martes, 31 de diciembre de 2024

VIVIENDO EL CAMBIO. Año Nuevo. María, Madre de Dios

01/01/2025 – Año Nuevo. María, Madre de Dios

Viviendo el cambio

Nm 6,22-27

Sal 66

Gál 4, 4-7

Lc 2, 16-21

Si quieres ver las lecturas pincha aquí 

Ya sabemos todos que el ciclo litúrgico comienza con el Adviento. Habíamos, pues, inaugurado el año hace ya unos días. Sin embargo, aunque no seamos del mundo, vivimos inmersos en él y no podemos descolgarnos de sus ritmos. Al contrario, procuramos acompasar nuestras cadencias a las suyas en imitación del propio Dios que en todo se acomodó a nuestra humanidad. Por eso es bueno recordar el año pasado y recibir al que llega, pero no como periodos que pasan sino como momentos importantes en los que Dios se hizo presente y en los que volverá a mostrarse en nuestras vidas. El mundo es lo que nosotros construimos, pero Dios no está ausente. No es que se plante aquí para corregir o remendar. Tenemos que dejar ya de lado esa visión tan intervencionista. Viene para acompañar, para consolar, para preguntarnos dónde hemos dejado a tantas y tantos hermanas y hermanos y viene también para celebrar con nosotros, para reír, para amar.

Siempre hay un antes y un después. Pablo nos dice hoy que aquellos que estaban sujetos bajo la Ley han pasado a la libertad para no volver a dejarse apresar. Si pertenecías al pueblo la Ley que ya no te afectaba es la de Moisés; si no, es la ley del mundo, la de los muchos ídolos que encadenan a la nada, la que ya no ejerce poder sobre ti. A partir de este momento todos somos hijos pues recibimos el espíritu que nos hace decir Abba. Desde hoy, la oración del salmista es nuestra también: pedimos que el Señor ilumine su rostro sobre nosotros y todas las naciones lo conozcan. La antigua bendición que los Números guardaban para el pueblo escogido tiene ahora validez universal. El señor nos bendice y nos concede la paz, pero no para recluirla sino para derrocharla; para ser nosotros mismos paz.

Tendremos que comenzar por reconocer, aceptar y agradecer el bien que Dios nos procuró en este año pasado y el que continúa procurándonos. Frente a ese bien, no hay norma que nos retenga. Así lo vivió Jesús, que había nacido con nuestra misma sujeción, pero supo eludirla. Todos somos hijos. No nos vale aquí argumentar que él tenía ventaja; nació como todos, de mujer, según la carne. María, a quien la Iglesia recuerda hoy especialmente, es nuestra garantía de que Jesús era ciertamente humano. María alumbró, crió y educó al hombre que, saliendo de sí y poniéndose en todo a disposición de los demás, dejó en libertad a Dios desde la profundidad de su humanidad. No tuvo que resultarle fácil pero Lucas solo dice que todo lo guardaba, meditándolo en su corazón. Todo pasaba por ahí y ahí se confrontaba con sus propias creencias y esperanzas. La liberación de la humanidad cumplió el ritual de dejarse marcar en su piel la pertenencia al pueblo y recibió allí el nombre que le definiría: “Dios salva”, y al hacer efectivo ese nombre dio vida a una Nueva Alianza que invalidaba cualquier otra. También nosotros pasamos de estar sujetos a ratificar esa misma Alianza. Somos pastores que han descubierto nuevos prados a los que conducir a los demás. Somos Marías, madres, que vamos dejando atrás la ley antigua para educar a nuestros hijos desde esta nueva visión de la realidad. Estamos en un momento de cambio. Lo importante es darnos cuenta de lo que dejamos atrás y no acarrearlo de nuevo sobre nosotros; tenemos que abrirnos a nuevos horizontes que sean capaces de hacernos poner la vida en juego liberando a Dios en el mundo, que no llega para vigilarnos sino para vivirlo todo con todos. 

