lunes, 6 de enero de 2025

EL FIN DEL AISLAMIENTO. Epifanía

06/04/2025 – Epifanía – El fin del aislamiento

Is 60, 1-6

Sal 71, 1-2. 7-13

Ef 3, 2-3a. 5-6

Mt 2, 1-12

Si quieres ver las lecturas pincha aquí 

Para todo judío piadoso Jerusalén era el centro de la nación. Era lo más alto, lo más cercano al cielo, porque en ella se encontraba el Templo y allí residía la gloria de Dios. Era también un centro magnético pues hacia ella iban a ser atraídos todos los pueblos. Que Jerusalén se pusiera en pie solo podía significar que la presencia de Dios se aproximaba de forma real y definitiva. Y ella traería consigo el retorno de todos sus hijos e hijas. A partir de ese momento será luz para todos los pueblos y se llenará de riquezas. Incluso los de la legendaria Saba llegarán con oro e incienso. El salmista concreta que esa presencia residirá en el rey de la ciudad, en quien el mismo Dios pondrá su confianza. En sus días florecerán la paz y la justicia y tanto prosperará con él Jerusalén, y con ella el reino, que todos los otros reyes de la tierra vendrán a postrarse y reconocerle como soberano.

Mateo, pese a la tradición que nos ha llegado, no habla de reyes, pero sí de magos. En esta categoría cabría hablar de sacerdotes, astrónomos o teólogos. En el fondo, personajes que estaban atentos al movimiento de los astros y lo interpretaban según reglas religiosas. Mateo quiere dar por cumplida la antigua profecía del rey que hace presente a Dios en el seno de su pueblo y presenta a estos personajes venidos del extremo del mundo, que ya no es Tarsis, ni Saba, ni Arabia, sino el enigmático Oriente, todavía libre del poder romano. Añade, sin embargo, dos detalles de vital importancia. Los reyes que nombra Isaías traían oro e incienso. El oro era un presente apropiado para un rey, y el incienso era adecuado para Dios. De eso nos habla Isaías, de Dios reinando entre su pueblo y sobre el mundo. Sin embargo, Mateo añade mirra, que era un perfume caro que, entre otros usos, se utilizaba para embalsamar a los difuntos. Luego el rey definitivo será Dios pero también humano. El segundo detalle es hacerle nacer en Belén, la ciudad de David. Este rey continuará la dinastía que Dios inició para darle a su pueblo identidad e independencia políticas. Dios va a reinar de nuevo en su tierra, pero en forma humana. A los efesios se les dice, además, que esta nueva realidad, esta gracia, es extensible también para los gentiles; para todos los extranjeros. Pablo, a quien se atribuye la carta, es judío de los pies a la cabeza. Conoce la tradición y las profecías, pero ha sido enviado más allá de las fronteras, porque estas ya no tienen ningún sentido.

Tenemos así a un Dios que se ha hecho hombre, no precisamente en un palacio, de modo que llega casi inadvertidamente y que viene a legitimar un reino que se revela ahora proyectado hacia el exterior. Por una parte, se completa el sentido de ser pueblo elegido, pues todos los demás contemplarán en él la gloria de Dios, y por otra parte se precisa el sentido de esa elección: acoger y cuidar a todos. En el fondo, cada ser humano es un pueblo escogido. En todos nace un Dios que suavemente va pidiendo permiso para ocupar su puesto. Es tan discreta su presencia que muchas veces han de venir de fuera para hacérnoslo ver y, sin embargo, nos va colocando, si nos dejamos, en disposición de derribar muros y dejar entrar a todos. Dios se manifiesta en este derruir y en el encuentro con quienes nos aportan sus propios dones. Esta realidad puede contemplarse en el terreno personal, pero, especialmente en estos tiempos, es también imposible no hacerlo en el social, estatal o continental. De fuera vendrán, cierto es, pero no para echarte, sino para descubrirte quién eres y alumbrar junto a ti algo nuevo. Ya no es posible construirse de forma aislada.

