sábado, 30 de agosto de 2025

LA FIESTA DE LOS HUMILDES. Domingo XXII Ordinario

31/08/2025 – Domingo XXII T.O.

La fiesta de los humildes

Si 3, 17-18. 20. 28-29

Sal 67, 4-5ª. c-7ab. 10-11

Heb 12, 18-19. 22-24a

Lc 14, 1. 7-14

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Los mejores momentos de la vida solemos asociarlos con banquetes. Somos creaturas celebrativas. Pero también somos pretenciosos y nos gusta que nuestros festejos sean los mejores. Nuestro concepto de fiesta es la desmesura. No es algo nuevo. En los tiempos bíblicos ya era así y entonces, además, la cultura mediterránea todavía exigía que esa ostentación se llevara a cabo de forma honorable. Por eso, en primer lugar, los puestos de los invitados a los festines tenían su jerarquía y, en segundo lugar, la imagen personal tenía que cuidarse con esmero pues afectaba a la familiar. Esta proyección debía ser irreprochable, pero también tenía que ser agresiva. En cuatro palabras: había que venderse bien. Y según lo bien que cada uno se  vendiera así de cerca, o de lejos, le sentaban de los sitios más honorables. Lo que el mensaje bíblico viene a decirnos hoy es que celebremos de un modo distinto; que no gastemos tanto esfuerzo en planificar una fiesta deslumbrante, sino que vivamos la vida como una fiesta. Motivos para celebrar va a haberlos siempre. A veces nos cuesta entenderlo así, pero haberlos, haylos

¿Cuáles son las razones que nos llevan a la fiesta? Según el Sirácida, aquellos que Dios revela a los mansos. A nadie se le escapará la correspondencia de esta sentencia con el célebre grito de júbilo de Jesús que alaba a Dios por poner lo verdaderamente importante al alcance de los niños. A los sencillos o a los pobres, dicen otras traducciones. Esto casa perfectamente con el consejo de Jesús que Lucas nos transmite hoy: convida a comer a los pobres, lisiados, cojos y ciegos. Es la curación de éstos lo que, según Isaías y el mismo Lucas, certifica la mesianidad de Jesús. Su unción es diferente a la esperada. Se acerca a los que nadie sentaría en su mesa. La celebración que él propone está en sintonía con el corazón de Dios. Contrariamente a los usos de este mundo, se vende a sí mismo como sanador de quien nadie quiere tener cerca. El suyo es un mundo nuevo y diferente. Tal como se les recuerda a los hebreos, ha pasado ya el tiempo de acongojarse ante la aterradora espectacularidad del trueno y el fuego. Es tiempo de comenzar a celebrar con la asamblea de los primogénitos. Ahí, junto a los célebres patriarcas del pasado se encuentran también los justos. Son los que han comprendido las preferencias de Dios y las han puesto en práctica. Y con todos ellos, Jesús como mediador definitivo.

El salmista glosa la obra de Dios. A la luz de las palabras y la vida de Jesús comprendemos que esa obra no es una acción solitaria. Dios actúa, pero a través de los justos; los que adoptan su misma perspectiva y encuentran que la verdadera fiesta es la que celebra la liberación de cualquier atadura y ese festejo tiene poco que ver con los miramientos acostumbrados, que son dejados de lado, sino que, por el contrario, congrega a quienes se sienten protagonistas de esa emancipación. En este proceso descubren también su propia limitación y eso les hace humildes, pero no sumisos ni apocados. Se hacen conscientes de su historia superando cualquier vergüenza porque ven claro que el pasado, lejos de definirles, les hace más cercanos a todos los demás. La humildad es ponerse en manos de Dios para realizar con él lo que él realizó en ti por medio de otros y así: empoderar, poner en pie y devolver la vista. Es crecimiento personal, pero es también edificación del reino de Dios. 

 

Joey Velasco, Hapag ng Pag-asa (La mesa de la esperanza)

    

Joey Velasco, Hapag ng Pag-ibig (La mesa del amor)







Para Mª. Luz, que tantas veces puso el mantel para tantos...