 

Viviendo el cambio. Isabel Guerra, Confío en tu Palabra.

 

 


 

MUY FELIZ AÑO NUEVO A TODOS. 



sábado, 28 de diciembre de 2024

DÍA DE LA FAMILIA

29/12/2024

Día de la Familia.

Si 3, 2-6. 12-14

Sal 127,1-5

Col 3, 12-21

Lc 2, 41-52

Si quieres ver las lecturas pincha aquí 

Jesús Ben Sirá nos trae hoy el convencimiento de que existe una relación directa entre el cuidado que procuramos a los miembros de nuestra familia y las bendiciones, incluso el perdón, que Dios derrama sobre nosotros. Para el salmista la familia es, junto al trabajo y la prosperidad, una parte importante de esa bendición. Y en su propio bienestar y felicidad, quien teme al Señor y sigue sus caminos, conocerá también los de Jerusalén. En el caso de Israel la plenitud personal va siempre ligada a la política, y viceversa. El hombre aislado no es nada, como nada es un país sin habitantes felices. Así, los caminos del Señor tienen mucho que ver con el cuidado de los demás y con la vida familiar. Sin embargo, es frecuente señalar que estas unidades familiares nucleares en las que prevalece la hegemonía del varón nos resultan hoy extrañas y que hay que comprenderlas y ubicarlas en su contexto, poco dado al reconocimiento del valor de las mujeres y los niños. Esto es cierto pero podemos, además, señalar que las imágenes de la parra fecunda y los brotes de olivo son representaciones del pueblo que, en esta comprensión, se emparenta con el mismo Dios en una relación original hasta ese momento.

El autor de la carta a los colosenses no termina de desprenderse de ese modelo familiar, pero plantea exigencias para todos sus miembros después de ofrecer un marco en el que todo el pueblo es interpelado, pues todos son santos y amados. A este pueblo se le pide que el amor sea el vínculo de la unidad, que la paz y la palabra de Cristo reinen en sus corazones, que sean agradecidos, que se enseñen y exhorten unos a otros y alaben a Dios. La familia no está exenta de esta petición, sino que es una de sus concreciones y puede, también aquí, entenderse como imagen de la unión entre Dios y su pueblo. Lucas, por su parte, nos presenta un relato con pocos visos de historicidad. Tres días pasa Jesús perdido, como Jonás en el vientre del pez, o él mismo en el sepulcro… tres días es el tiempo que se toma Dios para obrar en nuestro mundo. Sus padres no entendieron nada pero María lo fue guardando todo en su corazón dándole vueltas y viviendo su propio proceso de conversión. Jesús, después de esto, permaneció sujeto a sus padres, como un buen hijo, creciendo en sabiduría, que ya debía ser grande si en verdad tanto impresionó a los doctores, en estatura, como cualquier otro niño y en gracia ante Dios y ante todos, pues, como todos, también Jesús aprendió de ellos: de Dios y de los demás.

La vida es un proceso que se construye a partir del amor y en el amor, como ya se les dijo a los colosenses. Es el amor el que define las relaciones que se dan entre las personas. La familia ha sido tradicionalmente considerada un nido amoroso donde las personas pueden crecer y desarrollarse, como Jesús hizo en la suya, pero hay que entender que esto no siempre es así. Existen heridas que deben sanarse. Por otra parte, la familia es una realidad llamada a trascenderse. Si el amor es su origen, no puede ser un coto cerrado que se agote en sí mismo; existen muchos modelos y posibilidades para crear espacios que se cimenten sobre el amor y permitan a sus miembros crecer y convertirse, como Jesús y María. Por último, la familia es imagen del pueblo, del Estado, que se construye atendiendo a Dios. La unión con Dios solo puede vivirse en concreción política; en seguimiento del camino del Señor.