 

James Tissot, El viaje de los Magos (1886-1894)

 

 


 

sábado, 4 de enero de 2025

SIN DISTANCIAS. Domingo II Navidad

05/01/2025 - Domingo II Navidad

No hay distancias

Si 24. 1-2. 8-12

Salmo 147, 12-15. 19-20 (R.: Jn 1,14)

Ef 1, 3-6. 15-18

Jn 1, 1-18

Si quieres ver las lecturas pincha aquí 

El libro de Jesús Ben Sirá, que abre hoy la liturgia de la palabra no pertenece a la ortodoxia judía, sino que se cuenta entre los llamados deuterocanónicos. No todos los judíos los tenían en consideración. Por eso, la imagen que proponen de la Sabiduría habitando en medio del pueblo como un personaje de la corte celestial directamente enviado por Dios no era bien recibida por todos. Los primeros cristianos, en cambio, enseguida vieron en este personaje una prefiguración de Jesús. El salmista recuerda el papel principal del pueblo escogido como sede de la palabra de Dios. Jerusalén es la gran beneficiada, pero es un lugar cerrado para los demás. Esa palabra les trae bendiciones pero no parece que salga de sus murallas. También esta palabra será importante en la posterior experiencia cristiana. 

Ambas realidades, sabiduría y palabra se unificaron en el término Logos, propio del evangelio de Juan. La Palabra de la que habla Juan es igual a Dios y es enviada para que habite en medio de su pueblo ocupando el lugar mismo de Dios. Puso su morada entre ellos; allí acampó, tal como Dios acampaba en la tienda del encuentro. Pero vino haciéndose carne; asumió la condición propia de la humanidad. Así, la fragilidad pasó a ser una nueva condición divina, pero con esta debilidad acogió también la capacidad de crecer. Dios vive en permanente salida de sí. Eso es el amor. Por amor crea lo distinto de sí mismo en un proceso del que el ser humano es su más alta realización hasta la fecha. El amor no tiene fin, es decir, no se conforma con lo ya hecho. Cualquier pareja de humanos que se mantienen verdaderamente unidos a pesar de las dificultades y trajines de los días sabe que su amor no es ni mucho menos como el del principio. Tampoco Dios se conforma con el inicial enamoramiento floral sino que se entrega más aún y se hace uno como su obra. Siendo humano, crece como humano mientras que, como Dios, adquiere perspectivas nuevas. La divinidad no es una condición estática e inalterable. Dios es gerundio. De alguna manera, también él está creciendo; ve el mundo con nuestros ojos para enseñarnos a verlo con los suyos.

El autor de la carta a los Efesios insiste en que todo debe redundar en alabanza de Dios. Él nos bendijo, eligió y destinó, pero nosotros hemos creído durante mucho tiempo que lo hizo en exclusiva. Cometimos con ello el mismo error que podemos leer en la comprensión del salmista  o percibir en el rechazo del Sirácida. Por eso se ora por los efesios, para que el Padre de la gloria les dé espíritu de sabiduría y revelación para reconocer la presencia de la Palabra incluso en los lugares  más insospechados. Como ellos, nosotros somos llamados a una esperanza que reconozca la luz verdadera. Posiblemente quienes no la recibieron habían quedado presos de su propio modelo de Dios. También nos pasa a nosotros, que si no es como nuestros libros, estampas, películas o ideas nos lo presentan nos cuesta reconocerlo. Quien ha borrado la distancia entre él y nosotros no va a dejarse apresar en una imagen, sino que esperará que le encontremos en el mismo gerundio que él es y que anula cualquier separación o dualidad. Solo podremos encontrarle en el amor sencillo de lo cotidiano hacia todos aquellos con los que nos encontramos porque solo en ellos nuestra propia y más íntima verdad podrá reconocerse. En nuestro encuentro con ellos Dios se encuentra a sí mismo y nos hace uno solo.   

 

Oswaldo Guayasimín, El abrazo (1988-1989)