 

sábado, 23 de agosto de 2025

DE LEJOS VENDRAN. Domingo XXI Ordinario

24/08/2025 – Domingo XXI T.O.

De lejos vendrán…

Is 66, 18-21

Sal 116, 1-2

Heb 12, 5-7. 11-13

Lc 13, 22-30

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Cuando se termina el libro de Isaías todavía predomina en Israel esa necesidad de figuras especialmente dedicadas a la mediación. Por eso, el mismo Dios, como promesa escatológica, afirma que enviará mensajeros a las naciones más lejanas y anuncia que de entre los que lleguen de lejos se escogerá levitas y sacerdotes. Esos enviados son “supervivientes”; son los que, de toda lengua y nación, han escuchado ya la palabra de Dios y él los envía a su tierra de origen para que puedan compartir su descubrimiento. Lo importante aquí es, en primer lugar, la superación de las barreras pues Dios es para todos y no se deja aprisionar en lenguas, banderas o épocas. En segundo lugar, la puesta en valor de la libertad personal; Dios invita y promete la salvación, pero no obliga a nadie. Así, los discípulos de Isaías culminan la obra del maestro dejándola abierta al futuro. El salmo reitera brevemente la misma invitación.

En ese futuro, Jesús fue preguntado varias veces por la salvación durante su vida pública y él remite siempre al amor hacia los demás y a la piedad por los más perjudicados. En esta ocasión parece que Lucas coge afirmaciones de aquí y de allí y hace su propio collage: una frase inicial sobre la puerta estrecha, harto recordada después; una breve parábola que recuerda la del juicio final que cuenta Mateo; una alusión a las relaciones entre cielo e infierno tal como aparece en la parábola del pobre Lázaro y el rico que banqueteaba; la confirmación a  las palabras de Isaías de que vendrán de lejos, de los cuatro puntos cardinales, para sentarse en la mesa del Reino que han desechado los que practicaban la iniquidad y, al final, la sentencia sobre los últimos y los primeros que tan famosa se ha hecho. Nuevamente, las dos afirmaciones de Isaías pero ahora, respondiendo a la pregunta se hace hincapié en quienes viven inadvertidamente y en su indolencia causan daño a los demás. “Date cuenta de lo que haces”, parece decir Jesús, “de las repercusiones que tienen tus actos”. La vida no es lo que vemos y ya está. La realidad es compleja y muchas veces el mayor pecado es esa desatención a lo que nos rodea. Lo que importa no es que yo esté bien; ni siquiera que lo estemos quienes creemos sentarnos a comer y beber con el maestro, pero por nuestra inadvertencia terminamos comiendo bien lejos de él porque él está con los que dejamos fuera. La cuestión, según Jesús, es que esos que se quedan fuera tengan con quien sentarse a la mesa. Esto es lo que entienden los “supervivientes”; son los últimos que llegan para pasar primeros. Y es lo que los primeros no terminamos de entender. Ya no hacen falta sacerdotes ni levitas que intercedan; hace falta que todos nos queramos sentar juntos. En esa acción es donde Dios se hace presente pues todos somos intermediarios para todos.

 Contrariamente a otras veces, Jesús tiene aquí un tono de reproche. Tal vez no le ha gustado la pregunta o tal vez comienza a cansarse de tener que repetirlo todo o, es posible, que sea una prueba, difícil para algunos, de todo el amor que nos tiene. El amor verdadero es exigente. Así se entiende sin dificultad de los padres que reprueban a sus hijos, precisamente, porque les quieren. Es lo que afirma el autor de la carta a los hebreos. A ninguno nos gusta que nos corrijan, pero es necesario si de verdad aspiramos a crecer. Tampoco aquí necesitamos “correctores oficiales”. Junto a todos caminamos y entre todos construimos. Desde lejos han de venir para mostrarnos nuestro error, ahí es nada. 