 

William Holman Hunt, El hallazgo del Salvador en el Templo (1854-1860)

 


 

martes, 24 de diciembre de 2024

NAVIDAD

25/12/2024

Navidad

Is 52, 7-10

Sal 97, 1-6

Hb 1, 1-6

Jn 1, 1-18

Si quieres ver las lecturas pincha aquí 

Nos habla Isaías de la belleza de los pies del mensajero. Incluso sus pies, esa parte que suele dejarse para el final, son bellos. Traen el mensaje de la llegada definitiva de la paz y la justicia; nos transmiten la buena noticia que las ruinas de Jerusalén cantan y todas las naciones han presenciado. Esos pies son bellos porque nos alcanzan la bendición definitiva que fructifica en un nuevo ecosistema en el que todo el pueblo vive. El salmista lo confirma punto por punto. Esta vez, al ir de la mano de la justicia, la paz estalló de veras. La una sin la otra es una aberración.

Siglos más tarde el autor de la carta a los Hebreos y el anciano Juan profundizarán en la identidad de este mensajero definitivo de bellos pies. El primero dirá que es el Hijo mismo de Dios. Es heredero, pero jugó también un importante papel en la creación de todo. Es distinto de Dios, pero superior a cualquier otra criatura y, sin embargo, ha sido introducido en el mundo; no permanece ajeno a él. Esa paz y justicia que llegan las trae personalmente. Juan nos dirá que su nombre y su ser son Verbo. Es la Palabra de Dios que en su decirse lo origina todo. Que dice y hace a un tiempo. De ella es testigo el bautista, que anuncia a la luz que llega. Luz que reside en el mundo pero a la que el mundo no reconoce, excepto los que creyendo en ella se hacen hijos de Dios. La Palabra, la luz, se ha hecho carne y en su debilidad es reconocida como la gran novedad. De ella dice el bautista que es la esperada. Así, esta Palabra resulta ser el Dios unigénito que da a conocer al Dios Padre creador.

La debilidad de la carne no indica imperfección sino que desvela el hecho de que está en permanente construcción. No es una realidad inacabada, ni le es inherente la corrupción sino que en ese proceso de permanente evolución está abierta a todas las posibilidades. Su carne es como la nuestra. La nuestra es tal cual la suya, pero necesita asentarse en una cimentación sólida. La historia humana de Dios nos brinda ese sustento. Él nace en la absoluta vulnerabilidad para estar cercano a todos y que nadie quede fuera. Desde el primer instante se hace uno con los que padecen, con los sencillos, con los que saben vaciarse y acoger. En su decirse nos hace un hueco; nos propone un destino y, en él, un sentido: “Ve y haz tú lo mismo”, dirá cuando años después le pregunten. Es decir: nace, plántate, colócate, ve allí donde seas necesario, olvidándote de tus privilegios; actúa desde esa fragilidad, creciendo a la par con los demás; revitaliza sus ánimos y esfuerzos; ilusiónales, que no pierdan la esperanza; edifica de nuevo, no te contentes con reconstruir; transforma lo que no os deje avanzar, no destruyas y, finalmente, dignifica, da por buenos, sus esfuerzos y sus victorias. La escena del nacimiento no es un relato acabado, sino la exposición de las bases de lo que está por venir. Quien siéndolo todo se presenta como el último es estrella que señala la nueva ruta. La sencillez que asume no aplaca su potencial divino sino que lo expresa de modo humano; lo hace perceptible y alcanzable. Jesús es la humanidad actuando y relacionándose como Dios mismo lo hace. Navidad es nacer para otros; es hacer presente a un Dios descalzo allí donde parece no hallarse; acompañar y sostener con nuestra propia fragilidad fortalecida; hacer del desastre un lugar de encuentro y rimar en asonante más allá de fechas y citas que encapsulan e imponen la felicidad de espaldas a la justicia y la paz.

