viernes, 29 de noviembre de 2024

LLEGA, LLEGA... Domingo I Adviento

01/12/2024

Llega, llega…

Domingo I Adviento

Jer 33, 14-16

Sal 24, 4bc-5ab. 8-10. 14

1 Tes 3, 12 – 4, 2

Lc 21, 25-28. 34-36

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Comenzamos año nuevo, pero lo hacemos no centrándonos en todos esos proyectos que de forma tan bienintencionada formulamos cada vez que iniciamos calendario, sino disponiéndonos para recibir todos los dones que van a llegarnos. En esta perspectiva se sitúan el profeta Jeremías y el apóstol Pablo. El don supremo es el inmenso amor de Dios y ese don se expresa en la justicia que él promete. Tanto es así que Jerusalén, la ciudad de la paz, por irónico que nos pueda sonar hoy, será el lugar donde la presencia de Dios pueda ser percibida por la realidad de esa justicia. El amor que Dios es se percibe en la justicia que verdaderamente hace posible la paz. Dios cumple sus antiguas promesas y eso motiva que todos nos amemos unos a otros. ¿Cómo no amar si nos descubrimos amados, entre otros lugares,  en la persona de los enviados de Dios? Amando así nos situamos en la estela de Jesús y los suyos, todos sus santos. Jesús mostró el amor del Padre sanando y restañando heridas; así llegó hasta nosotros y ahora se nos pide que continuemos en la misma línea. La liberación es la tradición verdadera.

El salmista ahonda en esa continuidad. Es imposible, dicen, compartir aquello que no se posee. También Lucas parece opinar lo mismo. En el seguimiento confiado de Jesús nos es posible encontrar el fundamento de la esperanza y en el ejercicio del mismo amor justiciero y pacificador es como liberamos y nos liberamos. Esta confianza se revela fundamental en esos tiempos de crisis en los que el mundo pierde su lógica: guerras, catástrofes, pandemias… incluso en esos colapsos en los que todo pierde sentido es posible alzarse desde el abatimiento y levantar la cabeza. El ser humano que no confía solo en sí mismo y sus proyectos sino que se abre al don de Dios y lo pone al servicio de los demás es el Hijo del hombre que tiene en su mano el poder, la posibilidad de cambio. Existen peligros como las borracheras y las parrandas que anulan la capacidad de distanciarse para enfocarlo todo desde este nuevo punto de vista; pero existen también las inquietudes que nos atenazan y embotan el corazón. Frente a tanto dolor se impone el esfuerzo por no desesperar y saber maniobrar para sanarnos sanando. Tan malo es evadirse como dejarse vencer y sepultar por la desesperanza.

Comienza el año que no es un trampolín para nuestros planes sino el espacio, el cuenco, en el que recibimos a quien viene para darle la vuelta a todo comenzando por dárnosla a nosotros mismos. Adviento es reconocimiento de quien viene como el Hijo del hombre que nos hace plenamente hijos a todos. Hijo del hombre, ser humano cabal, desprendido de sí mismo y vuelto hacia los demás como Dios mismo sale de sí para encontrarse con todo y con todos quienes quieran recibirlo; ese es Jesús, el que llega. Pero él quería que todos fuésemos así y su vida fue el modo, el lugar, el espacio, en que nos enseñó a serlo. El adviento que hoy iniciamos, el año que con él comienza, es un dinamismo que no se detiene sino que está siempre en camino; en salida. Es siempre un encuentro con Dios vivo en todas las hermanas y hermanos. Somos enviados a las vidas de los demás, pero también ellas y ellos nos son enviados a nosotros y nuestras vidas.  Solo siendo adviento para los demás y acogiendo los advientos que nos vienen seremos, unos para otros, natividad.

 

Llega, llega... (Fragmento del cartel anunciador de la nueva versión teatral de Godspell, 2023)





 

 

 

viernes, 22 de noviembre de 2024

JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO.

24/11/2024

Jesucristo, Rey del Universo.

Dn 7, 13-14

Sal 92, 1-2. 5

Ap 1, 5-8

Jn 18, 33b-37

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Es corriente que atribuyamos a las palabras o a los conceptos que estas representan el significado que tienen para nosotros. Es muy posible que de este modo caigamos en equívocos que pueden no ser pequeños. Tenemos hoy una de esas palabras complicadas: Rey. Cuando pensamos en reyes se nos va la imaginación a figuras históricas que no siempre obedecían los mismos estándares pero que, básicamente, pueden definirse por la capacidad de gobernar, por los enfrentamientos con otros reyes que arrastraban consigo a súbditos y territorios y la acumulación de riquezas. Todos ellos fueron también, está claro, seres humanos concretos con sus cualidades y sus debilidades. Fueron, como sus herederos aún en ejercicio son hoy, fruto de su época. Cada era tiene sus reyes. Los reyes actuales no son todos ellos soberanos políticos. Tenemos reyes y reinas de casi todo. Cualquier disciplina artística, especialidad deportiva o actividad que puedas imaginar tiene su figura regia y, si es necesario, tendrá también príncipes, princesas o cualquier otro grado heráldico que se requiera. Rey, dicho así en general, ha venido a ser cualquiera que es capaz de sobresalir en cualquier campo. Queda así claro que el criterio para reinar es haber alcanzado la excelencia.

