sábado, 24 de agosto de 2024

ALIANZA, Domingo XXI Ordinario

25/08/2024

Alianza.

Domingo XXI T.O.

Jos 24, 1-2a. 15-17. 18b

Sal 33, 2-3. 16-23

Ef 5, 21-32

Jn 6, 60-69

Si quieres ver las lecturas pincha aquí 

Una vez asentados en el territorio, Josué reúne al pueblo para dejar las cosas claras. Pueden servir a los antiguos dioses de sus padres, o a los de esta nueva tierra o a Yahweh, que les ha acompañado, protegido y entregado las ciudades en las que ahora habitan. El pueblo elige servir a Yahweh. Se “firma” así la alianza en Siquem, que ratifica todas las antiguas alianzas personales que Dios había suscrito con los patriarcas. El pueblo es ahora quien decide. Un vistazo rápido a la historia posterior nos hará ver que esta asamblea no fue siempre fiel a su promesa. Quienes con los años escribieron este pasaje quisieron destacar la buena voluntad de sus antepasados en este momento fundacional; es, posiblemente, un episodio idealizado pero no por ello pierde valor. La elección es ya un acto de arrojo, aunque la vida cotidiana necesita también del valor que a muchos de ellos les faltó. El salmista presenta el cuidado de Dios por su pueblo, por los justos, los atribulados y los abatidos. 

Jesús, que comparte nombre con Josué, tiene que enfrentarse a la murmuración de sus propios discípulos. Es, sin duda, un momento tenso. No entienden nada de lo que les ha dicho acerca de comer su carne; están escandalizados y el propio Jesús les asegura que aún no han visto nada. No basta pertenecer al grupo de Jesús, como no bastó elegir a Yahweh entre todas las posibilidades. Hacer una opción decidida es importante, pero con ella no está ya todo hecho. El camino se pude hacer cuesta arriba para todos. Así les pasó a esos discípulos que marcharon y ya no volvieron. Para conocer al verdadero Jesús no basta la voluntad de hacerlo. El Padre posibilita que el escándalo no te eche para atrás. Hay quien no puede reconocer a Dios en las palabras de Jesús porque su dios es otro; es cananeo o babilonio, pero no es el que Jesús hace presente. Pedro habla por los Doce: “¿A dónde iremos? Tú tienes palabras de vida eterna”. Esta perseverancia solo puede explicarse desde la experiencia de sentirse amados por Dios en Jesús y vivificados por la Ruah.

El amor es un misterio; quien lo conoce lo sabe. El autor de la carta a los efesios también debía conocerlo por eso habla de él para explicar la relación entre Cristo y la Iglesia. Tendremos que vencer 2.000 años de diferencia cultural y querer no quedar presos de las palabras. Solo quien ama es capaz de obedecer y de aceptar al otro como Señor. Solo un buen Señor merece ser amado. Lo mismo ocurre con Jesús y sus discípulos: ellos se sienten amados y deciden, cada día, permanecer a su lado y Jesús, al verse aceptado por ellos, atempera la inquietud que las multitudes y los piadosos siembran en su alma; solo puede amarlos más. Lo mismo que a la interacción de Dios y el pueblo, la experiencia real del amor da sentido a la de Jesús y sus contemporáneos. Hay quien le rechaza y quien no quiere separase de él. El misterio humano consiste en que dos lleguen a ser una sola carne dejando todo lo demás. Abandonando padres, dioses y riquezas; renunciando a imponerse y entregándose por entero a la otra persona. Este amor es siempre apasionado porque cada amante se lo juega todo en la alianza: come y se deja comer. Solo en ella pueden encontrarse palabras y hechos que inmortalicen.  Además, hablar aquí de pueblo y de Iglesia nos hace caer en la cuenta de que es la humanidad entera la que está llamada a amarse como dos que quieren ser uno. 

 

Alianza 

 


 

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