 

Navidad 2024

  


MUY FELIZ NAVIDAD PARA TODOS. 


sábado, 21 de diciembre de 2024

ACOGER PARA CRECER JUNTOS. Domingo IV Adviento

22/12/2024

Domingo IV Adviento

Acoger para crecer juntos

Mq 5, 1-4

Sal 79, 2ac. 3c. 15-16. 18-19

Hb 10, 5-10

Lc 1, 39-45

Si quieres ver las lecturas pincha aquí 

En el pasado Dios mismo pastoreaba a Israel. Así nos lo dice hoy el salmista. Y el pueblo entero, escogido para ser luz de las naciones, prometió una y otra vez no alejarse de él. Pero a Dios le gusta profundizar en las cosas. Está bien tener un pueblo en el que todos los demás puedan mirarse pero esa nación merece también tener su propio modelo. Dios promete un pastor, un guía, para ella. Y para ello eligió al ciudadano más insospechado. La lógica habitual esperaría más pompa en su presentación. Nos ocurre también como a aquellas buenas gentes: que olvidando la historia compartida buscamos en lugares equivocados y nos incapacitamos para reconocer al enviado. Nos dice también Miqueas que alguien debe dar a luz. No sirve cualquiera; debe ser alguien que cumpla los mismos criterios que definen al esperado. Así, de forma inusitada, todo lo sencillo cobra una importancia decisiva que solo puede ser vislumbrada por quienes han acogido ya en sí mismos la semilla de la pequeñez. Esto le pasó a Isabel, según cuenta Lucas, que reconoció en María a la portadora de ese elegido y es en virtud de este que está llegando por el que María es bendecida. Valoramos en ella la aceptación del plan que Dios le propone en cuanto hace posible el aprojimamiento definitivo de Dios mismo a todos nosotros.

Entonces ¿dejará Dios de pastorear a su pueblo? No; lo hará de otro modo: desde su mismo interior. Se ha empeñado Dios en suturar la distancia entre él y la nación, pero pretende hacerlo de un modo inesperado: asumiendo la naturaleza humana, no la identidad política. Quiere hacerse ser humano, no vecino de un pueblo u otro. Como es natural será oriundo de un paisaje, de unas costumbres y una historia, pero eso no le colocará de espaldas al resto, sino que le abrirá a todos porque con todos compartirá la intimidad en la que experimenta todo eso. Es el núcleo esencial de ese ser el que comparte con todos. De este modo, todo lo que sea privativo o exclusivista pierde su antiguo papel. 

El autor de la carta a los Hebreos tiene claro que mucho de lo que tenía valor para su público ha de dejarse atrás. Por eso incluye en su texto este comentario que hoy recordamos. Eso tradicional ha pasado ya. No tiene sentido continuar ofreciendo sacrificios u ofrendas. Ya hay quien puede ofrecerse a sí mismo. No por el hecho de ser Dios, como muchos insistirán durante siglos, sino porque su naturaleza humana va diciendo no a todo lo que la aparte de los demás y hay quien no lo entiende. Esperamos a aquel que cuestiona lo que hay porque esto que hay no alcanza para todos pero no terminamos de ver cómo hacer que llegue. Volvemos al criterio general. Si acogemos lo pequeño y lo dejamos crecer entre nosotros podrá aportarnos soluciones que no teníamos ensayadas. Abrirse a lo que llega no es transformarlo, sino dejarse cambiar por él. Con todo eso que llega es fácil deslumbrarse, pero recordemos que esperamos la sencillez, lo insospechado. En ocasiones dejamos pasar al verdadero enviado porque ni se ajusta a lo que esperábamos ni resplandece como es costumbre. Nos encandila lo ya conocido; lo que se ajusta a lo de siempre. Siempre podremos, sin embargo, preguntarnos si esto, o esta, o este, que está viniendo nos acerca o nos aleja de los demás; si al recibirlo nos hace crecer y pone en sintonía o si nos aísla y empequeñece. 

