sábado, 16 de mayo de 2020

SERÁ POR AMOR... O NO SERÁ. Domingo VI Pascua


17/05/2020
Será por amor… o no será
Domingo VI Pascua                                                              Si quieres ver las lecturas pincha aquí
Hch 8, 5-8. 14-17
Sal 65, 1-3a. 4-7a. 16. 20
1 Pe 3, 15-18
Jn 14, 15-21
La clave de todo está en el amor. Ya no nos sirve el cumplimiento de las normas. Hay que guardar los mandamientos de Jesús, no hay que cumplir nada. Jesús nos dejó un único mandamiento: que nos amáramos como él nos amó. Todo se deriva de él. El amor es el vínculo esencial entre el Padre y el Hijo; es el Espíritu. Jesús y el Padre se aman en el Espíritu y ese mismo Espíritu es el que Jesús nos dona. Él ha sido el apóstol del Padre, nuestro paráclito, nuestro guía en la senda del amor. Ahora que él se va el Padre consiente en que otro enviado, el Espíritu mismo, resida en nosotros. Es decir, en que seamos movidos a inaugurar una relación nueva entre nosotros mismos y con él: la misma relación que entre el Padre y el Hijo ha existido desde siempre. Esa nueva capacidad de amar es el Espíritu que no guardará si nosotros lo guardamos a él. No es alguien, es una nueva forma de ver el mundo. Es el amor y lo conocemos en la medida en que amamos.
Por eso dice que al mundo le cuesta conocerlo pero para que el mundo lo conozca estamos nosotros. Igual que Pedro y Juan confirmaron el bautismo que Felipe concedió a los samaritanos. Estos entraron en la comunidad de seguidores de Jesús por el bautismo, pero por la imposición de las manos recibieron esta nueva capacidad de amar. El mismo Pedro afirma que debemos dar siempre razones de nuestra esperanza pero con dulzura y respeto. Sin imposición alguna. El salmista nos recuerda también la misma idea de universalidad. El amor nos es donado para extenderlo amorosamente a todo el mundo.
El amor es un dinamismo. No es un sentimiento. El amor abstracto no existe. Existe el amar. Dios es siempre un sujeto. Dios es amar. Y nos llama a todos a amar. Amar es cuidar, respetar y hacer crecer. Es ayudar a que el otro llegue a ser lo mejor que pueda ser, cuidando de que nada interrumpa esa trayectoria y respetando sus propias opciones e iniciativas. Es una aceptación exigente que respetuosa y dulcemente debemos extender a todas las personas sin acepción ni excepción alguna. No es una contemplación bobalicona.
En nuestra vida cotidiana, en este contexto tan especial que vivimos en estos días ¿Cómo podemos amar a todos? A los que se saltan las normas; a los que debiendo proveer no lo hacen con la debida diligencia; a los que debiendo estimular y apoyar miran tan sólo por su propio rédito; a quienes sólo saben criticar; a quienes sólo esperan volver a una normalidad lesiva para los demás y para el planeta; a quienes ven en todo persecución y se envuelven en la bandera de sus derechos para defender sus posiciones; a quienes insisten en volver a sus rutinas porque eso es lo mandado y lo conveniente para todos; a los que no opinan en nada como yo pero se empeñan en hacérmelo saber por todos los medios y canales posibles; a los que conviven conmigo en un clima que se va tensando poco a poco con pocas válvulas de escape; a mí mismo que me encuentro perdido y obligado a hacerlo todo tal como nunca lo había hecho… Retornando, creo, a lo inmediato, a aquello que me fundamenta y fundamenta a quienes amo. No hay reforma ni revolución verdadera que no surja del interior. Hacerse cercano no es igualarse sin más, sino hacerse presente y ofrecer nuestra verdad. La proximidad es la gramática del amor; la universalidad, el idioma. 


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