16/07/2017
Domingo
XV Ordinario
Is
55, 10-11
Sal
64, 10-14
Rm
8, 18-23
Mt
13, 1-23
Se nos han dado a conocer
los misterios del Reino de los Cielos. Jesús nos ha salido al encuentro y nos
ha desvelado la íntima naturaleza de las cosas. Cierra por un momento los ojos
y busca en tu interior el rastro de ese conocimiento. Esa búsqueda nos revela
la importancia del espacio y del silencio.
Ambas cosas son
necesarias para que la buena nueva anide en nuestros corazones: en primer
lugar, hacerle un hueco, vaciar la intimidad de tanto escombro y tanta ruina
que acumulamos esperando que algún día terminen por desmoronarse sin ruido, sin
dolor... no sucederá así. Todo campo que es arado ve sus entrañas expuestas a
la luz y al agua, no le quedan escondrijos
que la vida no pueda llenar. En segundo lugar, el silencio. Sólo en él
puede la Palabra hacerse oír. Dejamos que el ruido anide en nosotros y
transforme nuestra alma en un abrupto acantilado contra el que no dejan de
romper olas cada vez más estridentes de forma que apenas podemos oír nada más que nuestras
gastadas respuestas.
En cambio, en el espacio
y el silencio la Palabra es acogida y podemos, de su mano, re-conocer una
creación que vive en continua expectación por la manifestación de aquellos que
van permitiendo a Dios anidar en su interior; de aquellos que ya han dejado
atrás las parábolas porque ven y conocen, oyen y entienden y van fructificando
según su propia medida: ciento, sesenta, treinta… no importa tanto la medida
como la cordia-lidad, la implicación del corazón, de la ultimidad personal que
no deja de recibir el don de Dios sin hastiarse nunca.
Conoces ya todos los
misterios porque se encarnan en ti y en la realidad re-descubierta puedes abrazar
el mismo don que te habita: cuanto más tienes, más recibes… La Palabra no
vuelve nunca vacía, se vierte en ti y te transforma en un hijo de Dios, en un
ser libre. Es esta nueva vida la que el Padre bendice. No gastes tiempo en intentar
comprender, experimenta el amor. Tampoco tu palabra y tu obrar volverán vacíos
a ti. Son parte de ese amor que se te entrega: vida recibida y compartida. Dar
amor, empeñarse en la justicia y trabajar por la fraternidad, esos son tus
frutos.
Hermosa reflexión !!! Gracias !!!
ResponderEliminarGracias por la reflexión, saludos y bendiciones desde Guatemala.
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