jueves, 29 de marzo de 2018

SERVIR Y AGRADECER. Jueves Santo


29/03/2018
Servir y agradecer
Jueves Santo
Ex 12. 1-8. 11-14
Sal 115, 12-13. 15-16bc. 17-18
1 Cor 11, 23-26
Jn 13, 1-15
Caigo en la cuenta de que YHWH pide a su pueblo que coma la cena pascual ataviado para la marcha: con las sandalias puestas, la cintura ceñida y el bastón en la mano. Justo lo contrario de lo que diría Jesús siglos después al enviar a sus discípulos descalzos, sin manto ni bastón. Son viajes diferentes, los hebreos habrían de salir tras el paso de Dios hacia su liberación, hasta la tierra sagrada; los discípulos recorrerían los pueblos de Galilea anunciando que llega un reino nuevo. Para huir del faraón son necesarias las sandalias, para acoger al Dios que viene a ti es preciso descalzarse, reconocerlo presente en los hermanos  y dejarse lavar los pies por él.
Tradicionalmente encontramos tres motivos de celebración en el espíritu de este día: la institución de la Eucaristía, la institución del sacerdocio ministerial y el amor fraterno. La Eucaristía es la cristalización del estilo de vida de Jesús; él se entrega a sí mismo, sin reservarse nada, haciéndose pan para todos hasta derramar su propia sangre. Todos pueden alimentarse de ese pan y comprometerse en aportar, si fuera preciso, la propia sangre para que a nadie le falte el pan. El sacerdocio cristiano, por su parte, se diferencia de cualquier otro en su extensión universal, la concreción ministerial no puede ser nunca razón de privilegios ni de separación; todos somos sacerdotes, llamados a compartir cuerpo y sangre, el de Cristo y el propio, para ser efectivamente punto tangencial entre todas las dimensiones de la realidad. El amor fraterno es la concreción de esa tangencialidad. Todo ser humano está llamado a la fraternidad por encima de cualquier otra circunstancia: raza, idioma, género, estatus, religión… la nota definitiva que se impone sobre todas las otras es ese ser hermanos que se reconocen en camino hacia un mismo Padre.
Estos tres motivos se podrían resumir en uno solo, tal vez menos lustroso, pero fundamental: diaconía. El servicio a cada ser humano concreto que tienes delante de ti. Despojarte del manto y ceñirte la toalla, llenar la jofaina de agua y limpiar en todos aquello que les queda aún por purificar. Quien se ha bañado, quien ha sido ya salvado por pura gracia, sólo necesita lavarse los pies, sólo precisa sanar las heridas de la vida que no le dejan percibir la verdadera y última alegría de los hijos de Dios. Sólo quienes se han dejado limpiar los pies por el hermano pueden recorrer los caminos descalzos, en busca de quien acepte ser sanado, limpiado. En esta muestra de amor fraterno incondicional se cifra el sacerdocio universal que ministerialmente se concreta en la materialización de la Eucaristía. Esa materialización carecerá de valor si no surge desde el seno de una vida plenamente entregada y agradecida. Ambos, servicio y agradecimiento son motivos para lavar los pies, son dimensiones esenciales de todo creyente. Agradecer el don recibido transmitiéndolo a los otros, lavándolos, sanándolos, acompañándolos. 

Servir y agradecer

1 comentario:

  1. ANA BELÉN BATISTE BATISTA29 de marzo de 2018, 20:49

    Amén... Gran diácono serias Javier...

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