 

De lejos vendrán...

 


 

sábado, 16 de agosto de 2025

TURBULENCIAS. Domingo XX Ordinario

17/08/2025 – Domingo XX T.O.

Turbulencias

Jer 38, 4-6. 8-10

Sal 39, 2-4. 18

Heb 12, 1-4

Lc 12, 49-53

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Ocurre a veces que la liturgia recorta los textos privándonos de algún detalle importantes. Así nos pasa hoy con el fragmento de Jeremías, al que, vaya usted a saber por qué, le falta el versículo 7. Ahí se nos dice que Ebedmelec era un eunuco etíope al servicio del rey. Justo ese es su nombre: “Ebed (siervo)-Mélec (Rey)”. No es seguro que la designación de eunuco pueda entenderse literalmente pues la legislación judía prohibía tales usos. Habrá que considerarlo funcionario o servidor del palacio al que sí podría suponérsele, si el término es eufemístico, cierta ambigüedad sexual no especificada. Era, además, kushita, es decir, etíope; extranjero. No era un modelo ejemplar para ningún buen israelita. Sin embargo, muestra valentía y coraje al protestar frente al rey por el trato inhumano dado a Jeremías y también, astucia: puesto que no hay pan en la ciudad, lo mismo morirá el prisionero fuera del pozo que dentro ¿qué necesidad hay de atraerse la ira de Dios en el caso de que sea un profeta verdadero? Y el rey, que parecía ser bastante influenciable, recapacita de su poca determinación anterior al dejar a Jeremías en manos de sus adversarios y proporciona a Ebedmelec una guardia de 30 hombres para que nadie le impida liberar al profeta. El salmista nos trae la descripción del penar y la confianza de Jeremías. Eran tiempos turbulentos.

Jesús asegura que no ha venido a traer paz. Vuelven las turbulencias. Que Jesús se creó enemigos por sus palabras y obras ya no lo discute nadie. Si Jeremías se mantuvo fiel a su vocación pese a todos los sufrimientos que esa fidelidad le ocasionó, Jesús también. Pero Jesús, además de proclamar lo que de Dios recibía, actuó tal como Edebmelec lo hizo: denunció todas las injusticias que abundaban en su tiempo con valentía e inteligencia; sin dejarse enredar ni avasallar y afrontando el peligro sin esconderse. Afirma además que le falta un bautismo por recibir: debe sumergirse en esa turbulencia y emerger como un hombre nuevo; liberado de respetos humanos, y dispuesto a oponerse a cualquiera que contraríe el plan de Dios e ignore a sus preferidos. Los hebreos, tiempo después, recibieron la consigna de imitar a Jesús pese a las consecuencias que ello pudiera traerles. Ya conocían su historia. Sabían dónde se metían. Se les pide coherencia y se les asegura que no están solos. Además de  Jesús, estaba también esa ingente nube de testigos anteriores. A todos ellos les acompañó Dios en sus peripecias. No se las evitó, porque no es un Dios milagrero que escamotea la historia, sino que en ella acompaña siempre a los suyos por medio de personajes decididos que, como Ebedmelec, surgen de la nada, se ponen de pie, son caricia y dan la cara sin temor.

Nuestro mundo no es un lugar idílico. Familia, amigos, trabajo, Iglesia, ocio… son ámbitos en los que en cualquier momento nuestras obras y palabras pueden incomodar. De hecho, normalmente incomodarán si son en verdad fieles a la voluntad de Dios revelada en Jesús. En todos nuestros ambientes puede surgir el conflicto; no hay nada en ellos que esté por encima del ser humano que es lo que verdaderamente importa al Padre. Se nos pide que tengamos el valor de bautizarnos en ese torbellino y que nuestra postura sea siempre como la del eunuco etíope: atento a defender al débil frente al que busca su propio beneficio. Se nos recuerda también la insistencia bíblica en desarmar nuestro ecosistema idealizado y recordarnos que Dios moviliza a quien menos esperaríamos: extraños compañeros de viaje.