 

Acoger para crecer juntos

 


 

viernes, 13 de diciembre de 2024

CON LA ALEGRÍA DEL FUTURO. Domingo III Adviento "Gaudete"

15/12/2024

Con la alegría del futuro

Domingo  III Adviento “Gaudete”

Sof 3, 14-18a

Is 12, 2-3. 4bed. 5-6

Flp 4, 4-7

Lc 3, 10-18

Si quieres ver las lecturas pincha aquí 

Hablamos hoy de alegría. Siempre es buena noticia encontrar en estos tiempos que tanto gustan de la tragedia un regocijo que pueda dar razón de su ser. Porque no tratamos aquí de un contento vacío sino de un júbilo fundamentado; de un alborozo con raíz. Y esa raigambre se encuentra en la presencia de quien puede asegurar el perdón, la paz y la salvación. Así lo afirma Sofonías y lo canta también el salmista. Es un proceso personal: sentirse perdonado, o ser capaz de perdonar, lo que no implicaría simplemente olvidar, sino hacer real la actualización, la traída al momento presente, de la gracia y misericordia divinas ya sea entregándolas o recibiéndolas, alumbra la paz, que no es mera tolerancia irenista sino la implicación en la construcción de una nueva realidad que acoja a todos sin dejar fuera a nadie, de la que puede emanar la salvación, el sentido que aporta significado a nuestra experiencia actual conectándola con la esperanza definitiva. Es así como podemos comprender que mucho queda aún por hacer pero todo eso está ya en construcción. Lo ya erigido se debe a esa confianza en el amor y el perdón de Dios que hace exultar al profeta y al salmista.

Lucas muestra tiempos nuevos. La construcción continúa pero la raíz bebe ahora del futuro. Está por llegar quien concluya lo que ya se comenzó pero mientras tanto no podemos caer en la inacción. Lucas es un hombre práctico por lo que rescata el mensaje más aleccionador de Juan Bautista y pone a todos a trabajar desde la honrada sencillez de lo cotidiano ¿Qué hacer? Aquello que está a tu alcance. En realidad, no nos es posible hacer otra cosa, pero qué importante es hacer ésta bien hecha. Desde tu lugar: no extorsiones, no te aprovechas, comparte lo que tengas… sé un profesional honrado; un buen ciudadano. Estas palabras sonaban tan revolucionarias en tiempo de Juan que la gente pensaba que era el mesías. ¡Pero es que también suenan hoy así! No es difícil encontrar quien aplica máximas como “saca lo que puedas”, “no te compliques tanto la vida”, “todos lo hacen…”. Solo con que todos, cada día, hiciéramos bien aquello que tenemos que hacer, el mundo sería otro. Y queda, por fin, la libertad de reconocer que no somos nosotros los salvadores definitivos. Libertad, decimos, porque pretender salvar al mundo en solitario termina por ser una auto-condena de la que tampoco escapan quienes nos rodean. No. Llegamos hasta donde llegamos que puede perfectamente no ser poco, pero hay otro que traerá el fuego y el ímpetu que lo transformen todo. Ese es el mesías, no nosotros.

Mientras tanto, nos recuerda Pablo, debemos vivir en la alegría que se apoya en ese Señor que movilizaba al salmista y a Sofonías. Vive entre nosotros porque su presencia la vamos haciendo real con nuestro trabajo diario, pero está siempre por llegar porque lo definitivo, para serlo, no podrá ya mejorarse. Vivimos en el presente alimentados por el futuro que esperamos. Para vivir en Cristo dejamos atrás el pasado viviendo el ahora desde el perdón y en clave constructiva. No es posible edificar sobre el odio; solo la paz es capaz de cimentar lo que viene. Solo el corazón pacífico puede acoger a quien aporta la novísima novedad de vivir el presente desde la irreductible alegría de comprender la vida como un camino en el que la máxima hondura y comprensión se hallan favoreciendo a los demás.  

 

Con la alegría del futuro

 


 

jueves, 5 de diciembre de 2024

LO NUEVO SIEMPRE ES LÍO. Domingo II Adviento. Inmaculada.

 08/12/2024

Lo nuevo siempre es lío.

