sábado, 13 de diciembre de 2025

ALÉGRATE. Domingo III Adviento - "Gaudete"

14/12/2025 – Domingo III Adviento. Gaudete

Alégrate

Is 35, 1-6a. 10

Sal 145, 7-10

Snt 5, 7-10

Mt 11, 2-11

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LLegamos ya al domingo “Gaudete”, de la alegría. Isaías nos habla sobre el alborozo de la naturaleza y también nos explica el motivo de esta algazara: el Señor viene y trae el desquite. La imagen que usa el profeta habla de la superación del invencible mal físico. El anuncio de esta llegada no es, sin embargo, una proclama risueña; el desquite que anuncia el profeta resarcirá el sufrimiento provocado; traerá felicidad para unos, pero pesar para otros. Anuncia el fin de un modo de vivir que genera sufrimiento a inocentes. Los rescatados del Señor retornarán a Sión, a Jerusalén, la ciudad de la paz, con cánticos que expresen un júbilo perpetuo; definitivo. Dios viene para darle la vuelta al mundo. El salmista repasa la nómina de favorecidos. No quedará nadie que si ahora sufre por cualquier motivo no se beneficie de esta llegada. La felicidad que llega es para quienes ahora lloran.

Jesús se presenta como quien transforma este orden perverso que origina mal para muchos. Tanta expectación despierta que Juan envía a preguntarle si es él el que había de venir. Sus obras hablan por él. La Palabra no se pierde en discursos. Es directa; lo que pronuncia se realiza. Y pronuncia también un elogio de Juan ponderando su integridad: no es una simple caña a merced del viento, ni un atildado predicador; es un profeta: voz de Dios. Y mucho más aún. Es la rotundidad de la Palabra expresada sin manipulación alguna, puesta al alcance de todos sin dañar a nadie; revelando a cada uno su propia verdad y ofreciéndoles la posibilidad de transformarse y acoger la definitiva llegada de quien se va aproximando, iniciando así la transformación del entorno. Preparar el camino del Señor no es predicar en el desierto, sino poner a la gente en situación de recibirlo. Esta recepción inaugura la realidad del reino de los cielos que Jesús ha iniciado ya. Contrariamente a lo que se cree a veces, no estamos en el terreno de la magia; no existen rituales ni contextos que actúen de forma automática, sino que se requiere la cooperación del ser humano para que sean efectivos. Por eso el más pequeño en ese Reino es mayor que Juan, porque ese Reino es el salto cualitativo que distingue la etapa anterior de la que Jesús inaugura. En él se da la definitiva concreción de las antiguas promesas y se actualiza la fidelidad de Dios y en él el ser humano se hace cooperador consciente en la edificación de un nuevo modo de ser y de relacionarse.

Santiago habla de paciencia porque en su época esperaba el regreso inminente de Jesús que completase la realidad de ese Reino. También hoy reconocemos que nos falta un buen  trecho. Nos queda tomar ejemplo de los profetas; de Juan, el más grande entre todos ellos, pero también de Isaías y todos los demás para ser palabra transformadora como ellos lo fueron. Es, en el fondo, la asunción de la responsabilidad de ser el espejo en el que las personas puedan contrastar su vida y descubrir la distancia que media aún entre ellas y Jesús. Recibirlo en la propia vida; dejarle nacer en la profundidad de uno mismo, misma, es el memorial que llamamos Navidad y que tenemos ya en puertas, pero difiere bastante de ese aséptico y buenista mensaje de paz y amor que llena nuestras pantallas. Es peregrinar de corazón en corazón y visitar todas las calamidades para colocar en cada una un destello de la única luz que realmente ilumina, calienta y erige en dignidad mientras uno por uno anuncia: “Alégrate, Dios nace en ti”.

