sábado, 3 de agosto de 2024

HACIA LA NOVEDAD. Domingo XVIII Ordinario

04/08/2024

Hacia la novedad.

Domingo XVIII T.O.

Éx 16, 2-4. 12-15

Sal 77, 3. 4bc. 23-25. 54

Ef 4, 17. 20-24

Jn 6, 24-35

Si quieres ver las lecturas pincha aquí 

El antiguo pueblo hebreo liberado de la esclavitud se enfrentó en el desierto a los rigores de la libertad, justo allí donde no siempre la integridad sale vencedora. Tras un largo trayecto el  hambre hacía mella en él y terminó por valorar los beneficios de la servidumbre. Lo mismo nos pasa a nosotros a veces, cuando descubrimos que el remedio al mal del mundo no está en que todos tengan lo mismo que nosotros, sino en desprendernos de parte de nuestras ventajas para que aquellos que no tienen, tengan y para que los que tenemos, tengamos menos. Hay para todos, pero no en la cantidad que nosotros desperdiciamos. Se nos pasan los afanes liberadores cuando descubrimos que renunciar a parte de nuestra comodidad es el modo de rescatarlos y rescatarnos. Mejor continuar encadenados. Dios obró el portento de desatar al pueblo que clamaba, pero el pueblo ahora pedía pan. Se puede vivir sin milagros, pero no sin pan.

La multitud que seguía a Jesús había comido los panes y los peces. Llegaron en pos suya desde Iturea y la Decápolis; muchos de ellos no estaban bien vistos por la ortodoxia, pero Jesús, sin reparar en ello, había saciado su hambre. Esto es lo que les importaba. Las palabras de Jesús son elogiosas; no un reproche. En otros lugares, Jesús había afeado ya el interés desmedido en los milagros “personalizados”. El hambre de estas personas tampoco era solo física. Seguían a quien pasó por alto su condición y les dedicó tiempo y cariño; a quien les acercó a Dios. Jesús aprovecha entonces y les habla del pan que permanece y da vida eterna. Y ellos recogen el guante: le preguntan por lo que pueden hacer, no por lo que pueden recibir. Le acogen como enviado de Dios y por eso le piden una señal. Juegan ya en el terreno de Jesús. Los padres recibieron pan del cielo como señal, esto ya es conocido; ellos buscan algo más.  No fue Moisés quien bajó pan del cielo sino Dios y Dios manda ahora este pan del cielo que estáis viendo, el que definitivamente sacia el hambre y la sed. Y ellos le creen. Habían vivido en la esperanza del salmista, pero hoy hay algo más frente a ellos.

Eso nuevo se nos da también a nosotros, como a los efesios: Conocer a Jesús es aprender de él la verdad que pueda orientar la vida de un modo distinto, renovando mente y espíritu para llevar una vida acorde a nuestra naturaleza creada a imagen de Dios. La pregunta más famosa por la verdad quedó sin respuesta, pues la solución estaba al alcance de quien quería verla pero oculta para quien no estaba dispuesto a liberarse de sus propias cadenas. La verdad del mundo es que siempre paga alguien para que otros puedan seguir viviendo con holgura; la verdad de Dios, en cambio, es que él está del lado de los que pagan, de los paganos, hecho uno con ellos y practicando la justicia: dedicándoles el tiempo y el amor que otros les niegan. Pero no todos pueden percibir aquí mucho más que una catástrofe. Aquellos que se han visto damnificados, sin  embargo, son capaces de comprender que no es un consuelo efímero, sino el sentido que lo ilumina todo y se ven llamados a hacer lo mismo con otros, porque nunca vale tanto lo que recibes como lo que das. Por eso son capaces de izar velas y cruzar el mar para seguirle y navegar hacia la novedad. Porque sin milagros se puede vivir, pero sin justicia no.

 

Hacia la novedad


 


 

Con un abrazo para ti, Fray Manolo, que nunca dejas de zarpar... marcando rumbo.

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