sábado, 10 de mayo de 2025

SEGÚN LA NECESIDAD. Domingo IV Pascua

11/05/2025 – Domingo IV Pascua

Según la necesidad

Hch 13, 14. 43-52

Sal 99, 2-3.5

Ap 7, 9. 14b-17

Jn 10, 27-30

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Abre la ventana y verás el exterior con más claridad. Hay todo un mundo ahí fuera. Asómate. Es mucho más de lo que parecía. Ahora, la otra ventana. La brisa circulará, refrescará y oxigenará tu hogar. Atrévete con la puerta. Así cualquiera podrá entrar y apreciar lo que la brisa ha hecho en casa. Es lo que era, pero es distinta y también tú has cambiado. Tu paisaje ya no se agota en los muros. A quien se acerque podrás ofrecerle sinceramente esa novedad. También tú puedes visitar otras casas y ver que en todas ellas la misma brisa ha obrado de forma diferente. Esta brisa es tan incontenible como inabarcable; es inagotable. Los judíos que Pablo y Bernabé encontraron en Antioquía pensaban que era suya y pretendían controlarla. Habían construido sus propias barreras y pensaban que la tenían dominada y se tenían por ello fieles a la gracia de Dios. Sin embargo, la gracia no es de dejarse encasillar, así que encontró el resquicio que le permitió salir y localizar a los gentiles que no se escondían tras ninguna tapia. Lo que ella quiere es ser productiva; fecundar. Pero no siempre es bien comprendida y muchas veces no puede más que dejar ir.

Muchos de aquellos judíos se colocaron en una posición extradiegética, en un plano ajeno a lo que se estaba viviendo en ese momento, porque lo que percibieron no casaba con lo que conocían. Otros, sin embargo, percibieron con claridad que eso nuevo provenía de quien, acampando entre ellos, saciaba el hambre y la sed y paliaba el bochorno. Era común en la época creer en una predestinación que no impedía el ejercicio del libre albedrío. Por eso los discípulos se sacudían el polvo de las sandalias. En realidad, tomar una opción u otra obedecía más a la posibilidad de descubrir la verdad de lo nuevo en la propia necesidad que a un caprichoso designio divino. Cuando alguien o algo remedia nuestra indigencia lo reconocemos como bueno y encontramos sentido en él, en ella o en ello. Quien está ya harto y satisfecho y vive en la seguridad autocomplaciente no podrá encontrar ese sentido en lo cotidiano, sino que tendrá que buscarlo fuera de plano. Vete a saber dónde y cómo, pero seguramente de forma extraña para quien se esfuerza en sobrevivir en un mundo que continuamente segrega a los perdedores. Lo que es cierto es que para entonar el salmo de hoy hace falta tener la confianza puesta en ese Señor al que se le reconoce como creador, cuidador, protector, pastor fiel que no dejará al pueblo desvalido. Y nos dice Juan que el número de quienes finalmente lo cantarán será incontable; una verdadera muchedumbre que ha superado la tribulación.

De entre todos los pastores que llegan y prometen acompañarnos en el camino solo podemos creer a aquel que realmente afronta el riesgo y comparte nuestro sufrimiento. Es su sangre la que blanquea nuestra túnica. Su angustia es transformadora porque tiene su origen en Dios padre, que le entregó el rebaño compuesto por todo aquel que no rechaza esa verdad sencilla y desnuda de lo cotidiano transfigurado. Dios no espera fuera de este mundo despiadado. Se hizo presente en medio de su pueblo y atrajo hacia sí a todos los que tenían razones para encontrarlo; por amor vivió con ellos en sus propias condiciones haciendo real la alternativa que proponía. Todavía hoy en día permanece aquí y aún ese cambio se acepta o no dependiendo de todo eso que en nuestra vida necesite ser sanado, y eso no quiere decir que vaya a ser fácil. 

 

Según la necesidad.

 

 


 

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