 

Pieter Fransz, San Juan Butista predicando ante Herodes (1625-1628)

 

 


 

viernes, 5 de diciembre de 2025

PREPARAD EL CORAZÓN. Domingo II Adviento

07/12/2025 – Domingo II Adviento

Preparad el corazón

Is 11, 1-10

Sal 71, 1-2. 7-8. 12-13. 17

Rm 15, 4-9

Mt 3, 1-12

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Se anuncia la llegada de un mundo nuevo que será conocido por sus frutos. No hablamos e etiquetas, sino de realidades. Lo que antes valía ya no va a tener lugar. La novedad podrá constatarse sin que sea posible albergar dudas sobre ella. El factor de cambio, nos dice Isaías, será el brote de un renuevo en el tronco de Jesé que inaugure la justicia y haga de la rectitud la moneda habitual. Quienes vivían en la pobreza y en el desamparo estaban en esa situación porque sobre ellos gravitaban fuerzas e intereses muy alejados de estas dos fuerzas a estrenar. No obstante, la lealtad de Dios no permitirá que nada se pierda, pues Él, que en los tiempos antiguos hizo una alianza con los errantes y los esclavos mantiene su inclinación por los últimos y no les dejará en el desamparo. Esta es su naturaleza profunda: comprometerse con los desheredados y acompañarles en sus desiertos. Y está cercano el día en que todo el país se llene de esta ciencia divina tan aprojimada que, en su presencia, a nada ni nadie le será posible permanecer como era hasta ahora. La realidad está llamada a una transfiguración que solo puede definirse con idílicas imágenes que anuncian el final de cualquier violencia, incluso de aquella que es inherente al funcionamiento del mundo natural. Todos los pueblos buscarán la raíz de Jesé porque, se entiende, serán testigos de esta transformación y comprenderán que es la única posibilidad real de cambio reparador, incluso de supervivencia. Esta es también la intuición del salmista que ahonda en la misma convicción: el rey que viene será el libertador definitivo de toda opresión y la paz será el fruto de su labor.

Juan Bautista se sitúa en la misma tradición y grita que se acerca ya el reino de los cielos. Debe ser de allí, porque no funciona como ningún otro reino de la tierra. Hay que preparar el camino al Señor. Su testimonio destila tanta autenticidad que incluso las “víboras” vienen a bautizarse. En la mentalidad judía del momento la austeridad y la penitencia eran un buen remedio para las propias faltas y, a fin de cuentas, tampoco era tan costoso dejarse sumergir en el rio. Sin embargo, el símbolo vaciado de contenido e intención pierde cualquier efectividad. Lo mismo pasa hoy en día entre nosotros, que hay quien practica ritos esperando que su cumpli-miento amortigüe sus culpas y valide una vida centrada en sus propios intereses y ajena a la compasión por los demás según esa ley de la selva de la que Isaías anunciaba ya el final; merece la pena intentar blanquearse. Mas aquellas víboras no consiguieron engañar a Juan y tampoco las de hoy lo harían. Quien viene trae un bautismo nuevo en Espíritu y fuego.

Para Pablo es necesario mantener esa unidad que asegura la paz y el criterio de unión es Jesucristo. Él es el rey que está siempre llegando y siempre presente. Ejerció la fidelidad de Dios al hacerse servidor de los judíos y acogió a todos los gentiles como práctica concreta de misericordia. Misericordia y justicia son inseparables. La paz verdadera que promete no es la que amenaza con caernos encima en estas fiestas próximas: esa tan estética y tan conformada, tan exterior y tan poco transformadora, que confía solo en el azar del sorteo y muy poco en la Palabra sincera que espera ser vivida por muchos tras su inauguración por Jesús y unos pocos seguidores. Esperamos otra cosa distinta a festejos tan iluminados que al deslumbrarnos nos  impiden percibir la llama interior que nos une a todos y hay que ir desbrozando el corazón para que la paz, la justicia y la prosperidad sean, por sin, reales para todos.