 


Turbulencias

 

 


 

sábado, 9 de agosto de 2025

POR LA FE. Domingo XIX Ordinario

10/08/2025 – Domingo XIX T.O.

Por la fe

Sab 18, 6-9

Sal 32, 1. 12. 18-20. 22

Heb 11, 1-2. 8-19

Lc 12, 32-48

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La fe no consiste en creer sin ver. Para tener fe es preciso ver las cosas claras; saber en qué y en quien se nos pide poner la confianza. Y conocer también quien nos lo pide. El autor del libro de la Sabiduría recuerda que a aquellos lejanos antepasados se les informó de lo que iba a pasar para que su ánimo estuviese atento y no decayera. Apoyados en esa esperanza tuvieron el ánimo de celebrar la primera Pascua y comprometerse en que compartiendo bienes y peligros, la vida, se sostendrían unos a otros en las antiguas alabanzas. Las raíces son para eso, para nutrir y afianzar. Esto último es lo que hace el autor de la larga homilía dirigida a los hebreos. Su célebre capítulo 11 va recorriendo la historia de los grandes hombres y mujeres de ayer y ve como, por la fe, fueron capaces de vivir fiándose de Dios, contradecir las normas y costumbres que eran habituales en su entorno y acoger prodigios inimaginables. Del fragmento que hoy recordamos ha hecho fortuna la definición de fe: Confianza en que ocurrirá lo que se espera, seguridad de que lo que no se ve será descubierto. Quienes vivieron aquella primera Pascua pudieron comprobar que lo prometido se cumplía. Y antes que ellos Abraham,  Sara, Isaac, Jacob y otros muchos después fueron viviendo sus vidas desafiando a lo razonable según comprobaban que todas las promesas se iban cumpliendo. Murieron sin ver cumplida la alianza definitiva, pero de algún modo la fueron conociendo en su día a día; por la fe comprendieron que estaban en un proceso mayor que ellos mismos. Por la fe Sara recibió el vigor para concebir; cuando dejó de dar por sentado lo consabido recibió la fuerza para realizar lo impensable ¿No es esta una buena definición de milagro?

Todos ellos vivieron en el camino. La fe no es algo que debe esperarse, sino que se descubre cuando nos dejamos guiar por la esperanza y salimos a enderezar lo torcido. Jesús  dice que hay que tener la cintura ceñida y encendida la lámpara. El Reino se nos ha dado, pero puede que pase por delante y no lo advirtamos. Hay que dejarlo todo; vender lo que tengamos y poner lo obtenido al servicio de los demás. La hora es urgente, no porque esté cerca, sino porque el mundo se desangra y estamos convocados para remediar tanto dolor y darle la vuelta. Somos un pequeño rebaño, cuatro gatos, porque la mayoría está pensando en otras cosas: partido, parroquia, club, cofradía, trabajo, religión, equipo… y todo esto con un inmenso pronombre posesivo delante. Lo normal es estar más atento a esto y a la satisfacción del dichoso pronombre. Por la fe somos capaces de relativizar todo eso y olvidar el pronombre. Así acumulamos tesoros en el cielo, que no es el lugar donde vive Dios, sino el lugar donde todos pueden vivir como Dios quiere que vivamos. El Reino viene, pero no hay que dejarlo escapar enredándonos en tantas zarandajas.

“Estate alerta, que cuando llegue seré yo quien me ciña y te sirva a ti”, dice Jesús que dice Dios. Ahí es nada. Mientras esperamos podemos entonar el canto del salmista y continuar invocando la misericordia que por la fe vamos viendo que nunca nos deja. Posiblemente no llegaremos a ver lo definitivo antes de dormirnos en el seno de Abraham (con él, como él…), pero mientras aguardemos vigilantes iremos liberando, iremos levantando, iremos siendo motivo de fe y esperanza para otros. Eso es la esperanza. Ni ella ni la fe son pasivas. Son el germen del amor y éste es la raíz de las otras dos. 

