sábado, 17 de agosto de 2024

CUANDO LA PRUDENCIA SE HACE PAN. Domingo XX Ordinario.

18/08/2024

Cuando la prudencia se hace pan.

Domingo XX T.O.

Pr 9, 1-6

Sal 33, 2-3. 10-15

Ef 5, 15-20

Jn 6, 51-58

Si quieres ver las lecturas pincha aquí. 

Si la sabiduría es la capacidad de conocer el mundo según los criterios de Dios, la prudencia es la de poner esos criterios en práctica.  Ser prudente no es ser cobarde, ni tiene que ver con un retraimiento cauteloso, ni es fruto del desencanto, ni de la mediocridad. La prudencia es el arte de bien vivir que nace del conocimiento de Dios. Por eso el libro de Proverbios llama hoy a los inexpertos, para que aprendan el modo de llegar a ser bueno, según Dios, por medio del obrar en la escuela que la Sabiduría ha preparado para ellos: el pan y el vino que ella misma les ha mezclado y preparado. Lo que aprendan en el banquete, la experiencia que ganen, les situará en la línea de ese obrar según los criterios del mismo Dios. El salmista agradece la invitación a esta escuela existencial.

También Jesús preparó una mesa en la que los suyos pudiesen aprender valores que poco tenían que ver con los comportamientos acostumbrados por muchos. Él identifica el alimento del banquete con su cuerpo y su sangre. Contemplar la sangre como alimento, ya fuese bebida o comida, resultaba repulsivo para los judíos pues su legislación lo prohibía expresamente. Comer el cuerpo de un ser humano no resultaba más tolerable. Es una expresión simbólica que indica la invitación de Jesús a los comensales para que le devoren; es decir, para que aprendan de él y lleguen a ser para los demás. La palabra que utiliza Juan para hablar de este banquete hace referencia a una comida jubilosa; más exactamente ruidosa en la que el disfrute y el deleite es la nota distintiva. La sonoridad de este modo de comer es una metáfora que el Antiguo Testamento utiliza para hablar de la meditación. Meditar la Palabra es tenerla siempre presente y recitarla en un volumen bajo, pero audible, tal como, por ejemplo, las palomas arrullan. Esta incesante meditación terminará por hacer comprensible la Palabra y alegrará el alma del devoto que va conociendo mejor a Dios y su voluntad. Así, del mismo modo que alimentarse es asimilar aquello que se encuentra de forma que al hacerlo propio se produzca un crecimiento, aprender es incorporar a tu vida aquello nuevo que te sale al encuentro de modo que ya no puedas ver el mundo de la misma manera. La carta a los Efesios insiste en esta acción de recitar salmos y entonar cánticos y pide dejar atrás el vino que embriaga pero no alimenta.

En el fondo, se nos presentan hoy tres dimensiones de la comunión: en primer lugar, la sacramental, que por lances de la historia cada confesión cristiana niega a quienes no coinciden con ella; después, la de la oración y meditación en las palabras de Jesús que todos los cristianos, y muchos otros no cristianos, podemos compartir si existe voluntad de unirse a los demás y buscar juntos y, finalmente, la de las acciones decididas en favor de aquellos que ocupan el corazón de Jesús y del Padre. Esta última puede ser compartida con cualquiera, incluso, con los no creyentes. Tal vez, algún día, estas dos razones puedan suplir lo que le falta a la primera para conseguir una unión completa. O tal vez tenga que seguir siendo así. Pero, mientras tanto, que estas dos sean motivo suficiente para continuar aprendiendo de Jesús y, sin apropiárnoslo, cultivar esa subversiva prudencia que, junto a todas las personas de buena voluntad, nos haga pan para los demás. 

 

Simon Vouet. Alegoría de la Prudencia (1638)

 

 


 

 

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