sábado, 17 de marzo de 2018

UNA NUEVA ALIANZA. Domingo V Cuaresma


18/03/2018
Una nueva alianza
Domingo V Cuaresma
Jr 31, 31-34
Sal 50, 3-4. 12-15
Heb 5, 7-9
Jn 12, 20-33
El papel lo aguanta todo. Imagina la piedra… Puedes escribir sobre ambos aquello que quieras y allí permanecerá, inalterable durante años o siglos. Sin embargo, aquello que inscribas en tu corazón irá latiendo con tu mismo compás mientras vivas. Allí mismo ha grabado Dios su nueva alianza. Ya no será un papel ni un pedrusco que puedas dejar de lado o exponer tras una vitrina. En tu propio ser anida la capacidad de encontrar al Dios de tu pueblo. Él es quien nos reúne y no hay ya necesidad de maestros iluminados, tan sólo de reconocernos unos a otros como hermanos, unidos por el perdón que Dios hace manar para todos directamente desde nuestro corazón como una fuente.        
En el corazón de Jesús el Cristo latía esta alianza y él la fue cultivando durante toda su vida. A pesar de su condición especial, su naturaleza humana experimentó la amplitud de la vida sin ahorrarse sufrimientos ni alegrías, igual que todos los demás y en cada momento de debilidad supo experimentar la profundidad del amor de Dios que habitaba en él, poniéndolo por delante de su propia voluntad o comodidad. Así nos reveló el camino decisivo: dejar de lado el propio interés, renunciar a un ego  incapaz de ver más allá de sí mismo, centrarse en el Dios que nos habita a todos y encontrarnos con todos como hermanos, unidos en el corazón del Padre, acogiendo a los más pequeños y necesitados y exigiendo a quienes pretenden tener autoridad y razón que depongan su actitud, que se hagan también tienda para acoger al Dios que habita en todos, que ellos mismos se dejen acoger y perdonar por lo demás. En esto se cifra la salvación.
Aquellos griegos que según Juan quisieron conocer a Jesús, gente racional y seria, seguro, extranjeros para más señas, no esperaban que éste les hablase de la muerte y la glorificación. Cuando ellos, movidos por su fama, quieren ver y conocer él les habla de su fracaso con la tranquilidad de quien ha encontrado un sentido oculto en todo ello.  Quien quiera seguir a Jesús es libre de hacerlo, su camino es el mismo para todos y para todos termina en el mismo sitio. Incluso él está agitado e inquieto en aquél momento, como en tantos otros antes; nada surge de la nada… pero, precisamente por eso, sabe cómo reconocer el obrar de Dios, reconoce su amor acompañándole, siente latir en su propio pecho la alianza que va germinando según él mismo la alimenta con su aceptación. También una parte de él quisiera salir corriendo, pero esa es la parte más pequeña, la que menos le reconforta, aquella en la que no se reconoce, aquella donde no encuentra al Padre, ni siente el aliento del Espíritu, ni puede oír el eco de su pueblo. Esta aceptación es ya la glorificación que Dios da al hombre Jesús y volverá a hacerlo para los ojos de todos un poco más adelante. De momento, él será el punto visible que muestre como superar el mal, como romper la cadena de maldades que parecen rodearnos sin remedio. Al mirar el mundo podremos decir que al menos uno supo vivir su vida con alegría, sin pisotear ni aprovecharse de nadie, compartiendo con todos el pan y la sal, descubriéndonos el valor de la fraternidad, y llegó al final con la serenidad de quien sabe que nunca estará solo pues aunque todos fallasen la fuente de vida que compartimos le dará, desde el interior, el abrazo definitivo.  

Ilustración: R. Luque Pérez

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