sábado, 8 de marzo de 2025

AUNQUE PAREZCA QUE NO ESTÁS

09/03/2025 – Domingo I Cuaresma

Aunque parezca que no estás

Dt 26, 4-10

Sal 90, 1-2. 10-15

Rm 10, 8-13

Lc 4, 1-13

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Para ser fieles a la historia, que es una dimensión importante en las lecturas de hoy, vamos a partir de las palabras del salmista que identifica a los agentes de la protección que Dios dispensa al pueblo. Son los ángeles quienes acompañan en el camino. El Señor vela y ampara. Él es el refugio. Es un Dios amante y fiel, pero distante. No interviene directamente. Los seres celestiales, tomados en préstamo de las cosmovisiones cananeas, son quienes se relacionan de cara a cara con los humanos. Años después la recopilación deuteronomista, llegada en tiempos de profunda crisis, pondrá negro sobre blanco que aunque Dios no parezca hoy muy pendiente de nosotros lo está tal como lo estuvo en el pasado. Por eso se recuerda la profesión de fe de Moisés que pone voz al sentimiento del pueblo y recuerda los favores recibidos de Dios. Es un credo histórico. Ese favor promueve la fe. El pueblo sabe de quien se ha fiado porque en su día a día ha sido testigo del cuidado de Dios; no es una abstracción. Sus huellas están presentes en su devenir. Y en ese devenir el pueblo se manifiesta agradecido y entrega a Dios las primicias de su trabajo. Cuanto él es y es capaz de hacer se lo debe al apoyo de Dios. Para no dejar que esa realidad caiga en el olvido, se insta al pueblo a ritualizarla y descubrir así el sentido de su presente al hacer memoria de su pasado común con Dios.

La historia continúa. Jesús fue hombre de fe. Su confianza estaba firmemente arraigada en su propia experiencia y esa era una experiencia que tenía mucho en común con la del pueblo. Jesús encontraba a Dios en la intimidad de su día a día. Su vida fue la de un obrero artesano dedicado a la construcción en un ambiente eminentemente rural que iba urbanizándose según la moda latina del conquistador. Podría pensarse que Dios no tendría un protagonismo importante en sus rutinas más allá de la capacidad de Jesús de descubrir su presencia allí donde no parece que se dieran manifestaciones extraordinarias. Sin embargo, fue en esa conflictiva sencillez donde Jesús descubrió su cercanía y comprendió que, lejos de ser ajeno a las necesidades humanas, las atendía en toda su profundidad evitando cualquier espectacularidad que pudiera ser malentendida y renunciando explícitamente al concepto mundano de poder. Este descubrimiento se nos hace patente en el episodio sinóptico de las tentaciones, donde Jesús rechaza la seducción con afirmaciones deuteronómicas.  

En el testimonio de Pablo la sencillez está cercana a convertirse en sequedad pues Dios sigue sin manifestarse abiertamente y el conflicto con los hermanos judíos se ha radicalizado. Pero Saulo llama la atención sobre la cercanía de la palabra predicada y sobre la resurrección de Jesús como manifestación definitiva. La palabra es cercana porque es capaz de sanar y alimentar cuerpo y alma, por eso es reconocida como acción de Dios y habita en el corazón y en los labios y desde allí sale al encuentro del otro. La profesión de fe real no es simple recitación sino actualización de la vida de Jesús en la propia. Lo que al pueblo se le presentó como ritualización histórica se descubre ahora como proyección de lo cotidiano hacia el futuro. Eso cotidiano es vivir desde la convicción de estar ya resucitado. Cuando la palabra recibida se convierte en vida, su contenido se hace efectivo aunque no haya alcanzado aún su plenitud. Ese es el incontenible don de Dios con el que podemos renunciar a la seducción del “adversario” y proclamar la unidad de todos los humanos. Esa es la salvación ya iniciada. 

 

Ary Schaffer, The temptation of Christ (1854)

 

 

 


 

sábado, 1 de marzo de 2025

SINCERO COMO EL MAESTRO. Domingo VIII Ordinario

02/03/2025 – Domingo VIII T.O.