 

Preparad el corazón

 

 


viernes, 28 de noviembre de 2025

¡VIENE! Domingo I Adviento

30/11/2025 – Domingo I Adviento

¡Viene!

Is 2, 1-5

Sal 121, 1-9

Rom 13, 11-14

Mt 24, 37-44

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Comenzamos el nuevo año con el mismo salmo con el que cerramos el anterior. Completábamos el ciclo pasado con idéntica respuesta, pero tenía entonces un valor diferente, casi negativo, al fundamentar una alianza entre poder religioso y político susceptible de errar y provocar grandes daños. La gran novedad de hoy es la inclusión de la paz. Es, ciertamente, una paz restringida a los habitantes de la ciudad. A los hermanos y compañeros se les desea todo bien. La liturgia es una realidad viva y el salmo es esa respuesta a la primera lectura que hacemos nuestra. La intervención de Isaías hablando de una concordia universal, en realidad, un concepto todavía extraño para el salmista, pero válido para nosotros, es lo que ha motivado este cambio y podemos ahora entender otros fragmentos del salmo que le dan un sentido inédito. El profeta anuncia un momento nuevo; una realidad transformada y transformadora por la acción del ser humano que convierte las armas en herramientas; el uso de lo ideado para destruir es invertido para pasar a ser provechoso y edificante.

También Jesús, nos recuerda Mateo, plantea que está llegando un cambio y afirma que la mudanza es segura y acontecerá tal como ocurrió en tiempos de Noé. Es incontenible. El elemento desencadenante va a ser ahora la venida del Hijo del hombre; en paralelo con Isaías, llegará un hombre capaz de crear vida por su renuncia a arrebatarla. Los seres humanos anteriores vivían sus días sin complicación alguna; comían, bebían y se casaban hasta que el diluvio se lo llevó todo por delante. Otro cambio: Jesús no habla de pecado, sino de una vida centrada en sí mismos que lleva a la extinción ¿No será que ese es el pecado y por eso propone una vida que, por producir cambios en su entorno, hace que a uno se le lleven y al otro no; que a una la dejen y a la otra no? No conocemos la hora, pero llegará. No es el fin del mundo lo que aquel que viene va a poner de manifiesto, sino la suerte de los que, fieles a él, son perseguidos, retirados y silenciados… Esta mañana las redes sociales me han retratado el mundo y la Iglesia inmersa en él: lamentos sordos de un pueblo convertido en masa; dolorosos naufragios de amores que se creían eternos; otros amores diferentes que piden respeto; mujeres sometidas; pueblos indígenas que exigen respeto a su dignidad; creyentes perseguidos por su fe hasta el exterminio; otros fieles entregados en cuerpo y alma, aquí y allá, a misiones concretas, reales y sangrantes… En este mundo, como contrapunto, hacemos presente a Dios que viene; en este mundo hemos de vivir, en carismáticas iniciativas que les den voz y espacio, la vocación por la que podemos ser retirados.

Es hora de despertar del sueño, dice Pablo. Puede que la noche parezca imbatible, pero la luz está cerca. Andemos ya como en pleno día, con dignidad, como anduvo Jesús, que fue llamado comilón y borracho, pero que estuvo siempre al lado de los damnificados sin dejar a nadie atrás y acogiendo a todos esos que eran eliminados por vivir, como él, con ellos. Este es otro cambio importante, ahora con respecto a Pablo, que recurre a códigos morales para hacerse entender; Jesús, este que viene, es, desde cualquier punto del que le mires, sorprendente e incontenible. Abierto a la vida y presente donde menos vida parece haber, porque es allí donde late con más fuerza; donde aún el sopor de la masa no ha ahogado al pueblo ni a las almas. Justo ahí es donde llegará el hombre que Dios se va a hacer. 

 

¡Viene!

 

 


  

Con un recuerdo especial para Cruz, Jesús y demás familia. 

Con cariño para Raquel, que confirma su camino.