Excelente fue sin duda Jesús, pero en categorías diversas a las que normalmente se valoran. Su reino no era de este mundo, dijo, porque si lo hubiese sido su guardia se habría comportado como la de cualquier otro reino; le habrían defendido y puesto a salvo, pero no fue así. Él se dice rey a sí mismo porque da testimonio de la verdad. Es otro tipo de reino; otra forma de ser rey. Nunca agradeceremos lo suficiente que en castellano lo real pueda tener ambos significados. Así, diremos que real es aquel o aquello que es lo que es, sin engañarse a sí mismo ni a los demás. Jesús muestra la verdad que él mismo es: un hijo de hombre que se presenta sin pretensión alguna como un sencillo artesano de una remota aldea que ha sido acusado y condenado por mostrar un rostro de Dios que desenmascara la mentira de las clases dirigentes. Son esas clases las que necesitan ahora la confirmación de una condena política que ratifique la peligrosidad de este rey y sancione la necesidad de eliminarlo.

Los cristianos que vieron terminar el primer siglo tenían la necesidad de un poder que les liberase de los excelentes poderes de este mundo. Estos sí, según los criterios que Pilato tenía en mente. Por eso escribieron sobre el inminente reinado de Jesús y rescataron las afirmaciones del salmista y las antiguas profecías pero más allá de esta expresión escrita supieron vivir como si Jesús fuese verdaderamente el rey de sus vidas. Nada había para ellos más real que este humilde campesino en el que descubrieron la carne del mismo Dios. Real porque se convirtió para ellos en norma de conducta, en camino a seguir, a partir de descubrirlo presente en sus vidas y comprender que les impulsaba a acercarse a los demás y no quedarse encerrados en casa o en sí mismos construyendo cortes privadas, reservadas a unos pocos. Jesús lo fue todo para ellos y ellos comprendieron que el poder dado a Jesús no era para el dominio, sino para el servicio. Solo con él y solo siendo como él fue podían ser todo lo que verdaderamente eran: seres libres frente a los que el mundo, la realidad total, se desvelaba en la misma medida que se entregaban a los hermanos trascendiendo cualquier frontera humana; derribando aduanas y cancelando aranceles.     

 

Jesucristo, Rey del Universo


 


sábado, 16 de noviembre de 2024

LO QUE VIENE. Domingo XXXIII Ordinario

17/11/2024

Lo que viene

Domingo XXXIII T.O.

Dn 12, 1-3

Sal 15, 5. 8-11

Heb 10, 11-14. 18

Mc 13, 24-32

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El profeta Daniel había prometido la llegada de Miguel para defender al pueblo en tiempos de angustia. No hay tribulación que pueda reclamar el título de definitiva. Daniel es de los pocos personajes bíblicos que creen en la resurrección según la tradición cristiana la entendió después; deja claro que “muchos” de los que duermen despertarán finalmente pero tendrán un destino variado. El término griego apocalipsis quiere decir revelación y parecería que lo apocalíptico tiene que ser lo que por fin aparece claro y despeja todas las dudas. Pero no es así, sino todo lo contrario. No en vano, re-velación no es la acción de aclarar algo, sino la de volver a velar; es decir, explica esta pizca o aquella pero de manera que el todo permanece aún oculto; crea nuevas dudas que antes no existían. Lo apocalíptico tiene que ver con lo último, con el final, pero de ese final muy poco es evidente. Frente a la incertidumbre solo cabe la esperanza. En este caso, la llegada de Miguel, el campeón de Dios y la promesa de la vida eterna para quienes mostraron la justicia al pueblo. El salmista exhibe la misma esperanza en el Señor y en escapar de la corrupción de la muerte.