Ba 5, 1-9

Sal 126, 1-6

Flp 1, 4-6. 8-11

Lc 3, 1-6

Si quieres ver estas lecturas pincha aquí  

Gn 3, 9-15. 20

Sal 97, 1-4

Ef 1, 3-6. 11-12

Lc 1, 26-38

Si quieres ver estas lecturas pincha aquí.

Nos encontramos hoy con dos celebraciones importantes. Por un lado el segundo domingo de Adviento; por el otro, la fiesta de la Inmaculada. En prácticamente todo el mundo tendría “preferencia” la conmemoración del domingo y la fiesta de la Inmaculada se trasladaría al día libre más cercano. Por una serie de circunstancias no es así en el Estado español donde “prevalece” esta segunda fiesta sobre el domingo. ¿Podríamos, a riesgo de no apretar lo suficiente, abarcar ambas festividades?

Las lecturas del domingo en espera comienzan recordándonos la promesa de liberación de Dios a su pueblo: los desterrados volverán a su tierra. Así lo anuncia Baruc y lo confirma el salmista. Lucas pone concreción histórica a la llegada del enviado definitivo y Pablo asegura que pese a que todavía queda mucho por restañar, el amor presente en la comunidad es ya señal de esa venida y prenda de la sanación definitiva. Acercarse a los textos de la celebración mariana es remontarse hasta los relatos fundacionales para contemplar la opción del ser humano por su autonomía. Auto-destierro podríamos decir, tal vez. A partir de ese momento ya no estará sujeto al criterio divino sino que será él quien decida qué es lo bueno y lo malo. El salmista canta que, pese a todo, Dios sigue obrando maravillas y Lucas nos presenta a María como la persona capaz de reconducir la situación. Eva, la mujer, tiene la capacidad de pisotear el mal; por eso es madre de todos los que viven. Y así lo hace esta sencilla aldeana nazarena. Acepta dar rienda suelta a la gracia que habita en ella y no imponer su juicio sobre el de Dios. Pablo nos dirá que también nosotros estamos llamados a ser santos e inmaculados; irreprochables por el amor. Por el amor de Dios que se derrocha sobre todos y que María toma como guía y por el amor de Dios que se expresa en la comunidad. Es ese amor que Jesús viene a recordar y “activar” y del que Pablo da fe en el texto de Filipenses.

Lo que en Jesús nos parece inalcanzable por quedar siempre presos del peso de su naturaleza divina se hace cercanía en María. Ella que fue en todo momento un ser humano como nosotros supo, como Jesús, aceptar y donar ese amor divino para alcanzar la plenitud. Celebramos su aceptación y su puesta en camino; no reconocemos un privilegio que la divinice y aliene mientras nos paraliza a los demás. Con su palabra y su obra el Bautista anunció la llegada del salvador decisivo. María se hizo ella misma mensaje y alumbró la solución conclusiva. Acoger la propia vocación es dejar de lado esa idea que tengo de lo que debería ser esto o aquello; es posponer esos planes que tengo tan claros; es caminar junto a otras y otros a quienes quiero, pero que en ocasiones  no comprenden tan bien como yo; es hacer hueco para que nazca en mi lo nuevo ¿Cómo? Como María: confiando, aunque sepas que se va a armar un buen lío. En el fondo, esa es la señal: si no hay lío la cosa no pinta bien. La novedad que lo es siempre llama la atención. Dios rebaja los montes y collados para que nos adelantemos y salgamos a acoger a los que van llegando. Que nuestro amor de hermanos no se quede encapsulado; que sepamos hacerlo llegar hasta los demás para que lo recibido, por la justicia que viene de Jesucristo, redunde en alabanza de quien nos lo regaló. No anunciamos a quien ha de llegar sino que lo hacemos presente al renunciar a discernir según nuestro propio beneficio y aceptar pisotear el mal con la debilidad capaz de dar a luz una realidad en permanente construcción desde que Juan la anunció y María aceptó ponerle carne. 

