29/06/2020
Si hubieras
estado aquí
Domingo V
Cuaresma Para ver las lecturas pincha aquí
Ez 37, 12-14
Sal 129,
1-4. 6-8
Rm 8, 8-11
Jn 11, 3-7.
17. 20-27. 33b-45
“Si hubieras estado aquí…” Esta frase se oirá
repetidamente en estos días tan inciertos. Es la expresión de la impotencia.
Cuando ya no queda nada más que podamos hacer comienza ese espacio en el que
toda persona queda confiada al cuidado de Dios, o al de nadie, depende. El amor
por su hermano lleva a Marta a expresarle esta convicción a Jesús, posiblemente
con un fuerte componente de reproche por su tardanza. El amor por los nuestros
mueve también nuestros corazones hacia el reproche. Pero mira: sólo es capaz de
un reproche auténtico, enrabietado y visceral, quien tenía confianza en aquel
que le ha fallado. Marta creía en Jesús como el mesías definitivo, el Cristo.
Esta confesión que nos pasa aquí casi desapercibida, escondida tras el telón
del milagro que todo lo devora, constituye en los tres sinópticos el punto
crucial de inflexión que todo lo transforma. A partir de ahí Jesús comienza su
viaje final a Jerusalén. Como nosotros, Marta cree en Jesús desde antes del desenlace
al que nos acercamos, pero la muerte de su hermano la coloca frente a la
fragilidad propia del ser humano y proyecta su fe hasta ese futuro incierto que
es “el fin de los tiempos”. Jesús le
muestra que no existen los futuros utópicos; existe el presente. En Dios todo
es un eterno presente y Lázaro vive ya en ese atemporal seno amoroso. El umbral
de la muerte abre una vía de dirección única hacia la Vida.
Lo había profetizado ya Ezequiel. Dios nos dará su
Espíritu y nos colocará en la tierra definitiva. Ningún sepulcro devorará a
quien sea depositado en él. Pablo intenta decir lo mismo en diálogo con la
filosofía griega pero sus palabras nos dejan el regusto de una dualidad que
terminará por condenar al mundo y lo carnal y a nuestra sensibilidad moderna le
repelen estas afirmaciones. Hay que hacer un esfuerzo por explicar que no es lo
malo el cuerpo, sino aquello que lo esclaviza y lo ata, como atado estaba el
pobre Lázaro. Es la inmovilidad lo que gangrena los miembros y el Dios Padre
del que nos habla Jesús se ha decidido a no dejar nada quieto, a inocular su
Espíritu en todo ser humano. El Espíritu es el dinamismo de Dios. Dios no ama;
Dios es amor. Y el amor es salir permanentemente de sí para ir hacia el otro.
La resurrección de Lázaro es el anticipo de todas
las resurrecciones. Lo que Marta y su hermana María comprendieron es que su
idea de la muerte estaba equivocada y que Lázaro, sin ataduras, era ya perfectamente
libre. ¿Qué podremos decir ante la desesperación de quien ve traicionada su
confianza? Nada, salvo mostrarles nuestro propio amor como sacramento del que
ahora niegan y dejarles ver que desde la hondura de donde nace su grito puede
también volver a brotar la esperanza.
Volvamos por unas pocas líneas a las palabras de
Pablo porque sí que nos sirven para
comprender qué podemos colocar en el fondo de nuestra alma para no desesperar:
el espíritu de Jesús. Él se puso a disposición de Dios, amó como Dios ama: prestando especial atención
a los más pequeños y no con irenista imparcialidad. Podemos, como él, acompañar
a quienes no pudieron ni decir adiós para decirles que todo su dolor no solo surge,
precisamente, desde el amor sino que es también amor y que el mismo amor que
sostiene ahora a quienes se fueron les sostiene también a ellos.
Si hubieras estado aquí |
Para Alfredo, Loles y toda la familia
y para tantos otros...