Jesús recuerda la predicación de Daniel, pero en este caso ya no es Miguel quien llega, sino el Hijo del hombre. Es un personaje propio de la tradición judía que en tiempos de Jesús se había equiparado al Mesías. En ocasiones Jesús lo utiliza para hablar de sí mismo pues, en el fondo, todos somos hijos de hombre, pero en el caso del episodio de hoy habla de él en tercera persona. Con el mismo tono apocalítico (revelador, pero misterioso) que empleó Daniel, Jesús cita a la esperanza como única actitud posible frente a los sinsabores presentes y los que aún han de venir. El motivo de la esperanza se muestra en signos concretos, como ocurre con la higuera que evidencia en sí misma la llegada del verano. Podremos discutir el sentido de los signos: que si el sol es tal cosa o tal otra, que si las estrellas son o dejan de ser… pero lo cierto es que llega el verano y con él la cosecha. Lo que no produce fruto no puede mantenerse. Unas cuantas parábolas de Jesús hablan de esto mismo. Lo que antes valía ahora ya no y quedamos atrapados en la desilusión ante lo que viene. Así desahuciamos a la esperanza sin darle posibilidad alguna de realojo.

Las palabras de Jesús son lo único que se mantendrá en el tiempo. Todo lo demás está llamado a transfigurarse. El autor de la carta a los hebreos lo tenía claro y termina el discurso que hemos leído estos domingos diciendo que no tienen sentido los sacrificios por lo que ya está perdonado. No se puede ser más directo. En comprensiones anteriores las religiones buscaban expiar las culpas de los fieles para asegurarles una mejor vida futura. Nosotros, en cambio, estamos convocados a celebrar la vida que se nos ha dado y que es también para los que, desde los cuatro vientos, desde la pobreza, la guerra, la explotación y marginación, van llegando y llaman a nuestra puerta, apelan a nuestra comodidad y cuestionan nuestras seguridades. No sabemos si existirá un fin del mundo pero van existiendo ya muchos fines que nos interpelan. La esperanza nos dice que todo puede desmoronarse pero lo que permanecerá es una nueva humanidad, un nuevo hijo del hombre que venga entre las nubes, es decir, que tenga al Señor a su diestra como su heredad, que beba de su palabra y se deje guiar por él.

 

Lo que viene





 

sábado, 9 de noviembre de 2024

VIUDAS. Domingo XXXII Ordinario

10/11/2024

Viudas.

Domingo XXXII T.O.

1 R 17, 10-16

Sal 145,7-10

Heb 9, 24-28

Mc 12, 38-44

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Las lecturas de hoy están protagonizadas por la figura de las viudas. Son un personaje característico de las páginas bíblicas. Pero casi nunca lo son en solitario; normalmente aparecen ligadas a los hijos que cuidan y para los que piden algún favor necesario. Los niños, por si mismos, sin un padre que los ampare, eran más bien molestos, prácticamente inútiles en aquella sociedad. Las viudas son, pues, imagen de quien cuida en solitario al desvalido. Se despreocupan de sí mismas y se volcaban con aquel o aquellos que  estaban a su cuidado. No era así solo en el ecosistema judío sino también en otros ambientes. Así lo muestra el episodio de Elías. Solo por atender al profeta de Dios transige la viuda y pospone la atención a su hijo para auxiliar al visitante. Para cualquier madre ese es un gesto nada pequeño. Al profeta de otro Dios, ojo, porque Elías es aquí el extranjero que pide ayuda. Su acto de acogida hace que sus últimas reservas de harina y aceite alcancen para mucho más de lo que ella esperaba. Dios multiplica siempre la eficacia de nuestros medios por humildes que sean. Diremos más bien que es precisamente cuando son más humildes, cuando más los multiplica.

Sin embargo, no es este el mensaje en el que quiere insistir Jesús. Él pone el acento en el acto de desprenderse; en la capacidad de la viuda de darlo todo por poco que sea. El valor de la ofrenda no está en el importe. Esta buena viuda es el punto opuesto al de los adinerados oferentes que depositan grandes cantidades en el cepillo. Este es, igual entre nosotros que en la época de Jesús y en todas las otras, un comportamiento apreciado por todos y extraordinariamente valorado. Evitaremos dar nombres. Que con la cantidad se pueda hacer mucho bien no lo discute nadie, pero lo que Jesús afirma es que la calidad se halla en otro sitio. La viuda de Jesús es también la víctima de los reverenciados escribas, que devoran sus bienes con pretexto de largos rezos. El salmista la nombra entre todos los preferidos del Señor; entre los olvidados del mundo a los que él se mantiene siempre fiel y el Nuevo Testamento se cierra con la naciente Iglesia proponiéndose, sin borrar del todo la mentalidad de la época pero diferenciándose mucho de las antiguas estructuras, el cuidado de todas ellas.

