que Moisés hace una serpiente de bronce para colocarla en lo alto de un estandarte de forma que los mordidos por las serpientes que Dios envió como castigo por su infidelidad pudieran sanar al elevar sus ojos hacia ella. El salmista reconoce la misericordia de Dios que perdona siempre al pueblo. Juan relata cómo Jesús expone a Nicodemo su convicción de que también él debe ser elevado sobre el mundo para ser referencia de salvación visible para todos. Pablo nos transmite un antiguo himno litúrgico que contempla el vaciamiento de Jesús, su abandono de cualquier pretensión triunfalista para descender hasta el lugar donde Dios no puede llegar. La muerte es la negación de la vida y gracias a la humanidad de Jesús Dios se hace presente también en ella. Por eso Dios le elevará hasta donde ningún ser humano pudo llegar, pero con ello abre camino para todos. El que descendió vuelve a ascender, pero no lo hace en soledad.

La segunda columna se abre de nuevo con la misericordia de Dios que retiene su ira inicial al recordarle Moisés sus promesas de futuro a los Patriarcas. La historia es un proceso real que no puede detenerse ni por el enfado de Dios; aunque él quisiera progresar a más velocidad el ser humano es lo que es. Y nos cuesta. El salmista reconoce su falta y eleva al Señor el que será canto penitencial por excelencia. El autor de la epístola a Timoteo presenta su propia experiencia; reconoce su incapacidad y se descubre él mismo como el primer pecador salvado para ejemplo de todos; si a mí pudo rescatarme ¿Cómo no a ti? Lucas, por su parte, nos trae las célebres parábolas de la misericordia. Dios es asimilado al pastor, a la mujer hacendosa y al padre que consiguen recuperar a la oveja, a la moneda y al hijo perdido. Ya sea que salga a buscar, que se ponga a revolver la casa o que permanezca a la espera es siempre la pasión por el reencuentro lo que le mueve.

La respiración es una imagen habitual en el hablar sobre Dios. Cualquier ser vivo necesita inspirar antes de expirar. Dios es el único que desde siempre expira sin tener que inspirar antes. Se da por completo desde sí mismo y en su darse es ya búsqueda, del mismo modo que espera que lo que de sí partió regrese. Hasta la irrupción de Jesús, ese retorno solo era posible cuando cada uno se enfrentaba con aquello que le había enfermado o herido. Desde el momento en que Jesús es el estandarte, hasta la negación de Dios más absoluta se llena de él. Por eso afrontar la propia realidad es no detenerse en el sufrimiento, sino compararla con la de Jesús y, por cercanía, con la de aquellos que, habiéndose fiado de él, sintonizan su vida con la suya y nos indican el camino. El modelo y sus seguidores nos muestran la oposición al mal sin dejarse vencer por miedo o respeto humano alguno. Es alegre y sencilla denuncia en resistencia capaz de restañar heridas y alimentar así la utopía. La cruz no es signo de dolor; es el lugar en el que Dios muestra, en su propia carne, como vencer al mundo. Es símbolo de salvación porque es donde la seducción de la propia gloria no puede imponerse y el auto-vaciarse permite negar la dualidad entre Dios y uno mismo y todo y todos los demás. Solo una vida desposeída como la de Jesús puede ser elevada con la suya.  

 

Respiración

 

 

 




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