 

Por la fe

 

 


 

martes, 5 de agosto de 2025

ASÍ SÍ, PERO NO ASÍ. Transfiguración del Señor

06/08/2025 – Transfiguración del Señor

Así sí, pero no así

Dan 7, 9-10. 13-14

Sal 96, 1-2. 5-6. 9

2 Pe 1, 16-19

Lc 9, 28b-36

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El profeta Daniel describe una visión que llegará a ser famosa por ser el lugar donde aparece la expresión Hijo del hombre, “como un hijo de hombre”, referida al enviado divino que terminará por ser el rey cuyo reinado no se extinga. El Salmista afirma que este reinado hace gozar a la tierra; toda la creación se conmueve y celebra la justicia y el derecho que sostienen su trono. Lucas nos trae la narración del episodio de la transfiguración, donde la identidad de Jesús como enviado de Dios resalta con claridad en su codearse con Elías y Moisés. Por un lado, como afirmaba ya el salmista, la justicia proclamada por los profetas y el derecho mosaico encumbran a Jesús y, por otro, Dios mismo, tal como el anciano de la visión de Daniel daba poder a su enviado, revela a los discípulos la identidad escondida de Jesús como Hijo suyo. Finalmente, el autor de la segunda carta de Pedro, enfrascado en la polémica que originó su escrito insiste en ser el propio apóstol que transmite el recuerdo de los hechos, así como la afirmación de que Jesús recibió en ese momento la gloria y la honra que le colocaban en continuidad con los profetas anteriores y le distinguían como luz a seguir “hasta que despunte el día y el lucero amanezca en vuestros corazones”.

La reflexión teológica afirma que tanto el episodio de la transfiguración como el del bautismo de Jesús ponen de relieve la divinidad de Jesús. La crítica histórica no los acepta como acontecimientos reales y los considera una retroproyección de la comunidad a partir de la experiencia pascual. También esta misma experiencia se interpreta y discute. Esas tres vivencias presentan, en mayor o menor medida, rasgos comunes con esas otras que en nuestra actividad cotidiana, si somos capaces de reconocerlas, nos asaltan y transfiguran lo que hay y a nosotros mismos con ello. Comparten sorpresa y admiración ante la irrupción de lo inesperado; reconocimiento de la plenitud vislumbrada que se expresa en la aspiración a la permanencia en ese lugar o estado; creación de lazos de fraternidad si alguien la comparte con nosotros; temor, inquietud, frente a lo que nos sobrepasa y no podemos controlar, pero que terminamos identificando como positivo; fugacidad, pues tal como se inició, cesa dejándonos donde estábamos. Sin embargo, se impone la certeza de que lo ocurrido nos remite a este mismo lugar y condición; a nosotros mismos, pero ni el lugar ni nosotros somos ya los mismos, sino que hemos saboreado fugazmente la verdadera esencia de lo que es y de lo que somos.  

En aquellas, Dios manifestó la majestad filial de Jesús. En estas nos revela nuestra condición de hijos amados. Eso inesperado que nos ocurre no es lo definitivo, sino su umbral. Es necesario trascenderlo, negarse a acampar allí, y situarse más allá, de lo contrario lo fosilizamos. No se nos da solo para nuestro regocijo, sino como revelación de lo que somos, de lo que el mundo es y de lo que se nos llama a compartir, mostrar y acoger con y en los demás. Es afirmación de lo que es y somos, pero declara que tenemos que serlo de otro modo; así sí, pero no así. Acotar y prescindir de aquello que nos remite a la desazón y crea la disonancia cuando cesa lo que irrumpe es actualizar lo transfigurado; dejarlo brillar y hacerlo tangible. Querer que dure siempre es tomar conciencia de la llamada a hacerlo presente para todos. No es simple cuestión de deber; es fidelidad al propio ser y manifestación de lo universal de ese ser que somos con todos y todo. Es anhelo de plenitud, sed de Dios compartida.