 

Maximino Cerezo Barrado, Donne

 


 

viernes, 29 de noviembre de 2024

LLEGA, LLEGA... Domingo I Adviento

01/12/2024

Llega, llega…

Domingo I Adviento

Jer 33, 14-16

Sal 24, 4bc-5ab. 8-10. 14

1 Tes 3, 12 – 4, 2

Lc 21, 25-28. 34-36

Si quieres ver la lecturas pincha aquí. 

Comenzamos año nuevo, pero lo hacemos no centrándonos en todos esos proyectos que de forma tan bienintencionada formulamos cada vez que iniciamos calendario, sino disponiéndonos para recibir todos los dones que van a llegarnos. En esta perspectiva se sitúan el profeta Jeremías y el apóstol Pablo. El don supremo es el inmenso amor de Dios y ese don se expresa en la justicia que él promete. Tanto es así que Jerusalén, la ciudad de la paz, por irónico que nos pueda sonar hoy, será el lugar donde la presencia de Dios pueda ser percibida por la realidad de esa justicia. El amor que Dios es se percibe en la justicia que verdaderamente hace posible la paz. Dios cumple sus antiguas promesas y eso motiva que todos nos amemos unos a otros. ¿Cómo no amar si nos descubrimos amados, entre otros lugares,  en la persona de los enviados de Dios? Amando así nos situamos en la estela de Jesús y los suyos, todos sus santos. Jesús mostró el amor del Padre sanando y restañando heridas; así llegó hasta nosotros y ahora se nos pide que continuemos en la misma línea. La liberación es la tradición verdadera.

El salmista ahonda en esa continuidad. Es imposible, dicen, compartir aquello que no se posee. También Lucas parece opinar lo mismo. En el seguimiento confiado de Jesús nos es posible encontrar el fundamento de la esperanza y en el ejercicio del mismo amor justiciero y pacificador es como liberamos y nos liberamos. Esta confianza se revela fundamental en esos tiempos de crisis en los que el mundo pierde su lógica: guerras, catástrofes, pandemias… incluso en esos colapsos en los que todo pierde sentido es posible alzarse desde el abatimiento y levantar la cabeza. El ser humano que no confía solo en sí mismo y sus proyectos sino que se abre al don de Dios y lo pone al servicio de los demás es el Hijo del hombre que tiene en su mano el poder, la posibilidad de cambio. Existen peligros como las borracheras y las parrandas que anulan la capacidad de distanciarse para enfocarlo todo desde este nuevo punto de vista; pero existen también las inquietudes que nos atenazan y embotan el corazón. Frente a tanto dolor se impone el esfuerzo por no desesperar y saber maniobrar para sanarnos sanando. Tan malo es evadirse como dejarse vencer y sepultar por la desesperanza.

Comienza el año que no es un trampolín para nuestros planes sino el espacio, el cuenco, en el que recibimos a quien viene para darle la vuelta a todo comenzando por dárnosla a nosotros mismos. Adviento es reconocimiento de quien viene como el Hijo del hombre que nos hace plenamente hijos a todos. Hijo del hombre, ser humano cabal, desprendido de sí mismo y vuelto hacia los demás como Dios mismo sale de sí para encontrarse con todo y con todos quienes quieran recibirlo; ese es Jesús, el que llega. Pero él quería que todos fuésemos así y su vida fue el modo, el lugar, el espacio, en que nos enseñó a serlo. El adviento que hoy iniciamos, el año que con él comienza, es un dinamismo que no se detiene sino que está siempre en camino; en salida. Es siempre un encuentro con Dios vivo en todas las hermanas y hermanos. Somos enviados a las vidas de los demás, pero también ellas y ellos nos son enviados a nosotros y nuestras vidas.  Solo siendo adviento para los demás y acogiendo los advientos que nos vienen seremos, unos para otros, natividad.

 

Llega, llega... (Fragmento del cartel anunciador de la nueva versión teatral de Godspell, 2023)