Sincero como el maestro

Si 27, 4-7

Sal 91, 2-3. 13-16

1 Cor 15, 54-58

Lc 6, 39-45

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Cada vez dilatamos y profundizamos más la cultura de la imagen en la que nos encontramos inmersos desde hace ya unas décadas. Sin embargo, nuestras lecturas se centran hoy en la palabra como acto capaz de revelar la interioridad del ser humano. Así, para Jesús Ben Sirá la palabra lo es todo; revela lo más íntimo de la persona. El salmista, por su parte, comienza hablando de la acción de gracias y continúa con la matutina proclamación de la misericordia que nos regala un nuevo día y con la vespertina invocación a la fidelidad que no nos abandonará en la noche. Esta es la real y efectiva justicia del Señor, Roca nuestra, y esa declaración no puede hacerla sino el justo; quien ha aprendido del mejor maestro. El ser humano y Dios se tratan como iguales. Sus palabras son su acción. Hablar es aquí sinónimo de actuar. No cabe aquello de decir una cosa y hacer la contraria. Los hechos hablan tanto como las palabras y, sin el respaldo de aquellos, éstas no dicen nada. Reconociendo la presencia de Dios en su vida, el hijo de Sirá y el salmista han aprendido a ser como Él ha sido con ellos.  

Entendemos así que no es en vano que Jesús nos recuerde que el alumno no es más que el maestro, pero terminará siendo como él. Con esta simple frase ha suturado la fractura entre Dios y la humanidad que para tantos parece todavía insuperable. Dios se dice a sí mismo; él es su Palabra. Del mismo modo, esa Palabra, en la humanidad de Jesús, se recita también a sí misma y muestra que todos podemos hacer lo mismo. Podemos ser como Dios: mostrarnos sin mentira alguna; actuar sin engaño. Reconocer la viga en nuestro ojo requiere sinceridad para con nosotros mismos y la produce también para los otros. Lo contrario es anclarse en la crítica que solo ve negatividad en los demás y esa, como cualquier ancla, nos impide navegar. Así ni aprendemos ni avanzamos. Dejamos que nuestra imagen oculte nuestra verdad y nuestra palabra nunca alcanzará la mayúscula que la acerque a la divina. Nos quedaremos en el estadio del hipócrita; del actor que interpreta un papel que no es. Para que quede claro, Jesús insiste en los ejemplos del árbol y los frutos, de las zarzas incapaces de dar higos o uvas. Finalmente, concluye, es la abundancia del corazón la que aflora por la boca. La imagen puede engañar; la Palabra, no.

Según Pablo, el ser humano puede alcanzar la inmortalidad. Esa sería la meta definitiva; la culminación del aprendizaje. El cuerpo es  corruptible, pero no despreciable, pues puede revestirse, transformarse, en lo que no es. El pecado es el aguijón de la muerte porque esclaviza y hace sufrir. Pero ahora que la muerte ya ha sido vencida ese aguijón ha perdido fuerza. Queda, sin embargo, la ley que le presta nuevas fuerzas. Esta ley es esa misma que nos lleva a ser tolerantes con la viga que nos entorpece la visión. “Hago lo que no quiero…”  dirá Pablo unos años más tarde. Es eso mismo. Nos cuesta acoger nuestra propia verdad. No es fácil, pero todo el esfuerzo que requiere se multiplica si se apoya en el Señor; si él pudo nosotros no estamos tan lejos. Él está de nuestro lado; a nosotros nos toca comenzar y perseverar. Mientras no lo hagamos no podremos acoger la de los demás; seremos incapaces de ayudarles; nos incapacitaremos para un caminar comunitario y, para postre, seguiremos lastrados por el mal que no desterramos de nosotros mismos; continuaremos sucumbiendo a la mortalidad en la que nos acomodamos entretenidos y consolados con la paja del ojo ajeno. 

 

Sincero como el maestro (Luke 6:39-42. Bible Study)