La viuda es, finalmente, imagen del mismo Jesús que da todo lo que tiene: a sí mismo y hasta el final; sin reservarse nada. Por esto es por lo que su único sacrificio remedia el mundo y es válido de una vez para siempre, como lo fue el de la viuda de Elías y el de la del evangelio. Jesús y estas buenas mujeres nos presentan un modo nuevo de situarse en el mundo y de enfrentar los problemas. Los exégetas dudan de la historicidad del episodio evangélico de hoy, pero no puedo renunciar a la imagen de un joven Jesús descubriendo a Dios en la generosidad de las viudas de su tiempo. De ellas aprendió el valor de las cosas y comprendió que todo se puede hacer de otra manera. De esa manera que no está atenta a la acumulación ni tiene que rendir a los ricos la pleitesía del agradecimiento por compartir lo que les sobra. Que todo sea de todos es el designio del Padre y Jesús vuelve a reactivarlo de una vez para siempre según les vio hacer a ellas. El fin de los tiempos no se presenta espectacularmente pero se aproxima en cada acto de acercamiento y desposesión, cada vez que se alza la voz en defensa de los desposeídos.

 

Viudas

 


 

sábado, 2 de noviembre de 2024

CLARIDAD. Domingo XXXI Ordinario

03/11/2024

Claridad.

Domingo XXXI T.O.

Dt 6, 2-6

Sal 17, 2-4. 47. 51ab

Heb 7, 23-28

Mc 12, 28b-34

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Podemos tener la idea de que Jesús era un ser genial que irrumpió en su tiempo proponiendo novedades nunca antes comprendidas; algunas otras jamás pronunciadas. Esta imagen no es cierta. Jesús no fue un mago que rebuscase en la chistera para deslumbrar a propios y extraños. Muy al contrario, bebió de las tradiciones de su pueblo y a través de ellas conoció a Dios como Padre que se desvivía por sus hijos. Las lecturas de hoy nos muestran este proceso. El pueblo de Israel tenía perfectamente interiorizada la centralidad de Dios y el importante papel que había jugado en su historia. Le reconocía como el único Dios verdadero que le había conducido a la tierra que mana leche y miel y tan solo pedía a cambio que le tuviesen presente en su cotidianidad. Es ahí donde Él les dará la prosperidad. Este fragmento del Deuteronomio era rezado por los judíos piadosos varias veces al día allí donde estuviesen; lo llevaban escrito en las filacterias que anudaban en sus manos y brazos. También se rezaba de forma oficial en la liturgia diaria del templo.

Jesús conoce esta tradición desde pequeño. Su verdadera genialidad está en unir este texto con ese otro pasaje mucho menos reconocido del amor al prójimo. Jesús, además, amplió notablemente esta noción de prójimo incluyendo en ella a cualquiera que nos estuviese cercano, independientemente de su origen, religión u oficio. ¿Cuál es, entonces, el mandamiento principal? Amar a Dios y al prójimo. Se resumen así las dos partes del decálogo. Por eso el escriba de Marcos reconoce lo acertado de la respuesta de Jesús. Y él declara su proximidad al reino de Dios. Esta es la esencia de todo el mensaje de Jesús. El Reino esperado consiste en el amor a Dios y a los demás. No hay más. El salmista aparece como un experimentado adorador de Dios pero Jesús insiste en que esa alabanza solo tiene valor cuando se hace al lado del prójimo hecho hermano; en comunidad.

Por todo esto y por su entrega de sí hasta el final Jesús es reconocido como el mediador definitivo. Con él se interrumpe la nómina de intermediarios que se sucedió desde los tiempos de Moisés. Jesús es la manifestación definitiva del dinamismo divino. En él Dios mismo se hace hombre y renunciando a ser Dios comienza a ser humano y a vivir como uno de tantos para terminar siendo único. La encarnación, que se atisba ya cercana en el horizonte de nuestros ciclos litúrgicos, no implica la muerte de Dios sino su expresión en una naturaleza humana. Es la humanidad definitiva, pero convoca a todos a acompañarle. Dios se hizo carne verdadera y creció y aprendió como toda carne, pero a partir de ahí creó e innovó como Dios mismo. Ahora llama a nuestra puerta y nos pide lo mismo a nosotros: que nos dejemos llevar por el dinamismo amoroso que nos lleva a conocerlo todo, a encontrarnos con todos y aprender de ellos porque ninguno poseemos la verdad ni la solución a todo. Lo que sí está a nuestra disposición, como lo estuvo a la de Jesús, es la energía para hacernos presentes donde sea necesario del modo que seamos más cercanos y útiles para todos. Hacer llegar el amor y el consuelo de Dios a quienes más lo necesitan en cada momento será nuestra forma de unificar el decálogo. Es hacer de la ley algo útil y humano transformándola, como pedía el poeta, en sencilla y clara guía para la edificación del Reino. 

 

Harry Anderson, Príncipe de la Paz (1969)