viernes, 25 de julio de 2025

ATRÉVETE. Domingo XVII Ordinario

27/07/2025 – Domingo XVII T.O.

Atrévete

Gn 18, 20-32

Sal 137, 1-3. 6-8

Col 2, 12-14

Lc 11, 1-13

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Diez inocentes hacían falta para que Dios no descargase su ira contra Sodoma y Gomorra. Esta es una de las razones que se dan para responder al por qué de la existencia del Minyan, “el número” de varones, también mujeres en algunas sinagogas más liberales, necesarios para que ciertas oraciones judías puedan ser recitadas en comunidad. Diez es ese número. Otra explicación, más frecuente, es que de los doce exploradores que Moisés envió como avanzadilla, diez trataron de disuadir al pueblo de entrar en la tierra prometida asegurándoles que serían aniquilados por sus habitantes. Este número tendría entonces un valor de desagravio. En ambos casos, contraviniendo su reacción primera, Dios claudica ante la intervención de un personaje carismático: Abraham aquí y Moisés allí. Los dos apelan a su honor y a su fama ante las naciones: que no pueda decirse que fuiste injusto a las puertas de Sodoma o impotente a orillas del Jordán. Y Dios cede. O tal vez se deja convencer. A la postre ninguna de las dos historias acaba bien para los transgresores, pero los justos recibieron su merecido reconocimiento. Así que, ya desde los tiempos patriarcales y los del éxodo, Dios ha tenido una atención personalizada. Ni el pueblo ni la comunidad son una masa informe, sino que están formadas por personas que pueden entonar el mismo canto que el salmista al evocar su propia historia.

Por otro lado, Abraham tenía sus propios intereses, intenciones, diríamos en un lenguaje más pío. En Sodoma habitaba su sobrino Lot y la sangre siempre tira. Es normal, humano, que cada uno pida por lo suyo. Los discípulos piden que Jesús les enseñe a orar, porque no saben y Jesús, en primer lugar, les enseña una oración en plural, para que pidan lo que conviene a todos y, en segundo lugar, les recuerda que Dios es fácil de convencer porque es bueno. El hombre de la parábola cede a la inoportuna visita de su amigo porque, en el fondo, no puede faltar al deber de hospitalidad con el viajero. Su honor quedaría manchado frente a los vecinos. En esto, nuestras traducciones no son muy precisas. El dueño de la casa, como Dios al ser confrontado por Abraham y Moisés (ya es atrevimiento) quiso evitar el deshonor. Faltar al honor es atentar contra el propio nombre y Dios es el que está y el que estará siempre; es amor. Por eso es bueno, porque no quiere ser malo; pese a la importunidad o la infidelidad él es siempre lo que es: el que está atento y disponible para todos. El ser humano es bueno con sus hijos (de nuevo, la sangre), pero no siempre con los demás. Por eso, al compararlo con Dios, dice Jesús que es malo. Porque le falta todavía un trecho del camino y esa senda se aclara mucho si se va haciendo en grupo y se tiene a mano esa oración en plural que Jesús enseña: “Padre nuestro…”

Esta oración expresa la confianza vital de Jesús que él quiere traspasar a sus discípulos. Es una plegaria llena de matices que abarca la vida entera del ser humano y tiene, además, la gran cualidad de ser universal. Cualquier persona, con muy pocas adaptaciones, podría tenerla en sus labios y expresar con ella esa misma confianza en un ser creador, amoroso y providente. Es un Dios para todos que, como les fue asegurado a los colosenses, está pendiente también de los gentiles sin dejarles a su suerte. Lo está de todos. No es solo una oración de cristianos; es la oración que Jesús enseñó para todos y cualquiera puede atreverse a pronunciarla.  

 

Atrévete


 




 

sábado, 19 de julio de 2025

MARTA Y MARÍA. Domingo XVI Ordinario

 

20/07/2025

Marta y María

Domingo XVI T.O.

Gn 18, 1-10a

Sal 14, 2-4ab. 5

Col 1, 24-28

Lc 10, 38-42

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Cuando alguien llega a casa queremos que se encuentre a gusto en ella. Ha sido así desde siempre. Los pueblos nómadas del desierto tienen también esta intención y la practican en un grado superlativo porque saben que la alternativa para el viajero puede ser la muerte. Así le pasaba a Abraham, que consideraba un privilegio hospedar a los recién llegados y los acogió sin escatimar medio alguno, a lo que ellos correspondieron con la promesa de una paternidad legítima en la que no interviniesen más que él y Sara. Mucho tiempo después será Marta quien salga a recibir a Jesús, que llega con los suyos. Todos los invitados deben ser bien tratados; el honor familiar está en juego. Así, no es de extrañar que Marta ponga en evidencia a su hermana María ante todos; el trabajo es grande. Jesús, sin embargo, aprueba la actitud de María al elegir solo una cosa, y le sugiere relajo a Marta porque su agitación le impide centrarse en lo que está haciendo.

