sábado, 17 de septiembre de 2022

IMPLICÁNDONOS. Domingo XXV Ordinario

18/09/2022

Implicándonos

Domingo XXV T.O.

Am 8, 4-7

Sal 112, 1-2. 4-8

1Tm 2, 1-8

Lc 16, 1-13

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La primera lección que podríamos sacar hoy, pero que dejamos pasar sin reparar plenamente en ella, es que Jesús estaba enterado de las cuestiones menos prosaicas de su época. Su interés por el ser humano concreto le llevaba a estar al día de las prácticas económicas. Su propia experiencia como obrero tuvo que ser un buen espacio de aprendizaje. Poco había en él de espiritualismo tránsfuga que sirviese de refugio para no afrontar las dificultades de la vida. ¿Cómo ayudar a los pobres de los que tanto hablaba si no conocía sus preocupaciones y problemas? La costumbre de la época permitía que el administrador concediese préstamos de los fondos de su señor cobrándose su comisión a cuenta del prestatario. El administrador de la parábola había derrochado los bienes del señor y frente a las acusaciones decide renunciar a su propia ganancia para que todos fuesen capaces de pagar su deuda. Esto no aclara si el Señor logra resarcirse así de las pérdidas que la malversación de su siervo le originó, pero alaba su astucia. En este marco, Jesús introduce su enseñanza. No para defender la corrupción sino para ensalzar la conducta de quien sabe ganarse amigos con el dinero de iniquidad; es decir, de quien sabe liberar al pobre de pagos injustos y desorbitados a costa de su propio beneficio. Esta conducta le granjeará amigos en los tiempos de adversidad que se le avecinan. Conocer los mecanismos del mundo puede ayudar a los demás a la vez que te reporta beneficios personales. Por eso Jesús reconoce la astucia de los hijos de este mundo; con ello expone claramente que conocer los mecanismos que operan en él es necesario para desenvolverse y promover soluciones eficaces. De lo contrario, solo quedan la confianza en la magia o la llamada a la resignación.

Pero la cuestión de fondo sigue siendo el porqué de la propia acción, la calidad última de la implicación. Quien es capaz de renunciar a sus propios intereses a favor de los demás está en sintonía con Dios mismo quien, tal como nos dice el salmista, habitando en las alturas se abaja para ensalzar al pobre. Pobre, en el lenguaje y la comprensión de Jesús, es aquel que es fiel en lo poco; aquel que sabe vivir pendiente de lo necesario y de lo justo no solo para sí mismo, sino, especialmente, para quienes son dejados de lado por los demás, renunciando así a todo aquello que los aparte de esa actitud divina de abajamiento. De ese estar pendiente de todos. Esa kénosis permanente que Dios es, es la misma desposesión que de sí mismo vive Jesús y la misma a la que nos invita a todos. Ser fieles en lo poco es permanecer ajeno a la tentación de aprovecharse de los demás. Es situarse en el polo opuesto a los mercaderes  que presenta el profeta Amós. Aquellos que ansiaban que pasase el sábado y la luna nueva, día festivo importante en el calendario judío, para seguir con sus abusos, cumplían con la ley pero abusaban de su posición de poder y se enriquecían con engaños. No es este el camino querido por Dios y puesto en práctica en la vida de Jesús. Quien escribiese a Timoteo nos recuerda hoy que fue esta vida excepcional, de un hombre excepcional: Jesús el Cristo, la que consiguió la salvación para toda la humanidad. Junto a las oraciones que elevó con manos limpias y corazón sincero supo y pudo transmitir un sentido para la vida de quienes se cruzaron con él y para la de todos los demás. Esa es también nuestra vocación.


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