 

Así sí, pero no así

 

 



Con un abrazo para Clara y familia

sábado, 2 de agosto de 2025

UNA MÍSTICA, UNA RIQUEZA. Domingo XVIII Ordinario

03/08/2025 – Domingo XVIII T.O.

Una mística, una riqueza

Qo 1, 2; 2, 21-23

Sal 89, 2-6. 12-13

Col 3, 1-5. 9-11

Lc 12, 13-21

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Existe en nuestra sociedad cierta “mística” de la dedicación al trabajo que enaltece esa actitud laboriosa que se traduce en dedicar horas sin fin a la actividad laboral. Se alaba a quien declara no parar ni a comer y a quien dedica los fines de semana a prorrogar jornadas interminables enfrascado en sus obligaciones. Hay incluso quien afirma que las vacaciones están sobrevaloradas. Todo y todos pueden sacrificarse ante el nuevo ídolo llamado productividad. En esta nueva escuela espiritual solo el nuestro es un esfuerzo verdadero, porque al de todos los demás le falta siempre algo. Cada uno es quien más trabaja y quien más se la juega; algún conocido, porque es difícil que la amistad cuaje en este caldo, o socio, también, pero es raro reconocer más mérito en los demás que en uno mismo. Y ocurre también en nuestra Iglesia. Qué corriente es encontrarse con quien a la pregunta “Cómo estás”, responde con un “agotado” y pasa a contarte su jornada ponderando detalladamente todos sus logros o sus contratiempos sin olvidar comentar que otros lo tienen más fácil o, por lo menos, trabajan mucho menos. Y así, la vida se convierte en una continua lucha en la que solo vencen los triunfadores. Claro que en nuestra Iglesia todo esto va aderezado con menciones a la vocación, a la disponibilidad y a la voluntad del Señor y lo torcido de sus renglones. 

A todo esto, la lectura de hoy del Qohelet lo llama vanidad. Literalmente, humo. El humo de los humos; el humo más grande, inasible y, por lo tanto inútil. Por mucho que nos empeñemos, al final no ha de servirnos de nada. Todo nuestro empeño quedará traducido a nada. Así lo ve también el salmista, que pide que descienda la bondad del Señor sobre nuestras obras pues por sí solas se quedan siempre empantanadas en cualquier abrojo. Mucho más lejos va Jesús que desprecia el triunfo material por no ser capaz de garantizarte lo esencial. Puede que logres tus objetivos y que todo el mundo te considere un emprendedor de fortuna, que es el no va más de esta nueva “mística”, pero si eso no ha conseguido edificarte en tu última y más profunda raíz ¿para qué ha servido? Todo eso está abocado también al  absurdo. Ese interior trabajado, el alma que te van a pedir, no está aquí detallado, pero la lógica evangélica nos pone en la pista de que no puede encontrarse lejos del bien de los demás.

Así lo ha entendido la mística verdadera expresada en la tradición de la Iglesia y lo entendieron ya los autores neotestamentarios. Entre ellos, aquel buen discípulo anónimo que escribió a los colosenses y detalló esos comportamientos que debían quedar fuera del hombre o la mujer nueva que ya somos y que curiosamente, son compatibles y aún provechosos para la “mística” del triunfo. Todos ellos son, también o sobre todo, inhabilitantes para acercarnos honrada y respetuosamente a los demás. Este es el verdadero conocimiento y la auténtica renovación a imagen del creador de modo que no haya dualidad alguna: griego y judío, circunciso e incircunciso, bárbaro, escita, esclavo y libre, sino Cristo, que lo es todo, y en todos. Esta es la riqueza que Dios valora: entregarse a la unidad que elimina las diferencias y reconoce dignidad en todos los seres humanos más allá de su posición o condición. La otra riqueza, la que atesora para sí, solo perpetua la estructura que crea la división y el sufrimiento.

 

Una mística, una riqueza