Tradicionalmente se quiso ver en este episodio la preeminencia de la vida contemplativa sobre la que se afana en los detalles del día a día, pero esta división no parecía darse en la época de Lucas con lo que es difícil que esta pudiera ser su intención. Se ha apuntado  que más bien se trata de una referencia a las dos diaconías básicas dentro de la comunidad lucana: el servicio a la Palabra y la atención a las mesas; y ambas ejercidas por mujeres, sin hacerse problemas de género. Lo que, sin duda, podemos recoger para nuestros días parece ser esa recomendación de Jesús de estar en lo que se está. Marta sirve urgida por la presencia de los convidados y apremiada por la costumbre y, en gran medida, el deber, aunque prefiriera estar junto a su hermana a los pies de Jesús, pero no llega a todo. María, en cambio, se centra únicamente en lo que está ocurriendo en ese momento y, sin embargo, es posible que le quede todavía mucho por aprender en esa escuela para poder servir como sirve Marta, pero sin dejarse llevar por las preocupaciones de su hermana. Nadie puede dedicarse a los demás con verdadera sinceridad si antes no se ha despojado de las obsesiones del mundo y eso solo se consigue prestando atención a lo que en cada momento te arranca de lo ya establecido. Tal como dijimos de la projimidad, en el proceso que lleva a esa definitiva transformación a todos nos toca ser a veces más Marta que María o viceversa. La vida da para mucho y la tentación siempre es vivirla con la cabeza o el corazón en otra parte.

El autor de la carta a los colosenses llama santos a todos los que están embarcados en ese proceso y recuerda que Pablo se veía a sí mismo como servidor de la comunidad y que entendía sus desvelos como necesarios para la expansión de la enseñanza de Jesús. Toda la transformación que, como Marta y María, estamos llamados a experimentar no es únicamente en favor nuestro, sino en el de la humanidad. Estamos convocados para ponernos al servicio de todos y llevar a plenitud la Palabra, pero liberándonos y liberándoles de lastres y adherencias que, posiblemente, consideremos verdaderos por llevar ahí “toda la vida”; no todas las tradiciones son buenas. Finalmente, el salmista nos presenta un modelo que, a todas luces, necesita alguna matización en su lenguaje pero en el que podemos reconocer el retrato del creyente atento a los demás y a la Palabra. 

 

Nathan Greene, A los pies de Jesús

 

 


 

sábado, 12 de julio de 2025

A VECES AQUÍ Y OTRAS ALLÍ. Domingo XV Ordinatio

13/07/2025 – Domingo XV T.O.

A veces aquí y otras allí

Dt 30, 10-14

Sal 68, 14. 17. 30-31. 33-34. 36ab.37

Sal 18, 8-11

Col 1, 15-20

Lc 10, 25-37

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Con frecuencia Jesús hablaba de la sencillez y, a todas luces, este hecho contrastaba con la reciedumbre de la legislación judía. Sin embargo, las últimas palabras de Moisés antes de sus bendiciones finales y de su propia muerte vienen a hablarnos también de sencillez. Es conocida la complejidad y extensión de la normativa judía sobre innumerables aspectos, y al hilo de esta dificultad era habitual el lamento de los fieles y, también, la excusa. Para Moisés nada de esto tiene fundamento ni justificación; por eso motiva al pueblo para que escuche al Señor y se vuelva a él pues el mandamiento no es inalcanzable ni extraño; es conocido y se encuentra muy cerca del ser humano. Solo la boca y el corazón parecen estar implicados. La boca para confesar y el corazón para moverle en la dirección correcta.

Tal como hoy en día, en el siglo I existían ya gentes empeñadas en recordar a todos que la vida eterna había que ganársela a pulso. Es el caso del maestro de la Ley que hoy plantea su duda a Jesús queriéndolo poner a prueba. El detalle es importante porque le sitúa entre quienes se sienten con autoridad para mandar a los demás. Este maestro es capaz de contestar con éxito la contrapregunta de Jesús. La teoría es sencilla. Pero vuelve a insistir porque la práctica se le resiste y quiere saber si aún puede pillar a Jesús ahí y, de paso, como dice Lucas, justificarse. Para Jesús, prójimo es quien se acerca a los demás y les tiende la mano en la dificultad. Esto debió ser una novedad para aquel maestro. No para nosotros, que ya sabemos que Jesús es Dios y hombre y que Dios no es de los que se quedan esperando; es puro dinamismo. Y aquel prójimo, para postre, no era un prójimo cualquiera, sino que, de entre todos, fue precisamente el vecino molesto, el indeseable y dejado de lado por la buena gente, el que atinó. Y, sin embargo, no hizo más que, como Moisés decía, lo más sencillo, lo evidente, lo que hacía falta en ese momento: dejarse llevar por el corazón, atender a aquel pobre desconocido y procurarle los cuidados que necesitaba echando mano a 2 denarios de su propia bolsa, el salario de 2 días de trabajo, comprometiéndose a aportar lo que faltase a su vuelta. La cuestión no está pues en identificar al prójimo, porque todos tendremos siempre “favoritos”, sino en aprojimarse a quien lo necesite.

