sábado, 7 de mayo de 2022

PASCUA FLORIDA. Domingo IV Pascua

08/05/2022

Pascua Florida

Domingo IV Pascua

Hch 13, 14. 43-52

Sal 99, 2. 3. 5

Ap 7, 9. 14b-17

Jn 10, 27-30

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La palabra apocalipsis significa revelación. Es un mensaje acerca de una realidad que nos permanecería oculta si no se nos comunicase de manera “extraoficial”. No tendríamos por qué conocerla pero hay quien quiere que así sea; que la conozcamos. En el caso de las lecturas de hoy estamos hablando de una llamada a la esperanza: “Dios enjugará toda lágrima”. Muchas veces este mundo se nos hace cuesta arriba y, en ocasiones, muy cuesta arriba. Pero, aunque nos cueste creerlo, no somos los que peor están. Los medios de comunicación (o de incomunicación, según se mire) nos presentan en directo situaciones espeluznantes que, en un primer momento, consiguen arrebatarnos de los brazos del sillón pero poco a poco nos vamos acostumbrando a todo o, simplemente, nos cambian el escenario y, con él, nuestra preocupación. Y aunque no podamos creerlo vemos sólo una parte de todo el mal que se desencadena; aquella que, por intereses diversos, llama la atención de nuestros programadores y dirigentes.

El caso es que la realidad que vamos tejiendo entre todos genera una inmensa muchedumbre a la que no le queda más que lavar sus túnicas en la sangre del Cordero. Son millones las personas que sufren inocentemente, sin culpa alguna, y con las que sólo el Cordero se ha identificado plenamente. El mensaje de Jesús es universal porque él ha sufrido como y con todos los pobres del mundo. Ya no depende de religiones ni de posiciones sociales; no es cuestión de patriotismo ni de razas… Todo eso son excusas que soportan y justifican el atropello de tantísimas mujeres y hombres. El dolor los unifica a todos; el sinsentido une para luchar por la esperanza. Y en esa esperanza que comienza ya aquí todos se aferran a la mano que los consuela siendo la mano misma de Dios, de la que, pese a las apariencias, nadie podrá nunca arrebatarles porque Dios, en la fidelidad que canta el salmista, no se separa de ellos.

 Dios sigue hablando al corazón del ser humano; a su centro primordial: a la sinagoga, a la mezquita, a la iglesia o a la pagoda que es su corazón y cuando allí no encuentra respuesta sale afuera para hablarle desde la realidad y hacerse uno con él. Es un proceso de identificación mutua, de reconocimiento. Dios se nos acerca en Jesús como ser humano sufriente y nosotros reconocemos en esta encarnación al pastor que puede guiarnos hacia quien es uno con él. Jesús ha llegado a esa unidad siguiendo un dinamismo que le ha conducido a revelarse frente al sufrimiento de los demás, aceptando el propio como consecuencia de haber dado en la diana y como hermanamiento con todos los sufrientes de la humanidad, de cualquier pueblo, religión o lengua. Y a todos ellos los ha hecho uno con él y con el Padre. ¿Dónde está ese Dios que no evita el sufrimiento? En el que sufre. Y en quien se acerca al que sufre. No son palabras de consuelo porque tanto dolor es inconsolable y desconsolador. Es esperanzador no porque remita a un futuro apocalíptico (revelado) pero lejano, sino porque muestra que el camino para eliminar tanto dolor es dejarse traspasar por él y hacerse una única realidad solidificada (solidaria) con aquellos que lo sufren y mostrar al mundo el horror que no quiere ver. Sólo así es posible que la resurrección se vaya abriendo camino; que la Pascua florezca.


Pascua florida. 


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