20/07/2025
Marta y María
Domingo XVI T.O.
Gn 18, 1-10a
Sal 14, 2-4ab. 5
Col 1, 24-28
Lc 10, 38-42
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Cuando alguien llega a casa queremos que se encuentre a gusto en ella. Ha sido así desde siempre. Los pueblos nómadas del desierto tienen también esta intención y la practican en un grado superlativo porque saben que la alternativa para el viajero puede ser la muerte. Así le pasaba a Abraham, que consideraba un privilegio hospedar a los recién llegados y los acogió sin escatimar medio alguno, a lo que ellos correspondieron con la promesa de una paternidad legítima en la que no interviniesen más que él y Sara. Mucho tiempo después será Marta quien salga a recibir a Jesús, que llega con los suyos. Todos los invitados deben ser bien tratados; el honor familiar está en juego. Así, no es de extrañar que Marta ponga en evidencia a su hermana María ante todos; el trabajo es grande. Jesús, sin embargo, aprueba la actitud de María al elegir solo una cosa, y le sugiere relajo a Marta porque su agitación le impide centrarse en lo que está haciendo.
Tradicionalmente se quiso ver en este episodio la preeminencia de la vida contemplativa sobre la que se afana en los detalles del día a día, pero esta división no parecía darse en la época de Lucas con lo que es difícil que esta pudiera ser su intención. Se ha apuntado que más bien se trata de una referencia a las dos diaconías básicas dentro de la comunidad lucana: el servicio a la Palabra y la atención a las mesas; y ambas ejercidas por mujeres, sin hacerse problemas de género. Lo que, sin duda, podemos recoger para nuestros días parece ser esa recomendación de Jesús de estar en lo que se está. Marta sirve urgida por la presencia de los convidados y apremiada por la costumbre y, en gran medida, el deber, aunque prefiriera estar junto a su hermana a los pies de Jesús, pero no llega a todo. María, en cambio, se centra únicamente en lo que está ocurriendo en ese momento y, sin embargo, es posible que le quede todavía mucho por aprender en esa escuela para poder servir como sirve Marta, pero sin dejarse llevar por las preocupaciones de su hermana. Nadie puede dedicarse a los demás con verdadera sinceridad si antes no se ha despojado de las obsesiones del mundo y eso solo se consigue prestando atención a lo que en cada momento te arranca de lo ya establecido. Tal como dijimos de la projimidad, en el proceso que lleva a esa definitiva transformación a todos nos toca ser a veces más Marta que María o viceversa. La vida da para mucho y la tentación siempre es vivirla con la cabeza o el corazón en otra parte.
El autor de la carta a los colosenses llama santos a todos los que están embarcados en ese proceso y recuerda que Pablo se veía a sí mismo como servidor de la comunidad y que entendía sus desvelos como necesarios para la expansión de la enseñanza de Jesús. Toda la transformación que, como Marta y María, estamos llamados a experimentar no es únicamente en favor nuestro, sino en el de la humanidad. Estamos convocados para ponernos al servicio de todos y llevar a plenitud la Palabra, pero liberándonos y liberándoles de lastres y adherencias que, posiblemente, consideremos verdaderos por llevar ahí “toda la vida”; no todas las tradiciones son buenas. Finalmente, el salmista nos presenta un modelo que, a todas luces, necesita alguna matización en su lenguaje pero en el que podemos reconocer el retrato del creyente atento a los demás y a la Palabra.
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| Nathan Greene, A los pies de Jesús | 
 
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