Esta persona necesitada no podrá no hacer suyo el salmo 68, mientras que quien se le aprojima notará en su alma la resonancia del 18. Quien pide ayuda a Dios sabe, o debería saber, que la ayuda le llegará a través de otras manos que entienden la Ley como inspiración para no quedarse inmóviles. A fin de cuentas la vida es, como Dios, movimiento. Posiblemente, digo yo, la liturgia nos proponga hoy dos salmos porque en esta vida nos toca a veces aprojimarnos y otras, depender de que alguien lo haga por nosotros. Menesterosos a la par que dispensadores, así es nuestra naturaleza. Jesús el Cristo comparte nuestra condición humana de donde se deduce que también él experimentaría esta polaridad, pero nos dice el autor de la carta a los colosenses que en él reside toda la plenitud. Creo yo que no solo por su condición de co-creador y primogénito de todo, sino porque supo hacerse prójimo de los más sencillos y desentrañar lo más íntimo de la Ley dejando atrás lo que le alejaba del prójimo y, por tanto, de Dios. 

 

A veces aquí y otras allí

   

 


 



 

sábado, 5 de julio de 2025

DE DOS EN DOS. Domingo XIV Ordinario

06/07/2025 – Domingo XIV T.O.

De dos en dos

Is 66, 10-14c

Sal 65

Gál 6, 14-18

Lc 10, 1-12. 17-20

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Jesús envía a sus discípulos de dos en dos. Así, dice Lucas, mandó a 72 a los lugares donde él pensaba ir después. Entre otras cosas, el número 70 recuerda a los hijos de Jacob que entraron en Egipto y a los ancianos que años después profetizaron entre el pueblo en el desierto al recibir el espíritu de Moisés, aunque parece ser que al final fueron 72 los que profetizaron. Del mismo modo, fueron 70 las naciones que surgieron tras el diluvio, pero en algunos textos son también, sorpresa, 72. Así pues, aunque sea simbólicamente, podremos decir que Jesús envía emparejados genuinos profetas a todas las naciones de la tierra. Sea este o no un dato histórico lo cierto es que nos encontramos ante lo que la comunidad entendió como su encargo más importante por parte de Jesús: Que esto que vivís no se quede aquí.

Para el buen Isaías Jerusalén era el imán que atraía a todo el mundo hacia sí. El Señor la hará fecunda fuente de paz y consuelo. Esta promesa, muy lejana todavía, permanece como sueño para muchos. Nunca se ha visto tan claramente como el cerramiento y la negación del otro producen la muerte y, por tanto, la negación del ser humano y de Dios. Jesús, que fue un judío piadoso, se mantuvo al margen de la utilización mercantilista de esta promesa en su tiempo. Nosotros, sin embargo, olvidamos con cierta frecuencia que reclamar justicia, exigencia fraternal, necesaria e inexcusable, lleva aparejada también revisar nuestra propia vida. Sin que esto tenga que cerrarnos la boca ni el corazón, encontraremos ocasiones en las que tampoco nuestra personal e íntima Jerusalén escapa a sutiles manipulaciones. Jesús propone salir, ponerse en camino, hablar y testimoniar, sí, pero de una forma concreta: no en solitario; yendo al encuentro, proclamando la llegada del Reino como algo mayor que nosotros y nuestras propias ideas y creencias; sin aferrarse a las riquezas; sin aprovisionarse de lo que Dios proveerá, si le dejamos; sin imponer; sin exigir; sanando antes de hablar, porque mensajes hay tantos que sin mostrar su eficacia el nuestro será uno más. Solo de este modo es posible vencer al mal que no deja de herir; más aún, solo así podremos hacernos inmunes a él y entonar el mismo canto que el salmista.

Esta apuesta vital nos acercará a la realidad de Pablo, para quien el mundo está crucificado y él mismo lo está para el mundo. El mundo aparece aquí como lo opuesto a la fórmula de Jesús. Pablo crucifica al mundo como Moisés elevó la serpiente en el desierto; para que quede claro lo que no conduce a Dios y, al verlo, podamos certificar su maldad y, como consecuencia, quedemos sanos. El mundo, por su parte, crucifica a Pablo y a los que sigan el camino de Jesús. Como cualquiera que, mediante la paz, reclame la paz somos perdedores natos; nuestra propuesta es un absurdo; pero resulta ser un absurdo que regenera y libera y ambas cosas son temidas por quienes quieren mantener sus privilegios. Esta cruz, no otra, es la que da a luz la nueva criatura que Pablo descubre en sí mismo y que anuncia como realidad destinada a todos. Pero en comunidad o, al menos, en pareja. Ser enviado en pareja es el comienzo de esta renovación que escapa a la subjetividad. Apoyándose en otro u otra. Porque donde haya dos ya está presente Jesús. Dos que se respetan, que se saben menores que el mensaje que portan, que se exigen y confrontan, que se sustentan uno al otro, que se aman. El amor es la base de la comunión y es también lo que de Dios recibimos y entregamos. 

 

De dos en dos. Bernardo Ramonfaur (Shutterstock)