 

 

viernes, 21 de noviembre de 2025

CORONADOS Y CORONADORES. Jesucristo, rey del Universo

23/11/2025 – Jesucristo, rey del universo

Coronados y coronadores

2 Sam 5, 1-3

Sal 121, 1-2. 4-5

Col 1, 12-20

Lc 23, 35-43

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En la edad antigua se colocaba a los reyes un poco por debajo de los dioses. Era el pueblo, como la comunidad creyente, quien debía acercarse a ellos y ganarse su favor. En los libros de Samuel que cuentan el inicio de la antigua monarquía israelita puede verse que ésta no entraba en los planes de Dios que había designado jueces para que organizasen al pueblo. Pero el pueblo quiere un rey que les juzgue y tutele como a todos los demás pueblos. David, por su parte, aceptó la corona por aclamación popular y pactando con los ancianos, lo cual ya supone una diferencia con esos otros reyes impuestos, pero no es suficiente todavía. Sigue siendo el pueblo quien debe acercarse al rey y hacerse digno de él demostrando que son hueso y carne suya, que son dignos de que les defienda de los enemigos y a cambio consentirá que ejerza su poder sobre ellos. En las palabras del salmista podemos ver que esa idea de dignidad casa bien con el concepto religioso de santidad. Subir a Jerusalén era encaminarse tanto al Templo como al palacio de David. Era la combinación perfecta; propia de la época, no fue una originalidad de Israel.

El rey rechazado, Dios, se hará con el tiempo uno más entre ese pueblo y será finalmente rey, pero a la manera que sólo él puede serlo. En Jesús es Dios quien nos dice: “Hueso tuyo y carne tuya soy”. Ya no hay imposición; es la misma naturaleza humana la que es tocada por la divinidad y promocionada a la realeza. Y esto es así en toda su extensión. El buen ladrón lo vivió en primera persona, pero también lo experimentaron todos aquellos cuya vida se transformó al encontrarse con el rey coronado de espinas. En cambio, el pueblo que pedía un rey no lo reconoció en la ejecución de Jesús; por otro lado, el poder religioso comprobó que el condenado era un falso mesías, incapaz de salvarse a sí mismo, y respiró tranquilo; la misma falsedad que confirmó el malhechor que había caído en la trampa de la violencia mientras moría rabiando; la autoridad política lo selló todo suprimiendo a un sedicioso que pretendía usurparle el poder y se volvió en paz a su mansión. Jesús es rey al estilo divino, es decir, renuncia a sus privilegios y privilegia que todas y todos puedan liberarse del círculo de destrucción en el que se encuentran. Es mesías, ungido, para esta misión y ese es el papel que los y las damnificadas le reconocen. Los demás no se ven más que a sí mismos.

Este mesías está destinado a regir el universo entero, pero no como reconocimiento a esa dignidad que a la comprensión humana tanto le gusta subrayar, sino porque va a liberar a todo el cosmos de sus esclavitudes (tinieblas, las llama el autor de la carta a los colosenses). Toda la creación es testigo de que a este rey no le dolieron prendas a la hora de dejar toda esa majestad para buscar el bien de lo material, de lo despreciado por los espiritualizantes. Reconocerle como salvador es tenerle agradecidamente como polo de atracción, nuestro y de toda la realidad. Caminar hacia él, sin embargo, no es un devenir pasivo, sino transformarse en él; hacer de nuestra vida lugar de refugio y coronación para quienes nos encontramos; ingresar con ellos plenamente, recuperando nuestro puesto, en la realidad que fue creada en él; reconocerle a nuestra materialidad esa dimensión oculta que se nos escapa al considerarla prescindible, pero que le da su sentido verdadero; divinizarse, dicen las tradiciones contemplativas; ser lo que realmente somos: coronados coronadores. 

 

Coronados y coronadores

 

 


 

Para Pablo y Mateo, especialmente. Y para toda la familia, con mucho cariño. Besotes.